viernes, 15 de marzo de 2013

INSEGURIDAD Y VIOLENCIA COMO RETO PARA EL NUEVO GOBIERNO


INSEGURIDAD Y VIOLENCIA COMO RETO PARA EL NUEVO GOBIERNO
Zenair Brito Caballero

La violencia urbana es un grave problema social que afecta y trastorna la cotidianidad, altera las rutinas ciudadanas y amenaza la integridad de todos. Esa permanente inseguridad genera zozobra, le resta eficiencia al conjunto de la sociedad y devora enormes recursos que podrían dedicarse a mejores propósitos. La violencia urbana en Latinoamérica es una pandemia social que urge de estudios serios.

Hay que ir a las causas del mal, a sus orígenes, entender su singularidad,  y la dimensión de su accionar antes de proponer medidas. El sentido común o la buena fe de los gobernantes no son suficientes. Para adoptar políticas eficaces hay que partir de diagnósticos eficaces. Lo demás es improvisación sin resultados.

Según el PNUD, Latinoamérica, además de ser la región con mayor desigualdad económico-social, es también la zona más violenta del planeta. Por cada 100.000 habitantes se producen 8 asesinatos/año en el mundo. Latinoamérica, habitada por el 9% de la población mundial, supera ese índice con un promedio de 27 muertes violentas/año por cada 100.000 habitantes. Desde luego hay grandes diferencias entre países; en algunos, el indicador antes citado llega a 44.

El crimen y la brutalidad hacen parte de la cotidianidad y ante la inoperancia de las políticas implementadas son muchos los que parecen resignados a convivir con estos males. Es alarmante que 40 de las 50 ciudades más violentas del mundo estén en Latinoamérica y varias ciudades venezolanas entre ellas.

En  la inseguridad es sobre todo urbana y es la primera causa de muerte entre los jóvenes. La violencia ha sido una constante en la historia del país de los últimos 14 años de socialismo-comunismo. A la violencia política, expresión de la lucha por el poder, se agrega la violencia social urbana ejecutada por  bandas delincuenciales causantes del 96% de los homicidios.

Entre los factores que contribuyen a la inseguridad y a la violencia urbana se destacan el empobrecimiento, la desigualdad, las carencias educativas, la precariedad democrática que niega la igualdad de oportunidades e impide la movilidad social, el auge de los circuitos criminales de las drogas, la cultura del dinero fácil y la corrupción.

Se suma la escasa confianza en instituciones como la policía y el sistema judicial. Es una violencia de todos contra todos que no cesa a pesar de las enormes inversiones en seguridad pública y privada, en equipos, en cuerpos armados y en cárceles cada vez más gigantescas que en vez de rehabilitar cultivan el delito

De las ciudades venezolanas se escriben crónicas que narran el terror que infunden las caravanas del crimen y acto seguido surgen las recetas de siempre, más policías y más castigos, es decir, poco de humanismo y mucho de represión. Son las soluciones típicas cuando la débil democracia ofrece tan poco

Las bandas delincuenciales representan un fracaso de toda la sociedad y son resultado de la exclusión escolar y laboral. La escuela atiende poco su función social de formar jóvenes en nuevos valores. Hoy son más los niños que empiezan la escuela, pero son muchos los que no terminan.

La deserción produce graves frustraciones en jóvenes que difícilmente se incorporan al mercado laboral; en el ocio rompen con su círculo social y son presa fácil de las bandas criminales. Muchos jóvenes ni estudian ni trabajan. La proclividad a la delincuencia es inevitable, el alto consumo de alcohol y la disponibilidad de armas facilitan el proceso

A lo anterior se suman los contrastes económicos en una Venezuela devastada donde la opulencia y el derroche gubernamental pretenden convivir con la miseria y la exclusión y donde las prácticas corruptas se han impuesto como un mecanismo legítimo de ascenso social. Una ciudad donde los centros comerciales exhiben toda clase de productos que sólo unos pocos pueden comprar; esos abismos entre las fantásticas ofertas y la imposibilidad de adquirirlas honradamente impulsan al delito para resolver las carencias.

De otra parte la violencia política expulsa de su pueblo a muchas familias que se trasladan a las principales  ciudades convencidas, que allí encontrarán mejores oportunidades; muchos terminan en barrios marginales expuestos a la problemática descrita

Superar la violencia urbana debería ser una prioridad para el futuro gobernante que salga electo el próximo 14 de abril. No hay por qué vivir en tanta incertidumbre. Es factible remediar el mal y es posible un mejor vivir. No es ingenuidad y si lo parece que sea una ingenuidad esperanzadora que inyecte un poco de optimismo, con un cambio para Venezuela. Todos a rescatar la democracia. No al socialismo comunismo y si un camino al Progreso y a la libertad. britozenair@gmail.com

¿CUÁL ES EL FUTURO DE LOS VENEZOLANOS?


¿CUÁL ES EL FUTURO DE LOS VENEZOLANOS?
Zenair Brito Caballero
En Venezuela, nos estamos adiestrando a que lo anormal y lo corrupto sean lo normal y lo aceptado. Es tan pobre la formación sociopolítica de los venezolanos, que somos testigos cotidianos de graves distorsiones de lo político y seguimos como espectadores pasivos, el lamentable espectáculo de unos procedimientos y estilos del llamado socialismo-comunismo que confunden política con simple lucha por el poder.
La política es ciencia y gestión del bien común. El poder está en el pueblo que es soberano y lo ejerce por medio del sufragio, eligiendo a quienes considera que van a dedicarse a trabajar para el bien de toda la ciudadanía.
Hace tiempo que el gobierno no trabaja para el bien común, sino para el bien de sus partidarios. Si los jerarcas socialistas-comunistas del poder trabajaran para el bien común el país no tendría tantos ciudadanos empobrecidos, casi la mitad de la población, todos los ciudadanos tendrían vivienda, todos recibirían una educación de calidad y todos tendrían atención para su salud y encontrarían trabajo, nadie tendría que emigrar. El país cuenta con recursos petroleros y recaudos de impuestos del SENIAT sobrados para ello. Una justa distribución y participación en la riqueza lo haría posible.
Si los políticos rojos-rojitos trabajaran para el bien común, hace tiempo (14 años) que la mayoría de nuestras rutas estarían asfaltadas, los puentes no se hundirían, las calles estarían bien pavimentadas y bien iluminadas, los buses o busetas serían decentes, no explotarían a los pasajeros con pésimos servicios ni largarían veneno por sus tubos de escape para intoxicar a los ciudadanos, tendríamos seguridad para salir a la calle a cualquier hora sin temor a ser asaltados, atracados o asesinados, todos los policías serían honestos y fieles a su profesión.
Si los políticos rojos-rojitos que nos gobiernan trabajaran para el bien común el lago de Maracaibo y el de Valencia estarían vivos y serían transparentes, lugar de encuentro para el placer de sus playas y el deporte, nuestros arroyos correrían limpios sembrando vida, fecundando tierras, llenando nuestros ríos.
Si los políticos rojos-rojitos en situación de gobierno trabajaran para el bien común nuestros niños, adolescentes y jóvenes no serían acosados por criminales vendedores de drogas, porque en vez de ser cómplices del narcotráfico y de la producción de drogas, los políticos chavistas o pesuvistas con poder hace tiempo habrían extirpado esta lacra mortal de nuestro país.
La pasividad ciudadana de los venezolanos ante la distorsión y la corrupción política no es un simple delito de omisión, es también un delito de negligencia e irresponsabilidad ciudadana. La historia y los nietos nos van a juzgar muy severamente, porque dejamos que se destruya el país poco a poco, que se desequilibre la sociedad cada vez más y más y estamos reaccionando como si todo estuviera bien y nada tuviéramos que hacer personal y socialmente.
El problema no es solo de los políticos que acceden a poderes de Gobierno. La basura que los vecinos tiran al arroyo, los buses chatarras que contaminan nuestras calles, las fábricas que han destruido (el lago de Valencia) no son obras del Gobierno, son barbaridades de ciudadanos que no respetan los recursos y bienes del país.
Por lo visto todavía seguimos con estructuras mentales y hábitos culturales propios de los pueblos nómadas, que conciben la naturaleza como espacio para depredar, en vez de oportunidad para producir y desarrollar la naturaleza.
La cultura depredatoria no se manifiesta solamente en la expoliación de la naturaleza, igual se ceba en el Estado. La mayoría de los ciudadanos venezolanos quiere vivir a costa del Estado. El fallecido presidente Chávez, como los anteriores, prometió reducir el número de funcionarios públicos y lo que hizo fue multiplicarlos.
Los candidatos presidenciales, como los nuevos intendentes y gobernadores, como los ministros y directores de instituciones del Estado suman y suman sus propios funcionarios, acrecentando el número de personas que viven a costa de lo que los ciudadanos aportamos para el desarrollo del país. El sueño de muchos amigos y seguidores de los presidenciables es recibir un cargo en la administración pública para vivir del Estado.
Es cierto que la educación cívica y ética que ofrecemos a los escolares y universitarios es elemental e insuficiente. Pero aunque fuera perfecta, la verdad es que la sociedad destruye escandalosamente el trabajo de los educadores. En este momento no sé cuántas instituciones públicas están defendiendo realmente el bien común. ¿Cuál es el futuro de los venezolanos? No al socialismo-comunismo y si a una verdadera democracia honesta y progresista apegada a la verdad y no a la mentira. britozenair@gmail.com