¿HASTA
CUANDO CUANTO MACHISMO?
Zenair Brito Caballero
El
machismo y la falta de conciencia no necesitan forzosamente de una mente
maligna, una incultura radical, o de una evidente mala voluntad, existiendo
desde el origen de nuestra civilización, es parte integrante de los hombres y
de la mayoría de las mujeres en nuestro país, lo es también en el resto del
mundo en mayor o menor grado.
Incluso
entre hombres cuyo trabajo es la concientización sobre los roles de género en
busca de sociedades más incluyentes y equitativas, siguen repitiendo prácticas
misóginas y comentarios estereotipados en su vida privada. El machismo como la
mala hierba, se reproduce y vuelve a tomar el terreno con mucha facilidad.
Como
la Ética o la Civilidad, la Igualdad y la Equidad de Género tienen un trabajo
infatigable: nos toca pasar la vida limpiando la tierra, trabajándola,
sensibilizando, porque la regresión esta al orden del día. Con los instintos de
dominación y de destrucción tomando a cada momento el mando de los seres humanos,
los grupos, los países; la evolución humana implica un trabajo, ya no solo de
conocerse a sí mismo cada día para ser mejores personas, ese es el ideal, sino
de "no detenernos" y permanecer alertas, porque, la consciencia
humana es como una persona en una escalera eléctrica descendente; si nos
dormimos en el esfuerzo, involucionamos.
Podemos
ver por ejemplo, como los norte-americanos se están peleando por "mantener
su 'sagrado' derecho de portar armas", porque es más importante para los
grupos en cuestión, llevar esas extensiones fálicas, para ver quién es el que
la tiene más grande, más tecnologizada, con más tiros; que el hecho de que sus
niños estén siendo asesinados por sus propios adolescentes, enfermos por haber
sido víctimas de la ley del más fuerte.
No
importan las pérdidas humanas en sus propias casas, escuelas, ¡maternales!
(Cuya "protección" por otro lado, es blandida como argumento de su
famosa -absurda- 2ª enmienda) lo que les importa es poder poseer libremente una
"herramienta de matar" al otro.
Mientras
que los seres humanos sigan desbaratándose por mantener al centro de su vida la
imagen fálica del más fuerte, habrá enfermos como la Asociación Nacional del
Rifle (NRA) en los Estados Unidos o los cinco hombres que cometieron una
violación masiva sobre una estudiante de 23 años a bordo de un autobús, en
India.
Nos
son muy diferentes esos hombres, no hay mucho que los separe de aquellos que
prefieren que su sociedad se mate a sí misma por mantener un derecho que a
penas en el siglo XVIII era válido, pero que hoy en día es, no solo obsoleto
sino enfermo.
No
son diferentes, decía, de aquellos hombres cuya "virilidad" los instó
a desgarrar la vida de una mujer en un transporte público, dejándose llevar por
su superioridad numérica, por sus complejos de inferioridad y su enfermo
instinto de manada, que los lleva a la destrucción del blanco fácil, a su
animalidad más brutal, más detestable, más artera.
Ni
siquiera los animales son capaces de actos así, de hecho, leí en un diario
de México, el caso de las personas
presuntamente destrozadas por una supuesta jauría en Iztapalapa, está siendo
sujeto de la exigencia de la sociedad civil para su esclarecimiento. Los
colonos saben que el cerro de la Estrella es un lugar de alta criminalidad y
que los perros en cuestión, son una vez más, chivos expiatorios de la
delincuencia humana.
Si
definimos al machismo como "la reproducción del dominio de lo masculino
sobre lo femenino para perpetuar la cultura histórica de la violencia hacia las
mujeres", si vemos que dicha reproducción de la violencia histórica afecta
a hombres y mujeres gravemente, pero que sigue siendo defendida por aquellos
que quieren ejercer una supremacía sobre el resto, podríamos entender de qué
manera el machismo influye en el comportamiento de estos individuos, cuyo
instinto de manada los mantiene ilesos frente a un Estado o unas leyes
diseñadas por y para el mantenimiento de tal supremacía...
Pero,
existe también el otro Derecho, otra forma de justicia, la de los seres humanos
que no queremos involucionar hasta nuestra desaparición. En esos, los llamados
Derechos Humanos, y en esta parte de la humanidad que busca ser mejores
personas, para un planeta más ético, se funda toda mi esperanza. ¿Y usted,
querido lector(a), con qué clase de humanidad se identifica?
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