martes, 10 de julio de 2012

ZENAIR BRITO CABALLERO, “SALARIOS, DESABASTECIMIENTO E INFLACIÒN”


“SALARIOS, DESABASTECIMIENTO E INFLACIÒN”
Zenair Brito Caballero (britozenair@gmail.com

No es que yo exagere, pero con la inflación reinante hoy en Venezuela, con el aumento de precios en todos los rubros de la canasta básica, más los de las medicinas, ropa, calzado y los servicios generales de una casa o apartamento, hecho que se incrementó desde el cambio de la moneda quitándole los tres ceros a los bolívares, el salario de los venezolanos y de las venezolanas ha quedado prácticamente desvalorizado, y tal situación entraña un grave riesgo de afectar de manera sensible la solidez del núcleo familiar y por esa consecuencia la unidad de la sociedad venezolana.

Una mayoría que soportamos estoicamente la crisis, y un grupo afecto a la revolución socialista-comunista favorecido con las prebendas políticas, con las llamadas misiones y con la compra de conciencias para comprar los votos el 7 de octubre, y que por supuesto no siente el efecto de la deteriorada economía nacional.

Son ya varios años, meses, que está campeando la distorsión de precios en los centros de abastecimiento de alimentos, en las tiendas, farmacias, supermercados y colegios, liceos y universidades privadas, debido a una inflación incontrolable que se agudiza con alarmantes índices de abuso y especulación, lo que hace inviable a muchos venezolanos cubrir medianamente las necesidades  familiares, resultando los hijos, hijas y ancianos los mayormente castigados, con las restricciones de salarios, que no sirven para comprar ni medianamente lo que hace años atrás servía para cubrir una dieta diaria equilibrada sin restricciones, y hasta con cierto margen de ahorro.

Sobre los precios totalmente alterados de alimentos básicos, caso del pan, el arroz, los fideos o pasta larga o corta, el  azúcar, harina de trigo y la de maíz, el aceite y algunos cereales como la avena, se suman los precios altos de las carnes de res o de pollo, y qué decir de cerdo o cortes especiales, la charcutería, los quesos nacionales o importados, las verduras, los vegetales, las frutas y hortalizas también están por las nubes y no hay autoridad que ponga remedio a la especulación. ¿Dónde está el INDEPABIS?

Es natural que el problema se acreciente con la amenaza de sectores como el de transporte, que si bien no han variado mucho sus costos de operación, lo que recaudan en el día no les alcanza para sufragar los gastos familiares que se han elevado y deben ser cubiertos cotidianamente, por tanto la alternativa de compensación está en la elevación de tarifas es decir una espiral, que incluye otros factores colaterales  que sumados uno tras otro pueden ocasionar una terrible eclosión social.

Los ministros del área económica, muy orondos, hablan de macro cifras, el ciudadano común no sabe que hacer con su micro salario, la especulación de los expendedores de alimentos y la inflación reinante, a las cuales se suman situaciones negativas como fenómenos naturales que también tienen su efecto negativo en el conjunto de los componentes de la economía nacional, esto significa que el daño es realmente dramático a  la hora de sopesar  los problemas  ocasionados por la falta de recursos económicos en el bolsillo y no en las cuentas  millonarias del Ente Emisor, sin uso  práctico para compensar la pérdida del valor adquisitivo de los salarios.

Otro componente  económico tiene relación con la “regulación” del bolívar venezolano frente al dólar, situación que complica seriamente a los exportadores y  pone en riesgo industrias y miles de fuentes de empleo, lo que agudiza la crisis estructural de  nuestro sistema financiero.

Son problemas que se sienten y se viven con alarmante dureza, sin embargo tal parece que este inconveniente sumamente delicado no está consignado en las agendas de los Ministros y menos del Mandatario socialista-comunista, pues lo importante para ellos, es seguir engañando a los ignorantes para tratar de seguir en el poder.

Es urgente que se adopten medidas para salvar la crisis, frenando  la inflación y defendiendo la economía de la  mayoría de venezolanos y venezolanas, que desesperados  pueden cambiar el rumbo del país. Hay un camino para que esto cambie y es EL DEL PROGRESO

ZENAIR BRITO CABALLERO, LA SABIDURÍA DE LO QUE ES LA PATRIA


“LA SABIDURÍA DE LO QUE ES LA PATRIA”
Zenair Brito Caballero (britozenair@gmail.com)


A lo largo de los tiempos se ha pretendido definir el concepto de patria recurriendo incluso a las etimologías. Esto es, a la raíz de las palabras en cada lengua gramaticalmente formalizada. Yo, como venezolana en cambio, intentaré una aproximación a la idea de patria indagando la estructura olfativa, afectiva y visual que se escurre silenciosamente detrás de este importante concepto histórico-antropológico; lo mismo que al sentido de pertenencia nacional.

En esta línea de pensamiento para hablar de patria se requiere una especie de incursión  primigenia en la psicología de los niños  y de los adolescentes que en el curso de sus vidas han aprendido a identificar, entre mismos, los olores y sabores del ambiente y de la gastronomía de cada subregión nacional, en tanto que la memoria gustativa es una de las más duraderas en los registros sensoriales del ser humano.

Unos autores asocian el recuerdo de la patria al olor singular que emana de la tierra recién mojada, después de los primeros aguaceros del mes de mayo o en los finales de la temporada de lluvias. Pero al hablar de la lluvia, de la tierra y de sus estaciones, entramos en el capítulo del paisaje y del paisanaje de  cada país y de cada región, porque el entorno geográfico define un porcentaje nada desdeñable de los comportamientos humanos.

A los antiguos egipcios, por ejemplo, los definía la existencia imponente del río Nilo, al grado que un personaje de una novela del escritor finlandés Mika Waltari, el cual expresaba “que el hombre migrante que había bebido las aguas del Nilo, sólo en este mismo río podía saciar su sed”.

A la parte gastronómica y geográfica se suma el conjunto de costumbres que se advierte en las maneras y valores (o antivalores) que articulan la identidad peculiar de los individuos en el entramado social. He aquí entonces la vértebra del paisanaje que caracteriza a ciertos individuos –hombres y mujeres venezolanos– que sin importar las décadas y las distancias exhiben la curiosa tendencia de parecerse entre sí.

Ello se detecta especialmente en las colonias de migrantes que por razones diversas han tenido que abandonar sus propios terruños. Es esencial, en el heterogéneo tema de la patria, el capítulo relativo a la lengua y al lenguaje común de los habitantes de un determinado país o de una comunidad de naciones, pues el idioma forma parte de las estructuras afectivas más íntimas del ser humano, en tanto que los hombres y mujeres sueñan en un determinado idioma y rezan en una determinada religión.

El fenómeno lo experimentan sobre todo los viajeros que después de varias semanas de itinerancia, sienten la necesidad impostergable de buscar a otras personas que hablen la misma lengua o algún idioma parecido. Jorge Luis Borges decía que “la patria es un acto de fe”. A lo que se podría añadir que esta fe la configuran los sabores, los olores, los paisajes, el idioma, el dialecto y las cosmovisiones religiosas de cada pueblo.

Por eso la posible amenaza constante proveniente de un tirano golpista y de sus genuflexos seguidores de cerrar los medios de comunicación televisivos, radiales e impresos a penas de recibir sus ordenes, se recibe como un insulto imperdonable que pretende violentar las intimidades más queridas de la patria y de sus habitantes, por muy pequeña o por muy grande que ésta geográficamente sea.

Es posible que haya algo irracional detrás del concepto patria. Pero también hay algo sagrado y trascendente que a los esnobistas ideológicos socialistas-comunistas del fulano siglo XXI de hoy en día les es imposible comprender.







ZENAIR BRITO CABALLERO, EN VENEZUELA TENEMOS UNA MORAL COMPLACIENTE


               EN VENEZUELA TENEMOS UNA MORAL COMPLACIENTE              
Zenair Brito Caballero (britozenair@gmail.com)
Los venezolanos aspiramos cada vez más a vivir en un país  donde se nos respeten nuestros  derechos. Defendemos la libertad de opinión; principio básico para vivir en sociedad, pero muchos desconocen el derecho a expresar libremente el afecto. Aspiramos a vivir en sana convivencia, hacemos llamados a la tolerancia, protestamos contra la corrupción y  reclamamos garantías para el desarrollo pleno, aunque la mayoría de las veces muchos ciudadanos incurren en excesos que terminan por contradecir su discurso, aferrándose en ocasiones a una moral relativa  y sin inconvenientes.
El estrés, las depresiones y la histeria, tan característicos de los gobiernos autoritarios,  han ido cediendo espacio a una sociedad permisiva, que terminó desvalorizando la rigidez y la relevancia del vivir, para rendir culto a una época que niega los signos de responsabilidad, lo que ha hecho que desde múltiples puntos se nos bombardee con imperativos categóricos que en apariencia tratan de mostrar el renacer de una nueva ética.
Muchas personas hablan de la necesidad de luchar contra la corrupción en las que me incluyo, así como también proteger el medio ambiente, la solidaridad,  equidad, transparencia,  responsabilidad ética y de  paz; sin embargo, la intención de querer corregir las cosas desde la superficie, pero con  poco compromiso de querer cambiar las cosas de fondo, parece ser una tendencia creciente en esta época identificada con una subjetiva indiferencia  hacia todo.
La eterna costumbre de condenar con severidad algunos cuestionamientos contra posturas críticas,  acompañada también  de la costumbre de absolver con facilidad otras, ha terminado por crear   un relativismo moral peligroso, en lo que se refiere al derecho de opinión y del sentimiento.
Dos temas en apariencia disímiles, pero conectados por la libertad de expresión y por la tendencia del ser humano a negarse a tomar una postura equilibrada que favorezca tanto a quien lo reclama como a quien debe proporcionarlo.
Por estos días se ha estado reflexionando sobre la libertad de expresión, originándose interrogantes como ¿hasta dónde deben y pueden llegar los límites de ese derecho?, pues es común en nuestro contexto que antes de reaccionar ante una crítica que puede atentar o no contra el derecho a la libre opinión, bueno es para unos preguntar quién lo hizo y con qué fin,  pues si es beneficioso para alguno de nuestros afectos o intereses, se puede tolerar, pero si no lo es,  hay que censurarlo con alta voz y elocuencia.
Eso hace que nuestra moral, blanda y cambiante como gelatina, se ponga al servicio de algunos y de otros no. Igual  ocurre con el derecho al afecto o al amor con responsabilidad, pues desde todas las edades, muchos propenden  por el sexo frío y desconectado del sentimiento, para protegerse de decepciones amorosas y del desequilibrio emocional que de ellos se desprende, llegando a negar la necesidad de amar y sentirse amados, validando el final de la cultura sentimental.
Es común la tendencia de muchos padres a exigir a sus hijos que nieguen el término conquista amorosa, argumentando que  están demasiado jóvenes,  que les falta mucho por vivir y  relaciones por experimentar, incluso se le sugiere al hijo o hija no enamorarse de manera profunda  y seria, lo que resulta riesgoso y equivocado, pues detrás de la preocupación por evitar el fracaso sentimental de los hijos, terminan por implantarles una cultura de la ausencia sentimental, inyectándoles la posibilidad de tener una relación sin compromiso, como si la responsabilidad y la seriedad en el amor estuviera lejos del alcance de los jóvenes, quienes producto de malas orientaciones encuentran en la liberación sexual, el feminismo y la pornografía, una herramienta segura para levantar barreras contra las emociones y desechar las intensidades afectivas, que bien asistidas se convierten en elemento valioso para estructurar una ética de responsabilidad consigo mismo y con el entorno.
Tener libertad de opinión involucra también  libertad para expresar afecto y emoción, regulándose por principios éticos como la palabra de Dios entre otras, sin ser estigmatizados de pre-modernos, para no caer en la cultura de lo light, pautada por el interés de sacar partido de la situación, amén de construir una intención de cambio desde la superficie y no desde la profundidad.