martes, 19 de marzo de 2013

LA DEMOCRACIA DEBE DEBATIRSE Y CONSTRUIRSE ENTRE TODOS


LA DEMOCRACIA DEBE DEBATIRSE Y CONSTRUIRSE ENTRE TODOS
Zenair Brito Caballero

En estos últimos días escuchábamos en una entrevista televisada, decir a un dirigente político del gobierno que creía que Nicolás Maduro ganaría. Y daba como primera razón para creer en eso que su partido PSUV tenía “mucha fe en Dios y en el comandante Chávez (Q.E.P.D)”. Es sólo un ejemplo de lo mucho que podremos escuchar y que ya vamos escuchando en este ambiente electoral. 
Evidentemente respetamos la fe en Dios y en los muertos, pero relacionar la misma con un posible triunfo electoral de un partido no sólo es caprichoso sino peligroso.
Instrumentalizar la religión y la muerte del comandante ni es correcto, ni está permitido por nuestra legislación fundamental. 
Además la fe sin obras, como diría Santiago 2, 26, está muerta. Y las obras de los políticos rojos rojitos no han sido siempre ni en su conjunto obras de la fe, al menos en lo que respecta a la fe cristiana porque comunista es ateo. Pero lo que interesa no es tanto rebatir una frase, pues se podrían rebatir muchas más, y de todas las tendencias, sino reflexionar a fondo sobre la clase de democracia que queremos a partir del 14 de abril.
Preguntarnos qué tipo de democracia queremos es importante porque, aunque se han ido dando en la oposición y su candidato exhortaciones por la paz, nuestro sistema democrático descalabrado en 14 años de gobierno socialista-comunista no puede llamarse todavía una democracia de calidad. Hay demasiados puntos oscuros en ella que deben ser llevados a debate en este período electoral.
Precisamente en este tiempo en que los líderes oficialistas se dedican a insultar, mentir, decir frases que podrían figurar en cualquier antología del disparate al candidato opositor y quienes le siguen, urge debatir la calidad de nuestra democracia.
Es evidente que si se consultaran a la ciudadanía en plan de referéndum muchas de las situaciones actuales, los resultados serían muy contradictorios a la realidad existente. Por ejemplo, si le preguntáramos a la ciudadanía si está de acuerdo con el altísimo ingreso mensual de los diputados de la A.N, de los Rectores del CNE, de la Fiscal general de la República, de los Magistrados del TSJ, etc., con seguridad la ciudadanía se pronunciaría masivamente en contra.
Porque la diferencia es escandalosa. Y el enfrentarse a esa diferencia no es de izquierdas ni de derechas. Es un problema de decencia nacional y de calidad democrática cuya solución no puede dejarse para dentro de 25 o 30 años.
Sabemos que  no es viable someter sistemáticamente a referéndum detalles del nivel y estilo del mencionado. Pero lo cierto es que necesitamos comparar siempre la realidad con la ética y con el sentido común de la ciudadanía que sabe distinguir en general con bastante claridad entre lo bueno y lo malo.
Pero no siempre a los responsables de la política les interesa la opinión del pueblo venezolano. Detectar las mayores necesidades reales de la población y debatirlos honestamente  tanto desde la política como desde la ciudadanía, es indispensable para el desarrollo del país.
Si, como hemos dicho, el referéndum no es viable como método sistemático para todas las decisiones, urge mejorar nuestras instituciones de tal manera que faciliten la participación ciudadana, el debate y el mejoramiento de nuestra institucionalidad.
La calidad de la democracia sí debe debatirse y construirse entre todos. Y el desarrollo económico y social es parte de esa calidad en favor de la cual los propios partidos políticos deben hacer pactos de dimensión nacional. Ya se han dado en el país acuerdos importantes con la MUD, pero es imprescindible que continuemos haciéndolo.
Acuerdos sobre educación, salud, empleo, acceso a servicios de calidad, transporte, deuda, deben ser tomados como compromisos nacionales de largo plazo, acuerpados tanto por los partidos políticos como por la sociedad civil. Dar el espectáculo electoral de desprestigiar absolutamente al contrincante ni es bueno para el país ni es bueno para la democracia.
Si creemos que los políticos son indispensables para la democracia, y que la democracia es el mejor de los sistema políticos posibles hoy por hoy, tenemos que ser coherentes. No podemos tener una democracia sana si la gente no cree ni confía en los políticos. Y no tendremos políticos confiables si son incapaces de tomar acuerdos conjuntos en beneficio de toda la población. Y lo que hemos dicho del referéndum no quiere decir que con respecto a algunos temas no sea necesario en el país.
No negamos que la diferencia entre partidos sea positiva. Es cierto que la diferencia ideológica y en el modo de gobernar es natural y positiva en una democracia. Pero lo inaceptable es la irresponsabilidad frente a graves problemas nacionales, o incluso exhibirlos para dañar al contrario, sin tener al mismo tiempo una seria voluntad de solucionarlos.
Los graves problemas nacionales o se resuelven a través de acuerdos que impliquen a la gran mayoría de la gama política y de la sociedad civil, o permanecen como amenaza para el presente y el futuro. Aún estamos a tiempo de lograr acuerdos básicos que den garantía de que caminamos hacia un estado con calidad democrática, antes que se nos echen encima los 10 días oficiales de tinte electoral, donde es lógico que afloren las diferencias. Pero si previamente a las mismas, asentamos objetivos nacionales comunes, el futuro será más confiable.