martes, 14 de mayo de 2013

EN VENEZUELA URGE ENSEÑAR A CONVIVIR EN CIUDADANÍA


EN VENEZUELA URGE ENSEÑAR A CONVIVIR EN CIUDADANÍA

Zenair Brito Caballero

Continuas expresiones de intolerancia rebosan en el ambiente venezolano que vivimos diariamente. La situación económica insostenible, la variación del clima, el desempleo, la crisis de la salud, la contaminación ambiental, la congestión vehicular, y hasta la aglomeración peatonal son algunas de las razones que generan este malestar en los ciudadanos. Casi todo el mundo es intolerante. Se vive esto a flor de piel, y el problema está latente.
Es posible que haya muchas respuestas y explicaciones a este fenómeno. Probablemente estén escritas muchas tesis y teorías al respecto, pero me parece que vale la pena que pedagogos, gobiernos nacional, regional y municipal, Estado, orientadores, psicólogos, sociólogos y politólogos y, por supuesto, la familia, convinieran espacios para deliberar y concertar sobre este tipo de problemáticas que aqueja, cada vez más, a niños, jóvenes y adultos. Es decir, exhortarlos a hablar de ciudadanía y a construir ciudadanía para generar cambios de actitud y de mentalidad.
Y señalo lo anterior, porque Venezuela, ha centrado su sistema educativo, en esta materia, en aspectos como los derechos y los deberes; los mecanismos electorales y la estructura del Estado; y los fundamentos de la Constitución de 1999; descuidando temáticas como el respeto por el otro, el valor de la diferencia, el diálogo, la solidaridad, la concertación, la civilidad, y la resolución pacífica de conflictos, entre otros.
Leyendo hace varios días la última obra del psicólogo argentino Carlos Cullen, experto en el tema de los valores,  observé como él sustenta que es preciso fortalecer, en los niños y jóvenes, la capacidad de resolver conflictos por la vía del diálogo y de la argumentación de sus ideas.
Es urgente que aprendan a respetar a los otros, a llegar a consensos o disensos sobre la base de que todos piensan distinto, y a entender el concepto de participar, ojalá comenzando por la familia y la escuela.
Es decir, es indispensable, imprescindible y obligatorio que se aprenda a ser personas y a convivir con nuestros semejantes en armonía con la naturaleza. En otras palabras, es propender y apegarse por un modelo que trascienda el hecho de aprenderse la Carta Magna… solamente.
El Ministerio de Educación ha realizado alguno que otro trabajo en torno a esta problemática, pues la han articulado como un aporte a la paz. Es un buen comienzo, pero se necesitan más actos y gestiones para que esta iniciativa no se quede en el camino como muchas otras nobles ideas.
Creo que es necesario establecer una programación que incluya planes, proyectos y propuestas viables y efectivas. Pero, por supuesto, hay que comenzar ya, y desde cada lugar donde estemos.
No olvidemos que las sociedades que no forman en ciudadanía se convierten paulatinamente en focos de violencia, intolerancia, irrespeto, y delincuencia. No en vano, el “bullyng” se convirtió en un problema nacional en el ambiente escolar. Y las razones son muchas y variadas, pero, por ejemplo, sorprende, el hecho que siete de cada diez  maestros o profesores venezolanos ignoran la pedagogía sobre formación ciudadana, impidiendo que estudiantes y colegas tengan una cosmovisión de este tema.
Estamos a tiempo amigos que me leen, de crear y re-crear una sociedad venezolana distinta, más desarrollada y más humana. Y en ello, es importante tener conciencia de aspectos más reales y menos simbólicos. Creo que tanto simbolismo y culto a la bandera, a los himnos y a los próceres socialistas-comunistas de la patria, no contribuye en nada a crear ciudadanos más sensibles y colaborativos. ¿No lo cree usted?  

“ROMPER EL MIEDO AL DESAFÍO NO ES IMPONER”


“ROMPER EL MIEDO AL DESAFÍO NO ES IMPONER”

Zenair Brito Caballero

Muchos países latinoamericanos han abierto sus puertas al desarrollo, a la innovación, al avance de la ciencia y la tecnología. Miden su progreso en la disminución de la pobreza. Mientras que otros, como el nuestro, mantienen sus modelos caducos, tiranos, socialistas-comunistas a la cubana, que en vez de reducir la carencia, la están y quieren seguirla manteniendo firmemente. 

La energía que encierran niñez y jóvenes, podría ser mejor aprovechada si, quienes están a cargo de los Gobiernos, le dieran más tiempo e inversión. Rescataran los valores y aportes culturales, y se esforzaran seriamente en disminuir la brecha abismal que nos succiona irremediablemente. Menciono esto porque la “cultura” es un elemento central en todo lo que hacemos y pensamos: es razón, conocimiento, deseo, imaginación, percepción, adaptación, creación, innovación, relación, amor. Vida y muerte. Es elemento.

Romper el miedo al desafío no es imponer. Aislar a comunidades enteras de la educación no es generar conocimiento. Innovar es importante, pero refundando un verdadero proyecto educativo que nos permita avanzar desde cada punto cardinal. No olvidemos de que el futuro nos transportará a un mundo diversificado y enredado, y no una acuarela cultural uniforme, homogénea. 

Educar para una ciudadanía intercultural es combatir el etnocentrismo, lógica del colonialismo. Inspirar confianza. Promover excelencia vinculada a la pertinencia. Bajar las barreras. Es aplicar un enfoque inclusivo en la enseñanza (desde su planificación). Descartar la discriminación y avanzar en el campo social equitativo. Es apertura, empatía. La educación enseña a vernos como prójimo, y no como bárbaros. 

Su tarea está en promover la transformación hacia un modelo pluralista, afectivo. Sembrar valores como la igualdad. Provocar sinergias de acercamiento mutuo, de participación de todas las culturas para encontrarse con la modernidad. 

La educación debe arbitrar. Con lucidez, claridad y rapidez mental. Quien crea que nuestra penosa calidad en materia  educativa es a causa de las Normales, está viendo solo una pluma del ave. Está olvidando muchas antesalas, carencias y vacíos. El asunto acá, es de fondo. Trae en las venas inequidad, rechazo, racismo y falta reiterada de visión. No atender a los pueblos y sus visiones; no sentir sus necesidades, sería, justamente, romper con esa plataforma esencial que sustenta todo sistema educativo. Me parece que ya va siendo hora de escuchar. ¡De confinar tiranos que escupan tu cara! Despierta, NO a las mentiras y si a las verdades.



¿LOS MEDIOS GOBIERNEROS ORIENTADORES O DISTORSIONADORES DE LA OPINIÓN PÚBLICA?


¿LOS MEDIOS GOBIERNEROS  ORIENTADORES O DISTORSIONADORES DE LA OPINIÓN PÚBLICA?

Zenair Brito Caballero

En el periodismo venezolano la diferencia entre la línea editorial y línea política en los medios de comunicación es casi gradual porque no existen definiciones en su práctica, más bien las dos líneas juntas han creado diáfanos estilos periodísticos, tanto así que ya es normal hacer del espacio editorial, una perfecta tribuna en la que el periodista vierte su pensamiento politiquero o gobiernero socialista-comunista y sucede así en nuestro país, como sucede en todo el mundo, con la única diferencia que en el plano internacional algunos medios definen su identidad sociopolítica y de esa manera son conocidos por sus receptores.

¿Puede el periodismo del gobierno venezolano hacer planteos políticos concretos con clara definición ideológica y hasta partidaria? Claro que puede y de hecho lo hacen en VTV y medios afines. ¿Pero es legítimo? Si, lo es, siempre y cuando el medio defina su identidad político, ideológica y partidaria ante el público, de lo contrario, el medio puede convertirse en un instrumento político ideológico a favor del sector de poder que lógicamente cuenta con su partido político el PSUV, que al final beneficia al político y a su cúpula de poder, sin que importe nada fragmentar la masa de lectores, radio-escuchas o tele-espectadores.

Los medios son indudablemente  instrumentos políticos que sirven de orientadores o distorsionadores de la opinión pública, cuando el medio parcializa su línea editorial para encubrir a sus financistas gobierneros, y denigrar al adversario ideológico sin importar las consecuencias,  lo político se convierte para ellos, en el arma verbal que muchas veces aniquila o desfigura todo lo que viene del adversario.

Es claro que la línea editorial se caracteriza por el estilo o la forma en que se manejan las temáticas públicas, que aunque se traten temas de orden político, no se traspasa ese valor para arengar o tomar posturas políticas, que es cuando se corre el riesgo de parcializar el contenido y ganar imagen a favor de un minoritario sector y perderla ante las grandes mayorías.

La línea política propiamente dicha, si no se sale del canon conceptual que lo respalda, es natural e inherente al rol del administrador mediático, que casi por naturaleza en su condición de clase, tiende a defender intereses que lesionan la dignidad de las clases económicamente en desventaja, esta instancia editorial constituye el punto grávido, donde pueden pesar más las pasiones y militancias ideológico partidarias, que el raciocinio y la ecuanimidad, donde se rompe el hilo fronterizo para que la línea periodística obedezca a los intereses dominantes.

En el techado periodístico de la empresa mediática la gran mayoría de medios venezolanos escritos, radiados,  televisados o cibernéticos, pertenecen asociaciones o grupos de familias, cuyos individuos a su vez son miembros de cúpulas del poder que domina el accionar político ideológico, de organizaciones políticas integradas por sujetos que se constituyen como viscerales guerreros de luchas electorales, quienes con uñas y dientes, trampas y actitudes hipócritas, hacen cualquier cosa sucia para llegar al gobierno donde buscan enriquecerse más y hasta para tapar u obstaculizar la aplicación de la justicia en su contra por los hechos que deben del pasado.

En la asociación del poder económico y el poder político, puede surgir el tipo de periodismo que lesiona más la dignidad y la memoria de las sociedades meridianamente pensantes, que aunque no son libres por albedrío, practican por lo menos el libre pensamiento que construye conceptos y criterios políticos en el azar de la democracia natural.

El periodismo que surge como práctica que defiende, promueve y hasta pervierte al mercado sociopolítico, es a todas luces un juego de doble nivel, donde la visión empresarial se autoproclama como poder social, con capacidad de revertir procesos, manejar conciencias, comprar favores, trampear con estrategias de opinión pública, y hasta satanizar situaciones de gran beneficio social.

Ese periodismo por muy política que sea su línea de expresión editorial, no puede ser más que un juego de ruines politiqueros gobierneros, que con sus palabras torcidas pueden destruir o trastornar cualquier clima social, por muy sólido que este sea.

Las expresiones periodísticas que emanan desde los sectores dominantes del poder, argollas políticas, partidos políticos, son burlescas, inhumanas e insensibles, anti valores que abusan de la libertad de expresión, tuercen los criterios y manosean los conceptos, para generar laberintos ideológicos en el pensamiento popular, al que además le agregan la basura de vulgaridades, comentarios mordaces, y otras bazofias que camuflan la línea editorial de carácter político e ideológico a favor del partido político que ellos representan.

Ese es amigos lectores, el panorama global del periodismo socialista-comunista actual venezolano, que si nos detuviéramos a analizarlo en el día a día, es bastante bien aplicado en la práctica periodística criolla, actividad dizque productiva, que hace malabares con criterios multipolares de alto contenido alienante y deformador de la cultura de las  grandes mayorías, constituyéndose como la gran empresa mediática, responsable de enajenar la identidad cultural real, que a su vez, es peligrosa por sus altos niveles de conspiración en contra de quienes no le son ideológicamente afines.

¿EXISTE DE VERDAD UNA ÉTICA DE LOS SENTIMIENTOS?


¿EXISTE DE VERDAD UNA ÉTICA DE LOS SENTIMIENTOS?

Zenair Brito Caballero

Reflexionaba yo sobre si en torno de los sentimientos cabía una reflexión ética, cuando se me apareció una respuesta de Fernando Savater. En efecto, al interrogar una periodista en la TVE al filósofo y notable escritor español acerca de si él estaba decidido a hacer una defensa de la tauromaquia a través de su libro Tauro-ética, éste respondió: 
"La moral tiene que ver con la relación con nuestros semejantes. No obtener placer de la tortura puede corresponder a una visión de buen gusto o a una estética de los sentimientos. Pero afirmar que la persona a la Dejando los toros a un lado, en esa respuesta hallé la raíz de mis reflexiones. Es evidente que la actitud de rechazar el placer que surge de la tortura es algo de buen gusto, algo estéticamente defendible, si se presume que en las corridas se somete al animal a una tortura deliberada que estimula el placer morboso de las personas que asisten a verlas que le gustan los toros es inmoral, es un error". 
En esa línea, podría también plantearse que quien goza, o simplemente no se inmuta con la inmolación de los sentimientos ajenos, incurre en un oprobio contra la ética de dichos sentimientos, cuya validez no sólo emerge de nuestras profundidades biológicas sino que, como noción o realidad, hace parte de un modo de ver el mundo, de una cultura, la que, para el caso de Occidente, se apoya en dos mil quinientos años de pensamiento alrededor de la conciencia individual. 
Si, al decir de Savater, el sufrimiento es la visión racional del dolor, o, de otro modo, es el dolor pasado por la humanidad, podemos concluir, al menos en el terreno de las especulaciones, que el sufrimiento nos enaltece como seres racionales y nos humaniza como seres vivos. ¿Es posible vivir sin sentimientos, sin buenos sentimientos? Parece que sí. 

El neurofisiólogo Rodolfo Llinás, cuyo cerebro, para gloria de sí mismo, no alberga más que funciones físico-químicas, nos legó esta perla: "Mire, el bien y el mal son pendejadas nuestras. La gente hace lo que hace por conveniencia". 
Olvida Llinás que Aristóteles discurrió sobre lo bueno como sinónimo de felicidad, solicitando para ello el ejercicio de la razón, cierta seguridad económica y un grado importante de libertad personal; que Epicuro asimiló lo bueno al placer, distinguiendo entre placeres sensibles, inmediatos y fugaces (vida social, comida y bebida), y placeres superiores, perdurables, referidos a la vida intelectual y estética; que Emmanuel Kant habló de lo bueno como de una buena voluntad, atenida ésta no sólo a un obrar de acuerdo con el deber sino por respeto al deber, y guiada exclusivamente por la razón; que Jeremías Bentham y John Stuart Mill vieron lo bueno como lo útil, preguntándose en qué consiste lo útil y a quién beneficia.
De manera que la pendejada es la proposición de Rodolfo Llinás, quien con su afirmación desconoce miles de años de historia del pensamiento, ya que todo pretende reducirlo a experimentos de laboratorio que él interpreta de acuerdo con su criterio organicista, con exclusión del valor de la filosofía del conocimiento y de la bioética.
Si la gente procediera sólo por conveniencia habría que borrar de los sentimientos humanos el sentido de la solidaridad, la compasión, la ternura y el amor, y su lugar sería ocupado por el egoísmo, la indolencia, la violencia y el instinto primario de posesión animal. ¿Que eso es lo que somos? La vida, la cultura, los libros y la sabiduría que no se origina en los laboratorios de neurofisiología de Nueva York nos dicen que somos mucho más que eso.
Por ejemplo, aceptamos que el valor fundamental de la moral, como atributo de la libertad, es la bondad, y que la naturaleza de lo bueno se da si existe concordancia entre el interés personal y el interés general, es decir, si somos capaces de contribuir con nuestros actos a la transformación de las condiciones sociales y psicológicas en las que se aposenta la infelicidad de la mayoría. 
¿Existe de verdad una ética de los sentimientos? Si no existiera habría que inventarla. Porque si se procede sólo al impulso de las conveniencias propias, ¿quién define los alcances de dichas conveniencias? Y así, ¿qué quedaría de la ética? ¿Dónde quedaría el bien común, y el respeto por el otro, sin cuya mirada nunca seríamos lo que somos? ¿Le debemos algo a quien algo nos ha brindado de lo mejor de su ser? Yo diría que sí. Y en eso consiste la ética de los sentimientos. En ponernos por encima de aquello que nos impide mitigar el dolor que somos capaces de causar.