“ESTAMOS
PERDIENDO EL ALMA DE LA SOCIEDAD Y ES LA FAMILIA”
Zenair
Brito Caballero
(britozenair@gmail.com)
Hoy
al escribir este artículo, no voy a referirme en lo absoluto a la situación
política o económica de los venezolanos, pero si a la pobreza que según los
datos del estudio presentado por el Banco Mundial, amenaza el desarrollo
social, y es la carencia del debido cuido de los padres de familia para con sus
hijos, lo que se llama: la pobreza de la construcción familiar.
Este
es el déficit de pobreza más grande que tiene el país y del cual nadie está
presentando soluciones, programas o ideas para minimizarlo, es a mi juicio la
pobreza más devastadora, porque no solo tiene que ver con las incapacidades
reales de generar riqueza, sino que limita la capacidad de la sociedad
para madurar emocionalmente.
La
pobreza familiar consiste en no tener padre o madre, y en el peor de los casos,
ninguno de los dos; como saldo, los jóvenes y niños, están a merced de
referentes y principios de poca calidad, sin amor, sin orientación y sin el
apoyo necesario para crecer como persona, lo cual ha dejado a muchos a merced
de la educación que puedan dar los maestros, familiares o grupos de influencia,
muchas veces negativos, que como valores tienen los que se reproducen en la condición
de supervivencia.
Como
parte de esta realidad y así lo destaca el informe, el 11% de los menores que
participaron en el estudio dijeron además haber sido víctimas de abuso sexual,
lo que complica mucho más la traumática situación emocional, y si uno hace
cuenta de los déficits emocionales, los venezolanos estamos en muy mal estado,
lo cual se refleja en la pobreza económica, la violencia y la migración;
luchamos por vencer las estadísticas, pero éstas vencen al final ya que somos
una sociedad lastimada emocionalmente por la falta de familias donde funcionen
la comunicación, la responsabilidad del padre, la ayuda mutua, el respeto y lo
más valioso, la transmisión de valores morales positivos que reproduzcan la
solidez de esas familias; más que economía creo que es el momento de otra
visión para recuperar el país y está en los cimientos emocionales, culturales y
educativos.
A
este informe podemos sumar otros que han estado revelando constantemente varios
problemas que nacen de la desintegración y ahí tenemos el elevado consumo de
alcohol y drogas en cortas edades, el manejo de armas y de la violencia como
mecanismo de escape a las frustraciones, sumemos los hijos abandonados que no
llegan a tener una buena relación con padre, madre o ambos, y tienen que ser
criados por otras personas.
El
daño que ha sufrido la familia venezolana es grande en su estructura y su
conceptualización, por lo que también hay que tener mucho cuidado cuando
creemos que lo único necesario es la información o capacitación de menores en
la “educación sexual”, o cuando se propone que legalizando los abortos la
situación tiene control.
Cuidado
digo porque soluciones fáciles aparecen inmediatamente, pero las difíciles, las
que llevan conceptos y valores morales, las comprometidas con principios y las
que representan fundamentos, solemos dejarlas fuera porque nadie quiere
comprometerse con soluciones que impliquen la espiritualidad, el amor a Dios
y creemos que el humanismo por sí puede ser solución.
La
destrucción de la familia y los valores que ésta tiene, deben ser motivo de
preocupación de todos los venezolanos, no de los políticos, donde también
abundan los casos de mujeres maltratadas, hogares destruidos, padres
irresponsables y donde los valores que se necesitan también están en escasez.
Somos
los ciudadanos los que debemos reparar en este tipo de estudios que siguen
revelando que es más importante educar para la vida, para la familia, para
construir una mejor sociedad, por sobre educar para generar dinero, mejorar el
trabajo o levantar la productividad.
La
peor pobreza es la que tenemos en el corazón y en el alma, como dice la palabra
de Dios: “de que sirve ganar el mundo, si hemos perdido el alma” y eso es lo
que nos está pasando, estamos perdiendo el alma de la sociedad y es la familia,
no habrá ley que pueda reconstruirla si no recuperamos antes los valores con
los cuales ésta se fundamenta.