viernes, 14 de febrero de 2014

“DIA DE LA AMISTAD”

“DIA DE LA AMISTAD”

Zenair Brito Caballero


En estos tiempos cibernéticos donde prevalece lo virtual, los seres humanos necesitamos vincularnos con personas reales cercanas para mantener cuerpo y mente saludables.
Por eso las individuos que están solos, o quienes se sienten así aunque estén rodeados de multitudes, tienen más posibilidades de sufrir depresión, ansiedad, angustia, desórdenes en su alimentación y deterioro de su memoria, su personalidad y su cerebro. Creo que los efectos físicos y sicológicos de tener buenos amigos son los mejores aliados del bienestar y la salud.
Tener la posibilidad de hablar y de compartir con otras personas facilita la vida, hace que uno se sienta mejor consigo mismo, con sus quehaceres, con su cuerpo y con el entorno que lo rodea.
La soledad interior, hace que una persona se sienta triste y con más posibilidades de depresión, con mayor tendencia al abuso del alcohol, el cigarrillo y otras drogas, por la necesidad de llenar los vacíos que deja no contar con nadie con quien hablar, consultar; una oreja que te escuche y en lo posible, que te haga reír, la mejor terapia, y es gratis.
Los vínculos sociales sostienen las reservas de conocimientos de nuestro cerebro, porque los amigos nos hacen recordar, ejercitar nuestra memoria y nuestras habilidades sociales e intelectuales, que son parte de la cultura y del conocimiento que hemos adquirido en la vida, y que de lo contrario poco a poco van quedando olvidadas y marchitas en la vida del solitario.
Hay encuentros que nos nutren ¿Nunca se han preguntado por qué los seres humanos siempre se reúnen a las horas de las comidas, y sienten placer en compartirlas? Es la necesidad social de tener un tiempo para compartir, socializar, hacer comentarios, contar lo que nos ha sucedido a lo largo del día y eso divierte y hace bien.
Eso hace que lo principal no sea la comida la protagonista, porque el motivo de la reunión es el afecto, el cariño, el compartir esa parte de nuestra vida. Y eso es muy importante, porque las personas en soledad tienen más predisposición a comer desordenadamente o por el contrario, a dejar de comer sanamente para pasar a consumir chatarra.
Los amigos verdaderos son el mayor valor que puede poseer una persona y por eso hay que cuidarlos, frecuentarlos, preocuparnos por ellos y no tener dudas de plantearles nuestros problemas, porque eso es la vida, algo para compartir. La calidad y la profundidad de esos vínculos son factores cruciales para el bienestar, sabiendo además que también a ellos los favorecemos con nuestra dedicación.
Para cultivar la amistad hay que tener la capacidad de poder ponerse en el lugar del otro, ser empático como lo señaló Carl Rogers. También sucede eso en una sociedad: para que funcione y perdure en el tiempo, cada socio tiene que pensar en el beneficio del otro antes que en el suyo propio y así, esa sociedad podrá durar por siempre.
Hoy a los adolescentes y a los jóvenes les cuesta mucho compartir y hablar, por eso buscan otros estímulos como las redes sociales cibernéticas, el chateo con quienes no saben quiénes o qué son los que se comunican con ellos.

En la amistad, el cariño fluye sin buscar ninguna compensación y en esa falta de interés en recibir nada, reside su mayor valor. Es que en la vida necesitamos de los afectos profundos para vivir mejor. A los amigos a quienes no he visto en años o meses y a los amigos virtuales, que siguen y sigo mi cuenta de Twitter, desearles hoy buen día de la Amistad y a todos sin excepción presente y ausente, de corazón: FELIZ DIA DEL AMOR Y LA AMISTAD… con mayúscula.

viernes, 31 de enero de 2014

RESCATAR LA FAMILIA ES UNA OBLIGACIÓN

RESCATAR LA FAMILIA ES UNA OBLIGACIÓN

Zenair Brito Caballero

En medio de esta crisis de valores en la que los factores de corrupción, violencia, pero sobre todo de indiferencia hacia lo que afecta a los demás, permean sobre la conciencia colectiva de nuestra sociedad venezolana, es necesario volver la mirada hacia la familia como institución social suprema.

Muchos aún no caen en la cuenta de la necesidad de recuperar la familia y fortalecerla para que haya progreso social, económico y espiritual, por eso sigue apostándole equivocadamente a la individualidad. El núcleo familiar ha estado sujeto a variaciones, sin que por ello se pueda renunciar a su importancia como eje estructurador de identidad.

De la familia tradicional, compuesta por el hombre y la mujer en la que el primero figuraba y actuaba como cabeza o representación del hogar, se ha pasado a las familias compuestas por la figura femenina o matriarcado, quien por la misma dinámica moderna terminó asumiendo dos roles.

Pero uno de los factores que más ha contribuido a profundizar la brecha comunicativa familiar es la falta de control de los padres frente al fenómeno de la modernidad; la televisión, los videos juegos y la internet entre otros, que han terminado fragmentando más el concepto de familia, unido a la obsesión por el trabajo de alguno de sus miembros, lo que ha debilitado más la comunicación, haciendo que sus miembros reconozcan en estos adelantos tecnológicos mejor compañía que la familiar.

La mesa, lugar de encuentro familiar alrededor de la comida, ha sido reemplazada por la habitación en el que cada miembro tiene su televisor y desde allí ha logrado construir la isla que lo mantiene distraído.

Nuestras sociedades siguen resquebrajándose sin que asumamos una actitud de resistencia ante la modernidad que nos asiste. Una buena manera sería recuperar la espiritualidad familiar para dar herramientas de defensa a los hijos ante las amenazas que la misma cultura establece.

Regresar al diálogo en la mesa, la oración en familia, los juegos familiares ayudaría a renovar los tiempos para compartir y con ello a mejorar la calidad de la relación familiar, para que vuelva a instituirse desde el hogar, el respeto por Dios, por la vida y por la familia.


Necesitamos generar nuevos espacios de diálogos, análisis y acción, para que desde el gobierno, las iglesias, escuelas, universidades y los medios, se ayude a recuperar el núcleo familiar, el amor entre padres e hijos, tíos, sobrinos y primos, para asegurar que nuestra sociedad perviva a pesar de la indiferencia de quienes quieren presentar a la postmodernidad como el efecto de una humanidad fragmentada, para que el valor humano prime desde una sociedad fortalecida y preparada para resistir la crisis desde la unión familiar.   

“HIJOS QUE NO RESPETAN A SUS PADRES NO RESPETARÁN A NADIE”

“HIJOS QUE NO RESPETAN A SUS PADRES NO RESPETARÁN A NADIE”

Zenair Brito Caballero


La sociedad venezolana, heredera de la cultura de la prepotencia y el abuso del más fuerte, los niños han sido históricamente maltratados, víctimas y ofendidos. Por otra parte, cuántos padres se declaran hoy, temiendo caer en ese modelo nefasto, incapaces de educar y corregir a sus hijos.
La educación familiar es un tema que debemos plantearnos seriamente y comenzar a tomar las medidas que consideremos aptas. Una cosa debe quedar clara desde el principio, y es que una educación por la no violencia no significa crear muñecos de trapo. Los niños tienen que crecer con agresividad positiva, es decir, aquella fuerza que les servirá para expresarse y defenderse en la vida.
El mundo material impone premios palpables, entonces, comprarles cosas “si se portan bien”, es una técnica que no arroja buenos resultados y, a pesar de saberlo, la utilizamos. Hay que empezar por cortar los premios por nada o por todo. Sabemos que el mejor premio es la dicha de crecer feliz, sano, aprendiendo a administrar y comprender paso a paso la libertad.
La mayoría de los padres sufren debido a la manipulación conceptual. ¿Qué es ser violento con los niños?, ¿dar una palmada en la cola o hablar alto nos hace “golpeadores”? No, y en muchos casos hace falta disciplina. La propaganda que sugiere que te sientes con tu hijo y, cual experimentado psicólogo, le expliques con una sonrisa lo mal que hizo es muy fotográfica, pero ineficaz cuando afuera la vida social es dura, no compatible con la docilidad.
Leí hace unos días por Internet, que una mamá en EE.UU., muy consciente, que las políticas públicas no sirven, obligó a su hija de 9 años a disculparse a través del Facebook por haber participado de la burla hacia un compañero, además le hizo donar parte de su mensualidad a una organización que lucha contra el bullyng.
Algunos diarios presentaron la noticia como la de una madre autoritaria; sin embargo, muchísimos padres apoyaron la rectitud. Personalmente creo que la mamá demostró que le preocupa la educación de su hija y trata de enderezarla a tiempo. Su correctivo fue equivalente al error.
Los padres modernos tienen problemas con los hijos a toda edad; con los pequeños que no quieren comer o no quieren dormir (fíjense qué astutos, ellos saben muy bien en qué lugar aniquilar la paciencia del adulto). Si no comen y no duermen, se mueren, así de extremo es el amor y atención que reclaman para no desahogarse en la adolescencia.
Los padres que aman a sus hijos, pero no les gusta o no saben cómo atenderlos, deberían buscar ayuda profesional, psicológica o terapéutica0. Hay muchas formas de compartir el tiempo y hacer cosas que les gusten a ambos.
Cada vez hay menos papás y mamás que juegan con sus hijos, lo han delegado a la tecnología, a una niñera o a nadie. Padres ausentes o sobreprotectores son responsables de hijos con trastornos de conducta (desobedientes, desafiantes, manipuladores, etc.) y de buscar soluciones.
La familia es el núcleo fundamental para dar a luz seres sociales cada vez más avanzados en sus relaciones con los demás, con el mundo. Pero hemos entrado en tiempos en que nuestra manera de educar puede llegar a ser cuestionada por el público (como en un gran juicio) y hasta sancionada legalmente.
Sin embargo, los métodos pueden mejorarse sin perder la firmeza. Los padres no deben ceder el derecho de corregir a sus hijos, después de todo son los que los mantienen y los que los conocen. Los castigos están muy estigmatizados con los golpes, cierta propaganda ideológica ha logrado instalar este extremismo, sin embargo, castigar es necesario, sin humillar ni excederse; dicen los profesionales que tiene que sonar a trato, a acuerdo. Hay una verdad inmutable: hijos que no respetan a sus padres, no respetarán a nadie. britozenair@gmail.com

¿DÓNDE HA QUEDADO LA AUTOESTIMA?


¿DÓNDE HA QUEDADO LA AUTOESTIMA?

Zenair Brito Caballero


Décadas atrás nadie hablaba de cómo se sentía, más que le ponía pecho a la vida y hacía lo que tenía que hacer. Hoy aumentan los suicidios y mucho tiene que ver la falta de autovaloración. Autores de la talla de Dale Carnegie nos preparaban desde hace décadas para enfrentar esta maratón competitiva.
Antes la depresión era pereza, tristeza, quizá mal carácter, con el tiempo la ciencia fue investigando más sobre las emociones, sentimientos, trastornos y enfermedades. Pero a grado tan tremendo hemos llegado que cada vez hay más niños deprimidos.
Varios son los factores que causan los bajones, ya que las exigencias socioeconómicas se tornan implacables a la hora del descarte, de esta selección de “los mejores”, según los parámetros actuales de la producción.
Tenemos que llevar en equilibrio dos realidades: la interior y la exterior. En la última, la conclusión que “mientras no le haga daño a nadie, cada uno hace de su vida lo que quiere” es falsa, porque los comportamientos individuales recaen en la sociedad, y en el 50% o más, será la comunidad la que tendrá que hacerse cargo de aquel que supone que no le debe explicaciones a nadie.
Charlando con personas mayores, mucho mejor si es con la familia, podemos aprender cómo ellos manejaron los tiempos difíciles. Esa experiencia de vida debería ser rescatada por hijos, nietos y bisnietos. “La verdad, antes no había tiempo para deprimirse, uno hacía lo que podía y lo que no, se aguantaba. Tampoco sufríamos como hoy por lo que no podíamos tener”  me comentó un Señor de 85 años.
Hoy estamos llenos de maneras de comunicar lo que nos pasa, abundan los cursos, los libros, folletos, las terapias. “Hice todo bien, me casé enamorada, tuve mis hijos, tengo mi casa… pero siempre siento que algo me falta. Estuve muy mal anímicamente… ahora tomo pastillas y estoy mejor” me respondió a mi pregunta una joven Señora de 52 años.
Para la mayoría de las personas, el dinero es igual a felicidad. Modelos de esta deducción adoctrinan a través de los medios masivos todo el tiempo. Cristina Onassis quiso, sin embargo, dejar un legado cuando dijo: “Soy tan pobre que solo tengo dinero”.
La autoestima, como la palabra lo dice, es el valor que nos damos a nosotros mismos, la forma en que nos cuidamos y alentamos. Leí hace poco en un artículo que las palabras “meta” y “objetivo” nos conducen mentalmente a pensar en una carrera de alto nivel, en la cual quizás no decidimos participar, pero nos vemos obligados por la presión externa.
Cuantos pasaron por entrevistas laborales y personalmente son indagados: “¿Cuáles son sus metas y objetivos?”, es una pregunta bastante incómoda para responder si somos conscientes que no tenemos ninguna gran respuesta para dar, salvo la de contar que somos sencillos, de ir descubriendo lo que la vida tiene reservado para nosotros. Con esto, probablemente no quedaríamos seleccionados.
Esta política empresarial que fuerza a las personas a pensar en ciertos conceptos de éxito, alegría, entusiasmo incluso riesgo, se está tornando medio invasiva para el tiempo y la tranquilidad que requiere el mantenimiento de la autoestima.
Cuánto nos estimamos nace con el amor de mamá y papá, con acompañar al hijo en sus tiempos de transición. Ya conocemos casos terribles de acoso escolar, también de acoso laboral.
La felicidad, dicen los psicólogos, tiene que ver con los genes, valores y experiencias, es decir, todo lo que nos arma humanamente. La autoestima tiene que reforzarse diariamente, nutriendo nuestras cuatro dimensiones: física, mental, emocional, espiritual.
Como una joya hemos de llevarla con mesura, porque tener menos es paralizante y, tener de más, es como seguir hablando cuando el auditorio hace rato quedó vacío.  britozenair@gmail.com



VENEZUELA EL PAÍS DE LA ETERNA VIOLENCIA

VENEZUELA EL PAÍS DE LA ETERNA VIOLENCIA

Zenair Brito Caballero

Vivimos en un entorno violento. Hay violencia en la casa, en el vecindario, en la calle, en el bus, en la escuela, en los medios de comunicación. Tenemos padres, madres e hijos violentos; vecinos violentos; delincuentes violentos; conductores violentos, profesores y estudiantes violentos; programas de televisión y cine violentos; políticos violentos. Hasta las muertes son violentas y brutales.

Somos una sociedad violenta. Vivimos en una cultura de violencia y hemos generado una industria basada en la violencia. La violencia la sufrimos y la pagamos todos, convivimos con ella, la toleramos y hasta la justificamos. Consumimos, producimos y reproducimos violencia.

Como individuos también somos violentos. El hombre es violento con la mujer, el marido es violento con su cónyuge, el padre o madre con el hijo o hija, el hijo con el padre o madre, el vecino con el vecino, el profesor con el alumno, el conductor con todos los demás que transiten por la calle, el jefe con el subordinado, el adulto con el niño, el adulto con el anciano, el pandillero con la sociedad, el político y funcionario público con la ciudadanía, el que tiene más con el que tiene menos, el que se cree más con el que cree que es menos. Hasta con los animalitos somos violentos.

Tenemos violencia de todo tipo. El gesto agresivo y la mirada hostil, el regaño y la reprimenda, el grito y el insulto, el reclamo airado y la burla, la amenaza y el maltrato, el lenguaje agresivo y el discurso ofensivo, la matonería y la intimidación, el empujón y el forcejeo, la bofetada y la paliza, el toqueteo y el manoseo, el acoso y la violación sexual, la mutilación y el crimen. Todas son diferentes manifestaciones de la violencia, desde la más sutil y aparentemente ingenua o inofensiva –la violencia simbólica de Bourdieu- hasta la violencia con saña y barbarie.
La violencia es multicausal, multidimensional y multifacética -tiene múltiples expresiones como se anotó antes-. La violencia sólo puede entenderse desde la complejidad de sus factores asociados: políticos, económicos, sociales, históricos, culturales, psicológicos y educativos. Igualmente importante resulta desmitificar la pobreza y el desempleo como las causas de la violencia o que ésta esté determinada por factores genéticos y étnicos.

La violencia es una manifestación –causa y consecuencia- de descomposición social. Al ser la violencia un fenómeno social, se refleja en la educación. ¿Es la educación la responsable de la violencia social? ¿Es la educación la responsable de solucionar los problemas de violencia en la sociedad? Bueno, la educación es parte del problema y parte de la solución.

Por tanto las instituciones y agentes educativos no son ajenos a la violencia y no deben verse desvinculados de ella. De aquí que los primeros llamados a abordar y  resolver el siempre creciente problema de la violencia son la familia, la comunidad, la escuela, los medios, las iglesias, el Estado. En la medida que éstas cumplan con su función educativa están manteniendo, acrecentando o resolviendo el problema de la violencia
.
Todos los seres humanos somos el resultado de un proceso formativo educativo. Es evidente, pues, que si hay tanta violencia es porque ese proceso ha fallado en algún punto. Si la violencia continúa y se incrementa es porque el proceso sigue fallando continuamente en mayor proporción. Si entendemos que somos el resultado de un proceso de aprendizaje, que los niños no nacen aprendidos y que hay que formarlos, entonces es posible educar para la no violencia.

La solución, por tanto, al preocupante problema de la violencia pasa por acudir a su origen y sus causas, y la primera es la familia. Los padres son los primeros educadores de los hijos. Cuando asumen la responsabilidad de traerlos al mundo, también asumen la responsabilizar de su formación. Es en el seno de la familia que los niños aprenden a recibir y dar afecto, la convivencia pacífica, a ser tolerantes, comprensivos, respetuosos, solidarios y a ser unidos. Los valores humanos y principios de vida que aprendan en esta etapa les han de conducir el resto de su existencia.

Es en esta primera socialización que los niños construyen su imagen e identidad, internalizan el mundo de sus padres como único mundo posible, se implanta en la conciencia y perdura en ella indefinidamente. Todo eso lo aprenden de sus padres, dentro de la familia.

Los niños aprenden por imitación, por eso necesitan entornos positivos, buenos modelos de conducta, reglas y límites claros de comportamiento, figuras de autoridad y afecto. El entorno generado dentro del hogar servirá de modelo de formación y reproducción en su vida adulta. Si los niños son criados en un ambiente de estabilidad, de cariño, de no violencia vivirán su vida adulta bajo estas condiciones.

Por el contrario si los niños crecen con modelos permisivos o represivos en un ambiente hostil, de intolerancia, resentimiento, abandono, maltrato y odio, podrían reproducir intolerancia, maltrato y odio. Si la violencia se genera en la familia, el niño aprenderá a ser violento.

La violencia se reproduce en la violencia y se convierte en un problema que se transmite de una generación a otra. La prevención de la violencia y la cultura de paz comienzan en la familia. Por todo esto la familia es insustituible. Si la familia entra en crisis, la sociedad entra en crisis; de ahí la imperiosa necesidad de fortalecer su institucionalidad.

El tema de la violencia pasa obligadamente por la educación escolar. La escuela no es una isla. Cualquier cosa que sucede en la sociedad repercute en la escuela. La escuela es una mini sociedad que refleja toda la problemática social. Escuela y sociedad se crean y reproducen mutuamente. Por tanto, la violencia no es sólo un problema de los que están afuera del sistema escolar, ni sólo de los que están adentro, sino de ambos.

La escuela, como institución social, tiene funciones sociales-educativas bien definidas. Una de esas es asegurar la continuidad social. A través de la educación se transmite todo el patrimonio cultural acumulado por las generaciones anteriores. La educación es uno de los principales medios para formar ciudadanos que encajen con los moldes y valores socialmente preestablecidos.

Otro es adaptar el individuo al mundo social, hacerlo miembro del grupo, lo cual implica un procesos de socialización a través del cual el individuo refuerzan su identidad y rol dentro de la sociedad. Pero al mismo tiempo, esa socialización implica aprender las normas de convivencia y reglas de comportamiento dentro del grupo social, donde las conductas antisociales son además prevenidas. Esta es la educación como proceso de enculturación y socialización. Pero cuidado, la escuela como medio de reproducción social puede, y de hecho lo hace,  reproducir patrones y conductas de violencia.

Desde otro ángulo, se asume que la escuela parte de un propósito y concepto de educación basado en la instrucción, en la formación intelectual, orientado al rendimiento profesional y al éxito económico-social. Lo cual es válido y necesario, pero en realidad la escuela no debe verse sólo como un cúmulo de asignaturas y aprendizajes orientados a ese propósito, sino como un cúmulo de oportunidades de crecimiento personal y humano lleno de experiencias de vida y para la vida, para una vida sana, productiva, prolongada y plena.

Por eso, el modelo educativo que una sociedad adopte dentro de su escuela en un momento dado, se convierte en el modelo de cultura, ciudadanía y convivencia por el que se está optando. Este modelo de educación debe sentar las bases para el cambio social a una sociedad más humana y solidaria, que refleja una apuesta educativa por una escuela entendida como espacio de paz, con aprendizajes dinámicos de las actitudes, valores y ciudadanía en convivencia de igualdad. Si se logra que la escuela se oriente hacia una formación integral del ser humano, no solo académica y tecnológica, sino que educa en valores y forma para la paz desde la infancia, se habrá dado un paso cualitativo para alcanzar eso que la sociedad espera de ella.

Pero esta pequeña reflexión estaría incompleta si no hablamos aunque sea brevemente de otros dos agentes educativos que inciden grandemente en el abordaje de la violencia: los medios de comunicación social y la religión. Aunque queda claro desde un principio que educar no es la función principal de estos agentes, pero igualmente debe quedar claro que ambas tienen gran incidencia educativa en las personas y por tanto en la conformación de los valores, prácticas y formas de vida relacionadas con la violencia.

Los medios de comunicación tienen gran poder de penetración y socialización, y sirven entre otras cosas  para inculcar valores, generar actitudes y manipular personas. La incidencia de los medios, que incluso incide más que la escuela, es incuestionable en el desarrollo de un sistema de valores y en la formación del comportamiento y lo demuestran en el caso de la violencia.

Numerosos estudios dan cuenta que la violencia en la televisión tiene efectos en los niños y adolescentes como el de volverlos inmunes al horror de la violencia, aceptar la violencia como un medio de resolver problemas, imitar y reproducir las formas de violencia de la televisión e identificarse con los caracteres, ya sea como víctimas o agresores. No se trata de satanizar los medios, pero su gran problema radica en que socializa la violencia -y otros fenómenos sociales indeseables- pero no proporciona pautas educativas ni formativas para disminuir su impacto negativo.

La religión también tiene el poder de motivar y orientar la conducta del individuo. De ahí que también se espera que las iglesias -de cualquier denominación- contribuyan al cambio social ejerciendo su capacidad de orientar la acción de la sociedad.

La educación tiene incidencia directa en la formación de hábitos, actitudes, valores, de patrones conductuales y ciudadanía, que son necesarios para la convivencia pacífica y para que cualquier sociedad alcance mayores niveles de realización. Pero la tarea educativa no es exclusiva de la escuela, por lo que si se pretende vivir en sociedades de no violencia, con una cultura de paz, se necesita unificación de criterios y propósitos entre la familia, la escuela y la comunidad (medios de comunicación, religión, entidades políticas).


Una lucha frontal contra la violencia requiere un esfuerzo sinérgico de todas las instituciones y de todos los actores: padres y madres, maestros, líderes religiosos, líderes de la comunidad y de toda la sociedad en general. britozenair@gmail.com

lunes, 20 de enero de 2014

EN VENEZUELA LA VIDA DEL CIUDADANO NO VALE NADA

ZENAIR BRITO CABALLERO, “EN VENEZUELA LA VIDA DEL CIUDADANO NO VALE NADA”

Cuando las cosas suceden muy a menudo tenemos la humana tendencia de acostumbrarnos a los hechos, por ser estos cada día más comunes y repetitivos, razón por la cual se llega a la indiferencia.

La intolerancia producto de la pérdida de valores y la cultura del facilismo para llegar a todo lo que queremos, incluido ese deporte nacional de conseguir dinero fácil al costo que sea, así sea acabando con la vida de las personas por dinero, por escalar en la jerarquía de las bandas o simplemente por congraciarse con alguien y hacerle un favor.

Nunca se imaginan los delincuentes y los autores intelectuales que pagan, que al otro lado, no solo hay una vida truncada sino una familia destruida.

Hay entonces que matar la indiferencia y resucitar la solidaridad. Viene a mi memoria esta profunda reflexión, que unos atribuyen al poeta alemán Bertolt Brecht y otros al pastor luterano alemán Martin Niemöller: “Primero se llevaron a los negros, pero a mí no me importó porque yo no lo era. Enseguida se llevaron a los judíos, pero a mí no me importó, porque yo tampoco lo era. Después detuvieron a los curas, pero como yo no soy religioso, tampoco me importó. Luego apresaron a unos comunistas, pero como yo no soy comunista, tampoco me importó. Ahora me llevan a mí pero ya es tarde”.

Esta es una triste realidad, la indiferencia y la falta de solidaridad con los ciudadanos. Esta es la única manera de quebrarle el espinazo a la inseguridad y a la violencia, porque la delincuencia cabalga delante de las autoridades y la justicia.

Es cierto, como responden las autoridades, que no puede haber un policía para cada venezolano, pero sí puede despertarse con ellos la conciencia ciudadana, mandar a revisar la balanza de la justicia, porque parece que pesa más el lado de la delincuencia que el lado de los ciudadanos de bien, así evitar que cuando nos toque a nosotros sea demasiado tarde.

El luto en muchísimas familias venezolanas que caen todos los días en las calles a tiros por la delincuencia incontrolable es una muestra de la descomposición y la inseguridad que campea en nuestra sociedad y la intolerancia total a la hora de solucionar conflictos.
Las autoridades sin la decidida colaboración de la ciudadanía no pueden brindar una buena seguridad, máxime cuando hay jueces y fiscales que parecen más amigos de los malhechores que de los ciudadanos de bien, a quien la Constitución ordena proteger en su honra y vida.

Tenía razón el cantante y compositor mexicano José Alfredo Jiménez cuando en su canción Camino de Guanajuato dice: “No vale nada la vida/La vida no vale nada/Comienza siempre llorando/Y así llorando se acaba/Por esto es que en este mundo/La vida no vale nada”.

britozenair@gmail.com

jueves, 9 de enero de 2014

2014 ¿QUÉ LE ESPERA A LOS VENEZOLANOS?

Cuando llega un nuevo año, hacemos un recuento en lo personal
y a lo acontecido en el país. Para el año que comienza deseamos salud, trabajo, solidaridad, empleo, dinero y amor a quienes nos rodean. 
A pesar de llegar estresados a fin de año, 
siempre sentimos alegrías y esperanzas 
por el año que comienza.

2014 viene cargado de ilusiones para muchos venezolanos; pensamos que en estos 12 meses a todos nos irá mejor. Mucha gente va de vacaciones al exterior o hacen turismo interno. Algunos se refrescan en ríos o playas. Nuestro famoso lago de Valencia está contaminado y ojalá muy pronto se recupere.
Después de hacer un balance y ver lo positivo y negativo del 2013, podemos decir que realmente fue un año lleno de acontecimientos negativos. La economía es el tema que más preocupa. Los informes indican que estamos en el piso y el desarrollo social todavía no se observa en la calle.
La macroeconomía no alcanza a todos y sigue existiendo una gran inequidad social y un país dividido entre ricos y pobres, revolucionarios y contrarrevolucionarios, entre patriotas y apátridas. El gobierno actual debería luchar de forma eficaz contra la pobreza para disminuir la enorme cantidad de coterráneos que no cubren sus necesidades básicas.
El 1 de enero autobuseros y taxistas continuaron con el aumento del pasaje navideño, lo que influirá negativamente en el presupuesto familiar, si las Alcaldías no regulan el precio del transporte público.
La canasta familiar está con un costo muy alto, y con el sueldo mínimo de 2973 Bs, es imposible alimentar adecuadamente a 4 o a 5 miembros de la familia, aunque Maduro piense que dando un pírrico aumento del 10%, EL SUELDO ALCANZARÁ PARA TODO. Los supermercados deben crear bolsas económicas y de buena calidad para sus clientes.
En materia de salud, educación, seguridad y trabajo, todavía hay deudas pendientes. La ciudadanía debe seguir exigiendo sus derechos y luchar contra la corrupción y la impunidad. Este año 2014, los reclamos deben dirigirse hacia el Poder Judicial, porque en nuestro país la justicia brilla por su ausencia, y aun se espera la amnistía para los presos políticos entre quienes se encuentra el Comisario Simonovis, afectado de fuertes enfermedades, que ameritan su traslado permanente a una clínica que aminore sus males..
Proteger la ecología será una tarea de todos y todas. Limpiar los ríos y quebradas, plantar árboles y luchar contra el dengue serán trabajos ineludibles.
Estoy segura, que en el 2014 nada resultará fácil, porque arrastramos tres lustros de atraso, corrupción e inequidad social con la imposición del fulano socialismo-comunismo del siglo XXI.
Todos tendríamos que renovar la voluntad y el deseo de trabajar por una mejor Venezuela y con más oportunidades para los menos favorecidos. Especialmente, no olvidar las promesas que se hicieron a los jóvenes, a quienes se prometieron trabajo y estudios, pero hasta hoy día no se cumplen esos compromisos.
La clase política tanto de izquierda como de derecha, la más desprestigiada de los últimos tiempos, tendrá que mostrar otro semblante para recuperar la confianza de la ciudadanía. Que Dios nos acompañe en esta travesía.  
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miércoles, 8 de enero de 2014

¡VIVIMOS LA VIDA DEL QUÉ DIRÁN Y NO LA NUESTRA!

¡VIVIMOS LA VIDA DEL QUÉ DIRÁN Y NO LA NUESTRA!
Zenair Brito Caballero
No se puede andar por la vida al ritmo de lo que los demás piensen o digan de nosotros. Tampoco podemos intentar complacer a todo el mundo, pues acabaríamos por volvernos locos. Una persona a quien alguien le dijo “burro” y, de buenas a primeras, empezó a mirarse en el espejo qué tan grandes tenía sus orejas. Luego se dejó crecer el cabello con la firme intención de que el pelo las tapara y nadie se las viera, al final comprobó que se estaba comportando como un auténtico “burro”.
¡A casi todos nos pasa igual! Les prestamos tanta atención a las necedades que nos dicen los demás que nos olvidamos de lo que en realidad debemos sentir y creer de nosotros mismos. El temor a la desaprobación, con relativa frecuencia, afecta la manera en la que actuamos. Mejor dicho: Vivimos la vida del ‘qué dirán’, no la nuestra.
¿Por qué será que no hacemos nada sin pensar antes qué puedan decir nuestros amigos o familiares? Es como si dependiéramos de la opinión ajena. Nos preocupamos tanto por los juicios que hagan de nosotros que modificamos actitudes, decisiones y hasta nuestros estados de ánimo; incluso llegamos a extremos increíbles. Hay cosas que debemos ignorar, más allá de las recriminaciones.
Las críticas destructivas deben pasarse por alto. Nuestras angustias por lo que los ‘otros’ hablen de nosotros pueden amilanarnos. No es que tengamos que hacer precisamente lo contrario que todo el mundo hace, para así tener carácter. ¡No! tampoco se trata de ser necios. La idea va más allá: Es tener una personalidad propia y atreverse a manifestarla en el momento preciso, incluso en medio de un ambiente diferente o ante unas personas que piensen de modo distinto.
No podemos vivir atados a la aprobación de los demás; no podemos perder de vista nuestra capacidad de hacer lo que nos corresponde en la vida. Escuchando las otras voces se nos van apagando las nuestras. Porque de tanto vivir colgados del muro del ‘qué dirán’, nos quedamos sin nada qué decir de nosotros mismos.
Por el ‘qué dirán’, cuando nos vemos frente al espejo, las imágenes que vemos de nosotros no nos gustan y nos hacen pensar que no ha valido la pena ningún esfuerzo para cambiar. Nunca trate de impedir su sombra por culpa del ‘qué dirán’, pues las habladurías tienen una habilidad casi ‘diabólica’ para causarle más dolor del que se pueda imaginar.
Debemos enfrentar nuestras decisiones con la frente en alto. Con esa valentía para desechar el ‘qué dirán’ descubriremos todo lo maravilloso que podemos hacer. Lo importante no es lo que digan de nosotros, sino lo que nosotros hacemos con tanta ‘basura’ que escuchamos.
Les recomiendo hacer este ejercicio. Después de leer estas líneas, dedique unos minutos de tranquilidad para ‘sintonizarse’ con usted mismo. Acepte la buena noticia que de una vez por todas, se ha visto tal como es y que así existan personas que lo critiquen por todo, usted es capaz de sacar el máximo partido de lo que la vida le ha regalado.
Eso sí, no olvide que debe tener presente siempre en sus acciones y comportamientos a Dios. Ahora cuestiónese: ¿Cómo se comportaría si Dios estuviera ahora mismo de pie, frente a usted? Es hora que empiece a actuar cómo debe ser.
Aunque no lo crea, Dios está muy cerquitica. Y siempre que decida hacer cosas positivas, Él le ayudará para estar por encima del ‘qué dirán’. Preocúpese si usted tiene… 1. Unos ojos orgullosos. 2. Una lengua mentirosa. 3. Unas manos que emplea para robar o golpear a los demás. 4. Un corazón amargado. 5. Unos pies que lo conducen a donde no le corresponde estar. 6. Una forma necia de comportarse. 7. Chismes por contar y, lo que es peor, críticas destructivas.

britozenair@gmail.com

domingo, 5 de enero de 2014

EL OPTIMISMO Y EL PESIMISMO

ZENAIR BRITO CABALLERO

La vida y los acontecimientos tienen dos maneras de verlos: el optimismo y el pesimismo. Cuando una botella está llena hasta la mitad, el optimista dice que está medio llena; y el pesimista, que medio vacía. En un recorrido, antes de llegar al destino, el optimista dice: ya casi llegamos. Y el pesimista, pregunta: ¿Todavía falta mucho? El pesimista dice: No me gustan las rosas porque tienen espinas. Y el optimista, por el contrario, afirma: Me gustan las espinas porque tienen rosas.

Esa forma de ser de los seres humanos, polarizada entre el blanco y el rosado y el gris y el negro, es irreconciliable. Para cambiarle a una persona su manera de ser, su naturaleza, hay que manosearla y volverla a hacer. Y mi Dios no hace esos “remiendos”.

A veces el optimista peca de osado, de temerario, y por verle el lado amable a las cosas no calcula los riesgos; o se conforma con las cosas como se vengan y trata de justificarlas, o no pierde la esperanza, que a última hora se enderecen a su favor, como el que se cayó de un décimo piso, y cuando iba por el segundo pensaba: hasta aquí voy bien.

Los otros, los pesimistas, por el contrario, anticipan todos los males; y de cosas buenas sacan resultados malos. El genial caricaturista del siglo pasado, Merino, trágico por naturaleza, se quejaba de que se ganó un carro en una rifa, con una boleta que le regalaron, y cuando alguien iba a felicitarlo, decía: No, esa es una desgracia. Yo con qué voy a pagarle impuestos y seguros, echarle gasolina y hacerle mantenimiento. Además de que mis hijos van a querer que se los preste, lo estrellan y yo de dónde voy a sacar plata para repararlo.

En lo anterior, como en todo en la vida, hay un punto medio, el equilibrio de las cosas, que es la medida justa, que no es fácil de conseguir, porque las reacciones ante los hechos, para bien o para mal, se van a los extremos.

Por eso recomiendan los tratadistas de la conducta humana dejar enfriar los hechos, para no tomar decisiones en caliente, y correr el riesgo de equivocarse, a veces sin posibilidades de rectificar. Y de contar hasta diez antes de responder una impertinencia, para contestar lo acertado o quedarse callado. El silencio, muchas veces, dice más que las palabras.

Con estas “simplezas mías” despedí el año 2013, dándole gracias a Dios, porque el balance de los hechos personales es maravilloso, gracias a que aplico la tolerancia de los principios liberales; además de que aprendí a no meterme en lo que no me importa y a valorar y aplaudir lo bueno que hacen los demás, y a no criticar a nadie. En cuanto a 2014, que se venga como quiera que aquí lo toreamos.


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