EL
TRASFONDO PSICOLÓGICO DE UN MALANDRÍN
Zenair
Brito Caballero
(britozenair@gmail.com)
Sin duda, la familia es la respuesta para la
formación y educación del carácter de la niñez y la juventud. Estoy convencida
de ello. Todo comienza en casa. En estudios psicológicos recientes se ha
encontrado que la principal causa por la cual un adolescente o un joven se convierten
en forajidos, delincuentes no es, como muchos analistas erróneamente suponen,
la falta de empleo y de educación; sino una familia inconsistente, deleznable y
frágil.
Aunado a esto, la desintegración familiar, el
abandono del padre a los hijos adolescentes, las nuevas tecnologías, y
particularmente la televisión y la Internet, son determinantes en la formación
del carácter de nuestros niños, adolescentes y jóvenes.
El especialista en salud mental el psiquiatra
Rolf Loeber (2001) establece algunos patrones de predicción que nos permite
saber si nuestros hijos tendrán acciones delincuenciales en la juventud y la
adultez:
1. Patrón de conflicto con la paternidad.
Consiste en conductas desafiantes y desobedientes en la niñez; en la
adolescencia, el individuo evita o ignora la autoridad del padre con actitudes
como ausencia, evasión o huída.
2. Patrón oculto dentro del hogar. Consiste en
cometer faltas menores, como mentir o cometer pequeños robos en la
adolescencia, cometer delitos moderados, como reducir mínimos daños a propiedad
privada o robos menores a compañeros de escuela o tiendas departamentales.
Estas conductas delictivas pueden ir creciendo hasta que el individuo se
convierte en un ladrón.
3. Patrón explícito. Consiste en formas de
agresión clara, como el abuso físico, verbal o emocional a niños más indefensos
o sus hermanos menores; en la adolescencia incremento de conductas agresivas
sin provocación. En la adultez, la persona puede llegar a cometer homicidios.
Por su parte, Lipsey y Derzon (1998) demuestran
que algunas prácticas familiares promueven comportamientos agresivos en los
hijos. Poca claridad en las reglas y escasas expectativas para los hijos,
escasa supervisión, acompañamiento y disciplina inconstante son factores que
propician conductas delincuenciales en los hijos.
En otro estudio realizado por Farrington (2000)
en familias con pocas prácticas afectivas y de interacción, acompañadas de
abusos físicos y poca supervisión (en niños de 7 a 9 de edad) fueron
predictores importantes para inducir a comportamientos violentos y crueles a
los 18 años.
La poca supervisión y un monitoreo deficiente en
el comportamiento de los adolescentes favorecen la criminalidad. Si a esto le
sumamos que los padres consumen alcohol y/o drogas, se complica enormemente la
formación de los hijos.
Para combatir la delincuencia organizada no
bastan las armas, operativos y cateos, los gobiernos nacional, estadal y
municipal deben invertir en campañas de concientización dirigidas a las
familias para sensibilizar y responsabilizar a padres de formar a sus hijos.
Una manera de proyectar con éxito la educación de
las familias venezolanas es a través de impartir conferencias en talleres para
padres, grupos juveniles, instituciones de gobierno, hospitales, reclusorios,
asociaciones civiles y diversos grupos sociales; ofreciendo consejos prácticos
y fuentes de información veraces, que incluyan: estudios de casos y divulgación
de valores familiares.
Así como también, orientación práctica que
impulse a los ciudadanos a una vida motivada y con nuevos recursos emocionales
que les permita salir adelante de sus problemáticas, o en su caso, canalizarlos
a las instancias de gobierno correspondientes para reforzar la ayuda.
Hacer uso de los medios masivos de comunicación
que estén al servicio de la sociedad, para divulgar y promover los valores, y
sugerir estilos de vida que proporcionen opciones orientadas a la estabilidad
emocional.