sábado, 27 de abril de 2013

VENEZUELA SE ZARANDEA ENTRE EL FRAUDE Y LA ILEGITIMIDAD


VENEZUELA SE ZARANDEA ENTRE EL FRAUDE Y LA ILEGITIMIDAD

Zenair Brito Caballero
La conmoción político- social que vive Venezuela a raíz de los resultados electorales del pasado domingo 14 de abril es aterrador, espantoso, horripilante y mantiene expectante la atención regional, continental y mundial.
Frente a unos resultados supuestamente tan parejos y discutibles, es indudable que la pasión por el triunfo tenga encendidos los ánimos y brote cada día más el distanciamiento entre las huestes de uno y otro bando, reclamando cada quien el éxito democrático que es sin duda alguna de la oposición.
El asunto se ha ido propagando fuera de las fronteras venezolanas a todo el mundo, por la situación que aquí se escenificó a raíz del surgimiento del chavismo en 1998 y las repercusiones del socialismo-comunismo, que su desaparecido líder trató de imponer a los venezolanos y como consecuencia de sus posturas, entre soberbias y excéntricas, que siempre fueron motivo de atención por donde quiera que se moviera.    
En estos momentos, los venezolanos observamos con gran angustia que este trascendental momento no se vaya a superar dentro del marco de la civilidad, la concordia, la serenidad y la calma requeridas y que, ojalá así no acontezca.
Este, que fue un torneo con arrolladora  participación ciudadana  no se convierta en el detonante peligroso para el desarrollo de un proceso de violencia cuyas consecuencias serían impredecibles. En estos casos la cordura enseña que en el verdadero juego de la democracia hay que saber perder e, igual, hay que saber ganar, pero ya todos sabemos lo que sucedió el 14 de abril. 
Henrique Capriles, el líder carismático, joven e inteligente luchador político, de un fortalecido y millonario caudal electoral, ha entendido que  la dialéctica de estas lides se encaminan a establecer que  quien alcance el mayor número de adeptos merece llevar colgado en sus hombros la medalla del triunfo, y si  queremos persistir en la lucha, para demostrar el triunfo electoral, hay que enrolarse para afianzarse hacia la defensa de los millones de votos obtenidos con una auditoria que de los reales resultados, porque ya es más que conocido el fraude electoral que colocó a Maduro como ganador según el CNE, pero no por los millones de votos que dieron el triunfo a Henrique Capriles Radonski.
Y Nicolás Maduro, el ungido por el CNE y sus Rectoras socialistas-comunistas, también sabe que ese medio país que no lo acompañó, somos millones de millones de coterráneos por los que hay que trabajar con igual esmero, porque después de su supuesto triunfo la tarea es en favor de todos no solo de sus seguidores chavistas o Psuvistas, pues  alimentar el sectarismo, la intolerancia y el sectarismo político como lo están haciendo tanto él como sus acólitos es mantener la polarización, y ello se está convirtiendo en un instrumento peligroso para su estabilidad en el ejercicio del poder.
El sucesor del comandante, quien se hace llamar su hijo, a cuya memoria alude con frecuencia, debe entender que  conquistar la gobernabilidad en estos cruciales momentos no le resulta fácil, por lo que su habilidad como político aprendida de su padre debe concentrarla en esos propósitos, sobre todo cuando es incuestionable que el chavismo es un Titanic que ha comenzado a hundirse con sus luces ya apagadas.
Los ojos del mundo miran hacía nuestra nación venezolana, más cuando voces internacionales y millones de sus habitantes clamamos por el reconteo voto a voto, pero ese mecanismo pareciera que aquí no existe según el CNE, dándole largas a su inicio.
De todas maneras lo anhelado es  que  en el gobierno y en la oposición, impere la sensatez y la mesura. Necesitamos ánimo, fe y esperanza para que la verdad derrote a la mentira del gobierno ilegítimo. AMÉN.