“ELECCIONES
VENEZOLANAS YA ERAN MÁS QUE SOSPECHOSAS”
Zenair
Brito Caballero
Se percibe que alguien aquietó rápidamente a Nicolás Maduro con eso del
recuento voto por voto y urna por urna, que él había aceptado de inmediato, con
tono desafiante por supuesto, pero de lo cual, según parece, se arrepintió casi
enseguida. Alguno de los Psuvistas de alto mando le deben haber dicho: “oye
chico Nicolás, no te apures, tú te lo crees todo”.
Una cosa es lo del “pajarito en quien reencarnó” según Maduro el difunto
comandante, o lo de la recomendación que supuestamente Chávez hizo a Dios para
que designara un Papa de la región, o lo de las peliculitas sobre su arribo al
Paraíso, pero eso del recuento sí que no está dentro de lo previsto y ni hasta
de lo imaginable. La presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Tibisay
Lucena, rápidamente decretó el triunfo de Nicolás –así entre nos– y a otra cosa
mariposa.
He escuchado a muchos políticos decir, que hay tres formas de hacer
fraude en una elección: antes, durante y después. Según parece y opina mucha
gente seria, en las recientes elecciones que fraudulentamente ganó – ¿ganó?– Nicolás
Maduro parecería que se dio en todas las instancias. Cautelosos y por cualquier
eventualidad no se aceptaron observadores internacionales serios, y solo se
recibió a “acompañantes” amigos y en particular de la Unasur.
Es indiscutible que Nicolás Maduro, lo que no debió ser por respeto a la
Constitución de 1999, compitió como presidente encargado cuasi para
constitucional –como el “caballo del comisario”, como se dice–, que usó y abusó
del poder y recursos del Estado y de los medios oficiales en una relación de 50
a uno con Henrique Capriles, y que desde el gobierno (veánse anuncios y
amenazas desde el Ministerio de Defensa y en Pdvsa, para citar las más
flagrantes), presionó, advirtió y amenazó a los empleados y seguidores a
destajo.
Durante el acto de votación, todo el mundo pudo ver fuera de los centros
de votación miembros del PSUV con franelas rojas en un punto rojo haciendo
proselitismo político a menos de 200 metros del Centro, votantes con franelas y
gorras rojas, cómo había mesas con “supervisores” o acompañantes que seguían y
guiaban a votantes, entre otros detallitos. Y en cuanto al después, todo muy
raro: apagones, trabajos “a solas” de gente de confianza, apuro en la
proclamación de Maduro y toma de mando y por supuesto nada de recuento de
votos.
Tibisay Lucena con total facilidad y desparpajo les decía a los
venezolanos, palabras más, palabras menos: “Ustedes voten tranquilos, en
libertad y a quien quieran, que después el CNE es quien cuenta los votos,
porque este sistema automatizado es el más perfecto del mundo”.
Es que no era previsible que el chavismo socialista-comunista cediera el
gobierno y el poder, por unos votos más o menos. Ya lo habían anunciado de
forma sutil, y no tanto. Es que son coherentes, no cabe dentro de su filosofía
socialista-comunista. El objetivo es obtener el poder como sea, y una vez se
han hecho del mismo no lo van a entregar así como así y menos por una
“formalidad democrática”, como han definido desde siempre a las elecciones.
Chávez fue un golpista, fracasado es cierto –se dice que por ineficiente
y por miedoso–, y luego llegó al poder aupado por la camarilla de los antiguos
comunistas de los años 60 y 70, por ex militantes adecos, copeyanos y
ciudadanos independientes que aspiraban un cambio, los que creyeron que
llevaban un títere propio al gobierno para acabar con el monopolio de los
partidos políticos.
Se equivocaron toditos con el candidato, como también se equivocaron
cuando trataron de adueñarse del poder cuando los militares, no tan metidos,
comprometidos y privilegiados como ahora, sacaron a Chávez en abril del 2002 y
lo volvieron a poner.
En este momento Maduro ya cuenta con el total aval de la Unasur, lo que,
según Ollanta Humala, contribuye al “fortalecimiento de la democracia”.
¿Alguien dudaba qué decisión iba a tomar la Unasur? Sin embargo, lo que sí es
casi seguro es que los observadores de la Unasur no van a ver con buenos ojos
la Auditoría de las elecciones fraudulentas del 14 de abril. Y tras el supuesto
“claro triunfo” de Nicolás Maduro nombrado por el CNE y no por el pueblo
venezolano, ahora viene la represión, la reprimenda y el castigo.
Puede pasar y hacer cualquier cosa. Primero, porque ahora tienen datos
concretos que los que no los quieren son muchos más de la mitad del país.
Segundo, porque saben que en paz y normalidad la tarea que tienen por delante
es gobernar y encaminar a un país descalabrado y arruinado por el chavismo socialismo-comunismo
y su mafia, uno de los más ricos del mundo, que el chavismo revolucionario
comunista ha sumido en el infortunio y la miseria. Sería bueno que se hicieran
cargo.
Quizás los venezolanos tengamos suerte y este cuestionado triunfo del
chavismo socialista-comunista radical sea comparable a la invasión de las
Malvinas a la que recurrió el dictador Leopoldo Galtieri, hecho que fue clave
para que la gente se diera cuenta y así poner fin, sin discusiones, mitos ni
nostalgias de ningún tipo, a aquella dictadura. Aún en muchos venezolanos
persiste, el ánimo, la fe y la esperanza que es la última que se pierde. Hay un
camino que Dios nos ayudará a alcanzar.