“EL
AVANCE SE CONQUISTA CON LA ELIMINACIÓN DEL SOCIALISMO”
Zenair
Brito Caballero
Las
contribuciones positivas de la sociedad de consumo, teniendo que ser más
fuertes que sus fallas, constituyen para el individuo uno de los alientos de avance
y realización de mayor espectro, además de ser resonancia constante de su
espíritu creador plural.
Por el
contrario, el socialismo es un modelo que propugna la socialización de los
medios de producción, donde el estado es dueño del patrimonio productivo y su
administración es de orden colectivista.
Tanto el
comunismo, como el socialismo, o quienes instalados en una demagogia galopante
atacan o estrangulan a la sociedad de consumo, o lo que es lo mismo, a la
sociedad productiva, negándose a reconocer que los que tienen que consumir
menos son los que consumen con exceso, pero quien vive mal porque no puede
consumir, vivirá peor si no logra consumir más.
Sí es
necesario admitir que las manifestaciones de la crisis social y medioambiental
en todo el planeta son cada vez más visibles: todos los días encontramos
ejemplos a nuestro alrededor o en los medios de comunicación, del injusto
reparto de la riqueza y el consiguiente aumento de la pobreza, o de los efectos
que el actual desarrollo insostenible tiene para la naturaleza.
Serían
innumerables los ejemplos, desde los fenómenos migratorios, hasta la
deforestación, pasando por la explotación laboral (sobre todo de mujeres y
niños). Este modelo económico de producción y consumo tiene su desgaste
natural.
La gran
pregunta es ¿Cómo reinventar el capitalismo y liberar una oleada de innovación
y crecimiento? El propósito de la empresa debe ser redefinido. Es preciso
reinventar el capitalismo para que la innovación y el crecimiento se liberen.
Es justamente de ese agotamiento del sistema neoliberal del que se aprovecha el
estridente mensaje populista del socialismo, en búsqueda de más seguidores en
países de nuestro continente.
Lo cierto es
que como consumidores, último eslabón del sistema económico, tenemos una
responsabilidad, pero asimismo tenemos un poder. Con nuestra manera de
consumir podemos influir en la marcha de la economía y del mundo de una forma
directa.
Un consumo
consciente y responsable, orientado al fomento de actividades satisfactorias
para la naturaleza y las personas, es una gran contribución y un decisivo
instrumento de presión frente al mercado.
La práctica
del Valor Agregado Compartido en las empresas, que ya marca una tendencia en el
mundo, y el Consumo Responsable, tan amplio como lo es la propia actividad de
consumir. Podemos, sin embargo, sintetizarlo en tres bloques:
Un Consumo
Ético, en el que se introduzcan valores como una variante importante a la hora
de consumir o de optar por un producto. Hacemos especial énfasis en la
austeridad como un valor en relación con la reducción para un consumo
ecológico, pero también frente al crecimiento económico desenfrenado y al
consumismo como forma de alcanzar el bienestar y la felicidad.
Un Consumo
Ecológico, que implica, por este orden, las famosas “erres” del movimiento
ecologista: Reducir, Reutilizar y Reciclar, pero en el que además se incluyen
elementos tan imprescindibles como la agricultura y ganadería ecológicas, la
opción por la producción artesanal, etc.
Un Consumo
Social o Solidario, donde entraría asimismo el comercio justo, es decir, el
consumo en lo que respecta a las relaciones sociales y condiciones
laborales en las cuales se ha elaborado un producto o realizado un servicio. Se
trata de pagar lo apropiado por el trabajo efectuado, tanto a gente de otros
países como a la más cercana, en nuestro ámbito local; se trata de eliminar la
discriminación; de potenciar alternativas sociales y de integración.
Si por
ejemplo, nos servimos del marco referencial de nuestros países en América,
cuyos problemas se agravan precisamente porque los bajos índices de
consumo, al relacionar faltas de producción y productividad, plantean el drama
de mercados insuficientes y de carencias mayores.
Comprendemos
que la tarea, colosal, es producir más, incorporando al trabajo y al consumo a
millones de personas, necesitadas de hábitos fundamentales de vida civilizada.
No puede haber progreso con la teoría del comunismo de Karl Marx, que se puede
reducir en una oración: ¡“abolir toda propiedad privada”!
No es
repartiendo riqueza como sale adelante un pueblo sino generando trabajo,
creando confianza, abriendo oportunidades con el consiguiente bienestar
individual. No hay peor retraso del ser humano que el que causa la miseria. Lo
que queda expuesto facilitará un entendimiento medular para nosotros: El
progreso relacionado a la empresa privada, es un concepto que indica la
existencia de un sentido de mejora en la condición humana.
Latinoamérica
necesita una empresa privada pujante, en Venezuela requerimos muchos
empresarios buenos. El Estado venezolano tiene que ayudar a defenderlos, a
crear el clima de confianza necesario para que se conviertan en pilares del
desarrollo económico y social, porque los empresarios son indispensables en la
creación de centros de trabajo y de producción.
Los
empresarios, a través de sus fábricas y comercios, siguen siendo los mejores
vehículos para redistribuir la riqueza. Las empresas son el instrumento
ideal para hacer justicia social y las empresas, son la mayor garantía para que
los países progresen y se desarrollen equilibrada y democráticamente.