“DESCONCIERTOS Y CONFUSIONES”
Zenair Brito Caballero
Se considera inverosímil que sólo
trece letras puedan resumir el estado cataléptico o la muerte aparente de un
país. A escasos días de las elecciones
presidenciales más turbulentas de los últimos tiempos, Venezuela se debate
entre el progreso y la esperanza, el desengaño y la decepción.
Dicen muchos psicólogos, que para medir la
intensidad de los abismos delirantes de un psicópata, es suficiente padecer la
cotidiana irrupción de las monotemáticas disertaciones presidenciales que a
nivel mediático y en cadenas de largas horas, cortan sin consideración la vida
del ciudadano venezolano. El comandante no presta atención (quizá esté impedido
para ello) lo equivocado de este derramarse en una charlatanería
insustancial, aburrida, repetitiva, machacona, monótona, fastidiosa y añosa.
El fuerte del comandante fue siempre su
manera folklórica de enfrentar las multitudes poco ilustradas que le siguen
mediante un enlace de palabras groseras, vulgares, chabacanas, chocarreras e
inelegantes y ademanes si no sólidos sí bruñidos con una chaqueta roja-rojita
de marca extranjera, creo yanqui si no me equivoco que deslumbró a más de uno.
Prueba de ello es la masiva votación obtenida por él en las elecciones del 99 y
las siguientes.
Todos a una como en Fuente Ovejuna, lo proclamaron
con el voto. Clases populares, media, rica y la más humilde de la
sociedad, curtidos dirigentes de la llamada derecha democrática y
hasta las viejas fieras y los honestos personajes de la izquierda venezolana
cayeron en su trampa.
No faltó quien lo viera como un futuro fantoche
ni quien lo siguiera como a una figura redentora entre la podredumbre del
régimen imperante. Se equivocaron ¡de
que manera tan inadmisible! Y no entiendo cómo, estos hijos de la todavía no
tan vieja dictadura pseudo-militar de Marcos Pérez Jiménez que sembró de
crueldad y atraso la historia del país, olvidaron que las charreteras y las
botas sólo caben cómodamente entre las paredes de un cuartel.
El teniente-coronel socialista-comunista es
hoy un líder más sólido fuera de Venezuela que dentro de ella. Mientras el
barril de petróleo se siga cotizando por encima de los cien dólares
administrados por la inopia, el delirio y la megalomanía de un hombre que
parece haber llegado a Miraflores en el giro afortunado de un bate de
béisbol o de un balón de futbol tumba arqueros, los países del Alba y de
Mercosur, amén de la chulería cubana, nicaragüense, boliviana, ecuatoriana,
uruguaya, argentina; los astutos mercantes del Brasil y la China y demás beneficiarios
de sus complejos y frustraciones, seguirán pasándole el brazo por delante y
sacándole la lengua por detrás.
El martes 21 de agosto por primera vez
durante sus catorce años de jolgorio y regocijo, el comandante se vio obligado
a suspender abruptamente la cadena televisada y radiodifundida nacionalmente
durante su presentación en Guayana ante los obreros de Sidor.
Sus antiguamente seguidores
incondicionales, entre gritos y abucheos, lo conminaron a renunciar exigiendo
la firma de un contrato colectivo de trabajo con más de cinco años de retraso.
En este clima de tierra aniquilada, Henrique
Capriles Radonski (quien ha hecho una campaña admirable y extraordinaria) se
prepara para el 7 de octubre. Gane quien ganare (que debería ser Dios lo
permita Henrique Capriles), el panorama se presenta sombrío, oscuro y medio
apagado.
A mi manera de ver las cosas y por mi
experiencia personal y analítica, pienso que serán menester unas dos generaciones
para revitalizar lo que destruyeron una corrupción, un desgobierno, una
soberbia e ineptitud llamada revolucionaria, nunca vistas hasta ahora en esta
desbarrancada Venezuela, tan accidentada políticamente a lo largo de estos
catorce años de socialismo-comunismo a la cubana. No olvidemos amigos
lectores que el único camino para el cambio es “EL DEL PROGRESO”, y usted si
quiere a Venezuela y a sus hijos debe votar por ese cambio.