martes, 12 de junio de 2012

¡¡CUANDO LAS PALABRAS OFENDEN!!



¡¡CUANDO LAS PALABRAS OFENDEN!!
Zenair Brito Caballero (britozenair@gmail.com)

Las palabras pueden herir más que los puñales. Y como la forma de expresarse que tienen los miembros de este gobierno socialista-comunista casi siempre resulta demoledora, pienso, que deberían ser más prudentes a la hora de abrir la boca. ¿A qué viene el consejo? A que muchas veces, movidos por las peores emociones  y por la ambición de poder los políticos rojos-rojitos pronuncian palabras que no convienen al oyente y, sin medir el alcance de ellas, terminan ofendiendo al propio pueblo. Y es precisamente esto, lo que le sucede al sr comandante y a sus seguidores al dirigirse a los venezolanos que le adversan.

¡Cuidado con lo que se dice, sobre todo si se alberga algún tipo de rencor en el alma y más aun cuando se tiene una enfermedad tan terrible en su cuerpo! El comandante habla demasiado en sus peroratas de cadenas, sin pensar el malestar que causa. ¿Cuántas personas se habrán alejado de su lado por una palabra mal dicha, por una ofensa o cambian de canal para no escuchar sus insultos? Sus asesores aparentemente tan comedidos, deberían velar porque las opiniones del presidente sean edificantes, antes que destructivas. Lo que ese señor dice, no debe ser un instrumento para hablar contra las personas disidentes, para propiciar polémicas sin sentido; ni tampoco para engañar o dejarnos enredar y ser engañados.

Las groserías y las descalificaciones a los contrarios, por citar un ejemplo, atropellan más de la cuenta. Con ellas no sólo se demuestra una mala educación, sino que además se irrespeta a los demás. De manera adicional, se hiere y le baja la autoestima a quien las escucha. Al pronunciar palabras soeces, ordinarias y groseras se maltrata verbalmente. Eso, sin lugar a dudas, es una de las más frecuentes formas de violencia en nuestra vida diaria y lo triste es, que el comandante da el ejemplo mientras sus seguidores aplauden como focas.

El comandante debería abandonar los juicios negativos y dejar atrás la ira, el odio y el resentimiento que le embarga Antes que pronunciar palabra alguna; debería  aceptar lo que recibe, sin importar lo grande o lo pequeño que sea. En el momento menos indicado, una sola palabra le destruye una ilusión o le mata los sueños a quienes le rodean, sean familiares o aduladores.

Ahora bien, pronunciar palabras fuera de tono, agresivas, descalificadoras y escatológicas, no tiene nada que ver con el nivel intelectual de cada quien. No es necesario ser político, presidente de la república, diputado, orador, ni poeta, ni mucho menos artista. Hay políticos que hablan por hablar y otros que hablan muy bien; pero muy pocos son los que lo hacen con el verdadero sentimiento que traen sus palabras.

Pienso que se debe llevar una vida consecuente con lo que se dice. En la absoluta sinceridad al hablar y en el testimonio que se de la vida diaria, están las cosas que nos transmiten la verdadera energía de la palabra pronunciada y mucho más cuando un presidente se dirige a su pueblo. Debería evitarles a los demás aquella frase que les amarguen de manera inútil sus vidas. ¿No nos gusta que hablen mal de nosotros? Si eso es así, no tenemos derecho a criticar a nadie y más quien se dice socialista, humanista y seguidor de la palabra de Cristo.

No es necesario creo yo, acreditar nuestra forma de ser ‘desacreditando’ las de los demás. No le gusta al comandante y a sus seguidores que les critiquen el mal gobierno, la demagogia, la manipulación de las emociones de los pobres y la mentira con que envuelven a sus seguidores, pero se la pasan criticando a la oposición en los programas de los medios gubernamentales. Pues bien, andar por ahí ‘rajando del vecino’ genera mucho dolor y lastimosamente los politiqueros del socialismo-comunismo no atropellan con carros, pero sí lo hacen con sus palabras descalificadoras y ofensivas. Tenemos un camino para cambiar esto EL DEL PROGRESO.

“LA JUSTICIA DEBE SER EXPEDITA Y LIMPIA”


“LA JUSTICIA DEBE SER EXPEDITA Y LIMPIA”
Zenair Brito Caballero (britozenair@gmail.com)
El juego de la balanza entre izquierda y derecha, permite a los países; por un lado mantener la estructura de instituciones que protegen la estabilidad y por otro poner en cuestión y enfrentar la inmovilidad que dichas instituciones pueden presentar. Ambas alas del pensamiento juegan un contrapeso que permite el equilibrio y ambas son legítimas e igualmente importantes, reflexionaba conmigo en una conversación reciente el Dr. Antonio Laghouati amigo y compañero de los seminarios de ampliación postdoctoral que hicimos hace ya varios años en (CIPOST) en la UCV.
.
Pienso al oír estas palabras de mi amigo en las contiendas electorales. La legitimidad de cada grupo político reside en un ánimo pacífico, ¡sí apasionado, vehemente, impulsivo,! pero nunca provocador, sedicioso, irrespetuoso, irreverente o iracundo, todo lo contrario a lo que observamos en los personeros gubernamentales rojos-rojitos.

Las personas que nos identificamos con un pensamiento democrático; en defensa de los derechos humanos, de igualdad, de fraternidad, de solidaridad, debemos entender la importancia que tiene nuestra convicción y nuestros actos frente a quienes prefieren resguardarse en la certidumbre y la comodidad de una mirada vigilante y el uso del miedo para controlar, manipular y mantenerse en el poder.

La «Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano» (DDHC)  sabemos que surgió de las ideas de la ilustración, de un grupo de demócratas que pensó un mundo más igualitario, para acabar con los privilegios de los nobles, llevando a la sociedad a un país democrático (con sus deficiencias ya que en 1979 había aún muchas taras discriminatorias y el derecho avanza lentamente).

Hemos visto en ésta misma historia, que la sangre sólo lleva a más sangre y que, por otro lado, los ideales de dignidad y cambio han ganado en casi todos los terrenos, y eso hace aún más interesante ver como ahora, la izquierda se adjudica, se confiere, se asigna estos principios humanistas, y la iglesia intenta apropiárselos a su manera. Si la inserción de una mirada agitadora, como fue la de dicha DDHC ha sabido permear al interior del pensamiento moderado, podemos reconocer que el trabajo de los distintos pensadores históricos ha sido enorme. Gracias a los ideales democráticos  evolucionamos.

Quiero pensar, que lo mismo pasará con los principios jurídicos que han sido planteados desde las Naciones Unidas en materia de igualdad, y que se han expuesto como condición sin equanon para la sobrevivencia de un mundo justo.

Tengo la esperanza que instrumentos jurídicos como la «Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer>> terminarán por ser entendidos por los cautelosos e incluso por aquellos y aquellas que diciéndose demócratas, siguen negando la desigualdad de las mujeres frente a los hombres en nuestro país.

Estas ignoran la obligación que tiene el Estado de equilibrar la balanza, a través de políticas con perspectiva de género y de acciones afirmativas. Luchar por un bienestar general, significa establecer medidas que pongan a todos los individuos al mismo nivel frente a la ley, tanto en derechos como en obligaciones.

Esa misma esperanza tengo, en el urgente reconocimiento y la toma de decisiones para curar el hostigamiento sexual; enfermedad de ésta cultura falogocéntrica, que cobra a las mujeres «su derecho a trabajar decentemente», permitiendo en muchos casos (miles de casos de hostigamiento sexual, incluso al interior de aquellas instituciones cuya vocación es la de defender los Derechos Humanos de las Mujeres.

Aterra imaginar que la misma CNDH termine por reproducir prácticas discriminatorias con sus empleadas. Y se me viene de golpe la frase de Edmund Burke que dice: «Todo lo que es necesario para el triunfo del mal, es que los hombres de bien no hagan nada». Es aquí donde entra nuestra responsabilidad, la necesidad de nuestra acción y nuestra vocación de rectitud, para ejercer el equilibrio: ¡Hay que hacer, particularmente en casos como éste, que la justicia sea expedita! Y no inmoral y sucia a conveniencia. ¿Y usted que piensa?