LA DEMOCRACIA DEBE DEBATIRSE Y CONSTRUIRSE ENTRE TODOS
Zenair Brito Caballero
En estos últimos días escuchábamos en una entrevista televisada,
decir a un dirigente político del gobierno que creía que Nicolás Maduro
ganaría. Y daba como primera razón para creer en eso que su partido PSUV tenía
“mucha fe en Dios y en el comandante Chávez (Q.E.P.D)”. Es sólo un ejemplo de
lo mucho que podremos escuchar y que ya vamos escuchando en este ambiente
electoral.
Evidentemente respetamos la fe en Dios y en los muertos, pero
relacionar la misma con un posible triunfo electoral de un partido no sólo es
caprichoso sino peligroso.
Instrumentalizar la religión y la muerte del comandante ni es
correcto, ni está permitido por nuestra legislación fundamental.
Además la fe
sin obras, como diría Santiago 2, 26, está muerta. Y las obras de los políticos
rojos rojitos no han sido siempre ni en su conjunto obras de la fe, al menos en
lo que respecta a la fe cristiana porque comunista
es ateo. Pero lo que interesa no es tanto rebatir una frase, pues se
podrían rebatir muchas más, y de todas las tendencias, sino reflexionar a fondo
sobre la clase de democracia que queremos a partir del 14 de abril.
Preguntarnos qué tipo de democracia queremos es importante
porque, aunque se han ido dando en la oposición y su candidato exhortaciones por
la paz, nuestro sistema democrático descalabrado en 14 años de gobierno
socialista-comunista no puede llamarse todavía una democracia de calidad. Hay
demasiados puntos oscuros en ella que deben ser llevados a debate en este
período electoral.
Precisamente en este tiempo en que los líderes oficialistas se
dedican a insultar, mentir, decir frases que podrían figurar en cualquier
antología del disparate al candidato opositor y quienes le siguen, urge debatir
la calidad de nuestra democracia.
Es evidente que si se consultaran a la ciudadanía en plan de
referéndum muchas de las situaciones actuales, los resultados serían muy
contradictorios a la realidad existente. Por ejemplo, si le preguntáramos a la
ciudadanía si está de acuerdo con el altísimo ingreso mensual de los diputados
de la A.N, de los Rectores del CNE, de la Fiscal general de la República, de
los Magistrados del TSJ, etc., con seguridad la ciudadanía se pronunciaría
masivamente en contra.
Porque la diferencia es escandalosa. Y el enfrentarse a esa
diferencia no es de izquierdas ni de derechas. Es un problema de decencia
nacional y de calidad democrática cuya solución no puede dejarse para dentro de
25 o 30 años.
Sabemos que no es viable someter sistemáticamente a
referéndum detalles del nivel y estilo del mencionado. Pero lo cierto es que
necesitamos comparar siempre la realidad con la ética y con el sentido común de
la ciudadanía que sabe distinguir en general con bastante claridad entre lo
bueno y lo malo.
Pero no siempre a los responsables de la política les interesa
la opinión del pueblo venezolano. Detectar las mayores necesidades reales de la
población y debatirlos honestamente tanto desde la política como desde la
ciudadanía, es indispensable para el desarrollo del país.
Si, como hemos dicho, el referéndum no es viable como método
sistemático para todas las decisiones, urge mejorar nuestras instituciones de
tal manera que faciliten la participación ciudadana, el debate y el
mejoramiento de nuestra institucionalidad.
La calidad de la democracia sí debe debatirse y construirse
entre todos. Y el desarrollo económico y social es parte de esa calidad en
favor de la cual los propios partidos políticos deben hacer pactos de dimensión
nacional. Ya se han dado en el país acuerdos importantes con la MUD, pero es
imprescindible que continuemos haciéndolo.
Acuerdos sobre educación, salud, empleo, acceso a servicios de
calidad, transporte, deuda, deben ser tomados como compromisos nacionales de
largo plazo, acuerpados tanto por los partidos políticos como por la sociedad
civil. Dar el espectáculo electoral de desprestigiar absolutamente al
contrincante ni es bueno para el país ni es bueno para la democracia.
Si creemos que los políticos son indispensables para la
democracia, y que la democracia es el mejor de los sistema políticos posibles
hoy por hoy, tenemos que ser coherentes. No podemos tener una democracia sana
si la gente no cree ni confía en los políticos. Y no tendremos políticos
confiables si son incapaces de tomar acuerdos conjuntos en beneficio de toda la
población. Y lo que hemos dicho del referéndum no quiere decir que con respecto
a algunos temas no sea necesario en el país.
No negamos que la diferencia entre partidos sea positiva. Es
cierto que la diferencia ideológica y en el modo de gobernar es natural y
positiva en una democracia. Pero lo inaceptable es la irresponsabilidad frente
a graves problemas nacionales, o incluso exhibirlos para dañar al contrario,
sin tener al mismo tiempo una seria voluntad de solucionarlos.
Los graves problemas nacionales o se resuelven a través de
acuerdos que impliquen a la gran mayoría de la gama política y de la sociedad
civil, o permanecen como amenaza para el presente y el futuro. Aún estamos a
tiempo de lograr acuerdos básicos que den garantía de que caminamos hacia un
estado con calidad democrática, antes que se nos echen encima los 10 días oficiales
de tinte electoral, donde es lógico que afloren las diferencias. Pero si
previamente a las mismas, asentamos objetivos nacionales comunes, el futuro
será más confiable.