EN
VENEZUELA URGE ENSEÑAR A CONVIVIR EN CIUDADANÍA
Zenair
Brito Caballero
Continuas expresiones de
intolerancia rebosan en el ambiente venezolano que vivimos diariamente. La
situación económica insostenible, la variación del clima, el desempleo, la
crisis de la salud, la contaminación ambiental, la congestión vehicular, y
hasta la aglomeración peatonal son algunas de las razones que generan este
malestar en los ciudadanos. Casi todo el mundo es intolerante. Se vive esto a
flor de piel, y el problema está latente.
Es posible que haya muchas
respuestas y explicaciones a este fenómeno. Probablemente estén escritas muchas
tesis y teorías al respecto, pero me parece que vale la pena que pedagogos,
gobiernos nacional, regional y municipal, Estado, orientadores, psicólogos,
sociólogos y politólogos y, por supuesto, la familia, convinieran espacios para
deliberar y concertar sobre este tipo de problemáticas que aqueja, cada vez
más, a niños, jóvenes y adultos. Es decir, exhortarlos a hablar de ciudadanía y
a construir ciudadanía para generar cambios de actitud y de mentalidad.
Y señalo lo anterior,
porque Venezuela, ha centrado su sistema educativo, en esta materia, en
aspectos como los derechos y los deberes; los mecanismos electorales y la
estructura del Estado; y los fundamentos de la Constitución de 1999;
descuidando temáticas como el respeto por el otro, el valor de la diferencia,
el diálogo, la solidaridad, la concertación, la civilidad, y la resolución
pacífica de conflictos, entre otros.
Leyendo hace varios días
la última obra del psicólogo argentino Carlos Cullen, experto en el tema de los
valores, observé como él sustenta que es
preciso fortalecer, en los niños y jóvenes, la capacidad de resolver conflictos
por la vía del diálogo y de la argumentación de sus ideas.
Es urgente que aprendan a
respetar a los otros, a llegar a consensos o disensos sobre la base de que
todos piensan distinto, y a entender el concepto de participar, ojalá
comenzando por la familia y la escuela.
Es decir, es indispensable,
imprescindible y obligatorio que se aprenda a ser personas y a convivir con
nuestros semejantes en armonía con la naturaleza. En otras palabras, es
propender y apegarse por un modelo que trascienda el hecho de aprenderse la
Carta Magna… solamente.
El Ministerio de Educación
ha realizado alguno que otro trabajo en torno a esta problemática, pues la han
articulado como un aporte a la paz. Es un buen comienzo, pero se necesitan más
actos y gestiones para que esta iniciativa no se quede en el camino como muchas
otras nobles ideas.
Creo que es necesario
establecer una programación que incluya planes, proyectos y propuestas viables
y efectivas. Pero, por supuesto, hay que comenzar ya, y desde cada lugar donde
estemos.
No olvidemos que las
sociedades que no forman en ciudadanía se convierten paulatinamente en focos de
violencia, intolerancia, irrespeto, y delincuencia. No en vano, el “bullyng” se
convirtió en un problema nacional en el ambiente escolar. Y las razones son
muchas y variadas, pero, por ejemplo, sorprende, el hecho que siete de cada
diez maestros o profesores venezolanos
ignoran la pedagogía sobre formación ciudadana, impidiendo que estudiantes y
colegas tengan una cosmovisión de este tema.
Estamos a tiempo amigos
que me leen, de crear y re-crear una sociedad venezolana distinta, más
desarrollada y más humana. Y en ello, es importante tener conciencia de
aspectos más reales y menos simbólicos. Creo que tanto simbolismo y culto a la
bandera, a los himnos y a los próceres socialistas-comunistas de la patria, no
contribuye en nada a crear ciudadanos más sensibles y colaborativos. ¿No lo
cree usted?