“LA
REALIDAD APOCALÍPTICA QUE VIVIMOS EN VENEZUELA”
Zenair
Brito Caballero
Los hechos fortuitos más
recientes, y aun los acostumbrados socio-políticos y económicos acumulados en
los últimos 15 años (quizá desde el instante mismo del ascenso del difunto comandante
al poder en 1998), me hacen concluir sin rodeos, que este modelo político se
agotó, que este modelo de país, se agotó, que este modelo económico y sus
distorsiones introducidas, se agotó, que el modelo de Estado adoptado, se
agotó, que el modelo mismo de nuestra vida republicana y nuestro modelo
democrático, simplemente se agotó; y se agotaron todos, completamente.
Vivimos hoy el gran vacío
de una cuasi democracia vivida durante 40 años, que debido a la incapacidad
oportuna de introducirle los correctivos correspondientes, ha dado como
resultado una realidad espantosa, un tal socialismo del siglo XXI donde la
corrupción social y política, la violencia sin límites, el reinado de los
antivalores, el triunfo de los mediocres y la mediocridad, la extorsión, la
vida delincuencial, la docilidad e indolencia frente a los abusos del poder
político, el clientelismo gubernamental a mansalva, la tremenda crisis de
liderazgo de ideas, personas y proyectos, el sometimiento a los designios extranjeros
(de Cuba y aliados comunistas), la incapacidad de solucionar los problemas de
fondo del país, las campañas electorales grises sin nuevas propuestas de
soluciones estructurales, viables, procedentes, oportunas, realizables y
financiables; el candidato del gobierno a la presidencia del país, con
discursos como los de su predecesor Chávez, cargados de odio, de insultos a la
oposición, de populismo, manipulación de las emociones de sus seguidores y
promesas de realización de obras casi faraónicas sin explicación de su financiamiento,
con discursos populistas y engañosos (“telepopulistas” en franca “video
política”).
La crisis profunda de
fiscalidad de este país que amenaza con hundirlo cada vez más en una crisis de
pago de incalculables proporciones; la actuación conspirativa en la Asamblea
Nacional de “fracciones” parlamentarias gobierneras Psuvistas en contra de los diputados opositores, que constituyen el
último reducto decente y honesto de control constitucional del poder que nos
queda a los ciudadanos bien nacidos de este país; el grande y abierto desprecio
que muestran funcionarios operadores de la partidocracia hacia las
instituciones, la institucionalidad, el Estado de Derecho y la independencia
interorgánica.
La confrontación perenne
entre cúpulas empresariales gobierneras que se disputan el control político del
Estado, para de esa manera poder privilegiar sus muy particulares intereses; el
manoseo que se hace de las instituciones públicas en cuanto a sus presupuestos
y el tráfico de influencias; la pasividad con que los jóvenes de este país son
indolentes frente a semejantes actuaciones de una clase política roja-rojita
mayoritariamente corrompida y “amañada”; la facilidad indescriptible con que un
diputado de un partido político se declara “independiente” o salta la talanquera,
y de esa manera lograr correlaciones aritméticas legislativas para lograr
aprobaciones parlamentarias de cuestiones altamente impopulares o de poca
conveniencia para el país.
Cuando veo como triunfa
la violencia con saña; cuando es claro que este gobierno socialista-comunista
no tiene ni tuvo nunca una política criminal de Estado, con todo lo que ello
implica; cuando el sistema judicial de este país se encuentra literalmente
colapsado y cumpliendo órdenes del Ejecutivo, cuando a los criminales les
imponen penas irrisorias por “falta de pruebas”; cuando no existe una
investigación medianamente decente de los hechos delictivos, cuando no existe
una investigación científica del delito, cuando la “reina” de las pruebas para
condenar en este país es la prueba testimonial.
Cuando se viola, se roba,
se extorsiona, se asesina y se cometen cualquier cantidad de ofensas delictivas
frente a la población civil indefensa y trabajadora; cuando el mentir, el
engañar, el chantajear y el defraudar se han vuelto sinónimos de lo “correcto”
y lo “bueno”; cuando los ciudadanos ya no se sienten representados ni un ápice
por los líderes políticos; cuando ser político ha llegado a ser sinónimo de “el
que engaña y roba”; cuando la desconfianza en el sistema de justicia es negativo
y generalizado, cuando los robos y atracos están a la orden del día; cuando ya
no existe una sola cosa decente en quien confiar, y ni en el deporte existe
honestidad y ética, entonces y sólo entonces me queda más que claro, que
nuestro modelo de vida social mismo se ha agotado y por ende nuestro sistema
político creado para que le dé un sentido de orden a aquél también.
Me recuerdo de aquella
frase pronunciada por Ayn Rand, escritora estadounidense nacida en Rusia,
quien en 1957 en su famoso libro “La rebelión de Atlas”, al señalar:
“Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no
producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no
bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y
por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra
ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra
usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se
convierte en un autosacrificio, entonces usted podrá afirmar, sin temor a
equivocarse, que su sociedad está condenada”.
No quería pensar, pero ya
lo pienso, que mi sociedad venezolana está condenada, pero me es más que claro,
por todo lo señalado y descrito que este modelo político se agotó, que este
modelo de país, se agotó, que este modelo económico y sus distorsiones
introducidas, se agotó, que el modelo de Estado adoptado, se agotó, que el
modelo mismo de nuestra vida republicana y nuestro modelo democrático, simplemente
se agotó; y se agotaron todos, completamente. ¿Pero cómo se desmontan esos
modelos perversos y distorsionados? Mediante una gran revolución democrática
que los sustituya, ¿Por cuáles? Responda usted amigo lector porque yo no soy
política, pero si observadora de lo que ocurre en mi país y una sola golondrina
no hace verano.