domingo, 8 de septiembre de 2013

“LA REALIDAD APOCALÍPTICA QUE VIVIMOS EN VENEZUELA”

“LA REALIDAD APOCALÍPTICA QUE VIVIMOS EN VENEZUELA”

Zenair Brito Caballero

Los hechos fortuitos más recientes, y aun los acostumbrados socio-políticos y económicos acumulados en los últimos 15 años (quizá desde el instante mismo del ascenso del difunto comandante al poder en 1998), me hacen concluir sin rodeos, que este modelo político se agotó, que este modelo de país, se agotó, que este modelo económico y sus distorsiones introducidas, se agotó, que el modelo de Estado adoptado, se agotó, que el modelo mismo de nuestra vida republicana y nuestro modelo democrático, simplemente se agotó; y se agotaron todos, completamente.
Vivimos hoy el gran vacío de una cuasi democracia vivida durante 40 años, que debido a la incapacidad oportuna de introducirle los correctivos correspondientes, ha dado como resultado una realidad espantosa, un tal socialismo del siglo XXI donde la corrupción social y política, la violencia sin límites, el reinado de los antivalores, el triunfo de los mediocres y la mediocridad, la extorsión, la vida delincuencial, la docilidad e indolencia frente a los abusos del poder político, el clientelismo gubernamental a mansalva, la tremenda crisis de liderazgo de ideas, personas y proyectos, el sometimiento a los designios extranjeros (de Cuba y aliados comunistas), la incapacidad de solucionar los problemas de fondo del país, las campañas electorales grises sin nuevas propuestas de soluciones estructurales, viables, procedentes, oportunas, realizables y financiables; el candidato del gobierno a la presidencia del país, con discursos como los de su predecesor Chávez, cargados de odio, de insultos a la oposición, de populismo, manipulación de las emociones de sus seguidores y promesas de realización de obras casi faraónicas sin explicación de su financiamiento, con discursos populistas y engañosos (“telepopulistas” en franca “video política”).
La crisis profunda de fiscalidad de este país que amenaza con hundirlo cada vez más en una crisis de pago de incalculables proporciones; la actuación conspirativa en la Asamblea Nacional de “fracciones” parlamentarias gobierneras Psuvistas en contra  de los diputados opositores, que constituyen el último reducto decente y honesto de control constitucional del poder que nos queda a los ciudadanos bien nacidos de este país; el grande y abierto desprecio que muestran funcionarios operadores de la partidocracia hacia las instituciones, la institucionalidad, el Estado de Derecho y la independencia interorgánica.
La confrontación perenne entre cúpulas empresariales gobierneras que se disputan el control político del Estado, para de esa manera poder privilegiar sus muy particulares intereses; el manoseo que se hace de las instituciones públicas en cuanto a sus presupuestos y el tráfico de influencias; la pasividad con que los jóvenes de este país son indolentes frente a semejantes actuaciones de una clase política roja-rojita mayoritariamente corrompida y “amañada”; la facilidad indescriptible con que un diputado de un partido político se declara “independiente” o salta la talanquera, y de esa manera lograr correlaciones aritméticas legislativas para lograr aprobaciones parlamentarias de cuestiones altamente impopulares o de poca conveniencia para el país.
Cuando veo como triunfa la violencia con saña; cuando es claro que este gobierno socialista-comunista no tiene ni tuvo nunca una política criminal de Estado, con todo lo que ello implica; cuando el sistema judicial de este país se encuentra literalmente colapsado y cumpliendo órdenes del Ejecutivo, cuando a los criminales les imponen penas irrisorias por “falta de pruebas”; cuando no existe una investigación medianamente decente de los hechos delictivos, cuando no existe una investigación científica del delito, cuando la “reina” de las pruebas para condenar en este país es la prueba testimonial.
Cuando se viola, se roba, se extorsiona, se asesina y se cometen cualquier cantidad de ofensas delictivas frente a la población civil indefensa y trabajadora; cuando el mentir, el engañar, el chantajear y el defraudar se han vuelto sinónimos de lo “correcto” y lo “bueno”; cuando los ciudadanos ya no se sienten representados ni un ápice por los líderes políticos; cuando ser político ha llegado a ser sinónimo de “el que engaña y roba”; cuando la desconfianza en el sistema de justicia es negativo y generalizado, cuando los robos y atracos están a la orden del día; cuando ya no existe una sola cosa decente en quien confiar, y ni en el deporte existe honestidad y ética, entonces y sólo entonces me queda más que claro, que nuestro modelo de vida social mismo se ha agotado y por ende nuestro sistema político creado para que le dé un sentido de orden a aquél también.
Me recuerdo de aquella frase pronunciada por Ayn Rand, escritora estadounidense nacida en Rusia, quien en 1957 en su famoso libro “La rebelión de Atlas”, al señalar: “Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos  contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces usted podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada”.

No quería pensar, pero ya lo pienso, que mi sociedad venezolana está condenada, pero me es más que claro, por todo lo señalado y descrito que este modelo político se agotó, que este modelo de país, se agotó, que este modelo económico y sus distorsiones introducidas, se agotó, que el modelo de Estado adoptado, se agotó, que el modelo mismo de nuestra vida republicana y nuestro modelo democrático, simplemente se agotó; y se agotaron todos, completamente. ¿Pero cómo se desmontan esos modelos perversos y distorsionados? Mediante una gran revolución democrática que los sustituya, ¿Por cuáles? Responda usted amigo lector porque yo no soy política, pero si observadora de lo que ocurre en mi país y una sola golondrina no hace verano.

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