“EL COMANDANTE DELIRA LUEGO EXISTE”
Zenair Brito Caballero
(britozenair@gmail.com)
Una frase
memorable de Winston Churchill sobre cierto aspecto de la política exterior de
la extinta Unión Soviética “Se trata de
una incógnita envuelta en un misterio rodeado de un enigma” me hizo
escribir este articulo de opinión. Porque algo de esto sucede con nuestro
comandante presidente venezolano. Y la primera de las perplejidades tiene que
ver con el cáncer que supuestamente padece porque es un secreto de Estado y
nadie sabe dónde lo tiene ni en que grado está
Puras
especulaciones de algunos médicos y periodistas. ¿Se muere o no se muere? Según
los síntomas corporales aparentes, no hay duda que en estos últimos días se ve muy bien. Se le
redujo la impresionante cara rechoncha de grasa y cortisona que le rodeaba el
rostro, ha vuelto a hablar incansablemente como un loro parlanchín, canta,
salta, baila, trota, insulta, ofende, escarnece, agravia. Lo de siempre: delira, luego existe, el título con que
titulé este articulo
Pero hay otros síntomas
más tenues. Raúl Castro, que conoce el mondongo del Comandante como la palma de
su mano y si sabe lo que realmente padece, salió a buscar plata y anudar
alianzas con China, Rusia, Vietnam, y con cualquier país capaz de aliviar la crisis
que supondría para la isla el súbito fin del subsidio venezolano ante una
eventual desaparición de nuestro pintoresco presidente.
Raúl Castro es un hombre
cauteloso, prudente y discreto. Su hermano Fidel previó el descalabro del
comunismo de la unión soviética unos meses antes de que ocurriera, pero no hizo
nada por paliar las consecuencias que eso tendría para Cuba y sus pobladores.
Entonces sobrevino la debacle. Raúl no quiere que el supuesto fin del
comandante lo sorprenda con los pantalones debajo de las rodillas.
Pero esto no queda aquí,
amigos lectores, hay mucho más. Los poquitos diarios cubanos, al menos hasta ahora, no se
han atrevido a afirmar que el teniente-coronel está completamente curado.
Granma está calladito. El periódico oficial del gobierno comunista de los
Castro no quiere repetir el ridículo que hizo hace unos años cuando anunció la
recuperación de Fidel y su inminente regreso al poder. Los periodistas y
comisarios que lo realizan saben que ninguna persona seria capaz de hablar de la
curación de un cáncer hasta cinco años después de terminados los tratamientos.
El segundo enigma es
tanto del comandante como de sus
adeptos. Parece según la publicación en los medios de comunicación de algunas
encuestas gobierneras que el teniente-coronel sube en las encuestas. El país
hace 13 años que está dividido a la mitad entre los que lo adversan y los que
lo aman, entre patriotas y escuálidos separados por una rara franja de compatriotas
políticamente glaciales o fríos, los
ni-ni (ni una cosa ni la otra), congelados en un inocente gesto vacilante.
No obstante, últimamente
dicen las encuestas gubernamentales que la aceptación de Chávez ha aumentado,
pese a los graves problemas de su supuesta enfermedad, de la inseguridad
(19.000 asesinatos en un año), la inflación (la más alta de América Latina) y
el desabastecimiento azaroso de bienes básicos de consumo masivo y de
medicamentos. Cómo y por qué se puede gobernar tan absolutamente mal,
utilizando la mentira, la demagogia y la manipulación de las emociones de las
masas populares y no pagar por ello un precio en las urnas es, realmente, un
desafío al sentido común, a la razón y a lo que es tangible..
Pero tampoco es un
fenómeno inédito. Muchos dictadores con su mala intención de perpetuarse en el
poder adormecen a las masas cual encantadores de serpientes ofreciendo villas y
castillos donde no los hay. Ese fue el caso de Perón, que nunca bajó del 70% de
popularidad aunque hundió a la Argentina en la miseria y la pobreza. Como
sucedió en la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, los pueblos pueden
conectar emocionalmente con un líder mostrenco y temerario que los lleva al
desastre. Es una de las mil variantes del “Síndrome de Estocolmo” o el de la
“Mujer maltratada”.
Acaso la tercera incógnita,
relacionado con la anterior, es la más extraña de todas: ¿por qué el comandante se mantiene fiel a una alianza
absurda con Irán, Siria, Bielorrusia, Corea del Norte y otros Estados de la
misma familia universalmente repudiada? ¿Por qué apoyó a Hussein y al dictador
Gadafi hasta el último día de su tiranía?
Según denuncian los
israelíes, Venezuela ayuda a Irán en su proyecto de construir armas nucleares.
¿Qué sentido tiene introducir a Venezuela en el peligroso avispero del Medio
Oriente? ¿Por qué les condena ese daño a sus compatriotas? Es posible que Fidel
Castro, padre y maestro prodigioso del comandante, le haya comunicado su pasión
por las aventuras internacionalistas y sus sueños por construir una alianza
capaz de enterrar a Occidente.
Pero si el teniente-coronel
puede observar serenamente –algo así como pedirle a la rana que eche pelos–,
descubrirá que lo único que su mentor comunista consiguió, realmente, en más de
medio siglo de delirios y batallas, fue enterrar a miles de cubanos en
cementerios africanos y en cuanto paraje agreste le resultó propicio para sus
locas fantasías de guerrillero planetario. Así son los enigmas amigos lectores.
Pura irracionalidad.