“VENEZUELA UN PAIS DE INSEGURIDAD Y VIOLENCIA
SOCIAL”
Zenair Brito Caballero
Es indiscutible que las dificultades que vive
nuestra sociedad venezolana por el aumento de la violencia, la delincuencia y
de la inseguridad de los ciudadanos, principalmente entre los habitantes de las
ciudades más populosas del país, no es un problema nacional, sino que es un
tema que se difunde en todas las naciones. Pero sin ninguna duda alguna,
constituye una de las principales causas de falta de bienestar social y de
prosperidad en nuestra Venezuela.
Es demasiado común escuchar que la gente diga
en Caracas, Maracaibo, Barquisimeto, Valencia y Maracay que ya no se puede
vivir así, que un comercio, una farmacia o un banco haya sido asaltado varias
veces, que no se puede salir después de las 6pm por temor a un asalto, a un
atraco o a un asesinato, sin que las autoridades policiales hayan podido tomar
medidas para asegurar que esto no continúe sucediendo; que pocos días atrás el
ministro del Interior y Justicia diga por los canales televisivos que no
aconseja el uso de las armas por parte de la población civil, mientras que más
adelante funcionarios policiales dicen que si un ciudadano es atacado con armas
debe tratar de defenderse.
Tampoco es lógico que haya funcionarios
policiales procesados por hacer uso de la fuerza, mientras que luego las
autoridades autoricen que hagan uso de las armas si es necesario, para
defenderse o defender a la población. Todos estos dichos contradictorios por
parte de jerarcas del gobierno revolucionario socialista-comunista no hacen más
que demostrar que ellos mismos se sienten irresolutos en cuanto a cómo resolver
los problemas de la inseguridad pública.
Por otra parte, en algunos estratos sociales
hay una ruptura entre la población adulta y la más joven, lo que ha llevado a
una incapacidad de relación generacional, de diálogo y, concomitantemente, de
trasmisión de valores y de un correcto modelaje por parte de los padres de lo
que debe ser un correcto comportamiento social. En todo ello colabora la falta
de educación y de cultura, y el aumento indiscriminado de la drogadicción entre
los jóvenes debido al ingreso de la llamada piedra en los barrios marginales,
que por su bajo valor está al alcance de cualquiera.
En el mundo globalizado de hoy, pareciera que
las autoridades venezolanas no tienen autonomía para aplicar sus propias leyes,
porque la firma de convenios internacionales de “derechos humanos”, pueden
incidir o socavar la autonomía de nuestra justicia.
Por otra parte el Ministerio del Interior y
Justicia no tiene la fuerza ni el ímpetu que antes podía detentar para someter
a la delincuencia, ni tampoco parece haber una política de Estado definida en
cuanto a la represión del delito. También la Justicia tiene reticencias o
retintines en cuanto a la aplicación de las sanciones. Esto lleva a la
impunidad de aquél que delinque como primario y luego de cometer un delito,
muchas veces de cierta gravedad, queda libre por no tener antecedentes penales.
Actualmente los ciudadanos han comenzado a
tomar en sus manos su propia defensa, habiendo sucedido hechos de delincuentes
heridos y muertos por sus víctimas, en defensa propia. Naturalmente que esto se
veía venir y lo triste es, que la victima va a la cárcel por defender su vida y
sus derechos.
¿Hasta cuándo la gente puede ser tan cobarde
o tan respetuosa de la ley, que no tome medidas para defender su vida y sus
bienes, a sus hijos y a sus dependientes? Tal vez si la población venezolana
hubiera sido menos pasiva, más autoritaria y más valiente, nunca habríamos
llegado a los extremos a los que se ha llegado, por ejemplo en el sur del país
o en las propias fronteras con Brasil y Colombia, donde hombres hechos y
derechos se dejan robar por niños que están (o dicen estar) armados.
Lo inconcebible es que esto suceda en un país
como el nuestro y que no se haya podido implementar a tiempo una estrategia que
prevenga y resuelva la situación. Como también es inconcebible que se hagan
tantos problemas para asistir a tantas personas que se encuentran en situación
de calle en las principales ciudades del país, cuando por otro lado esta nación
está manteniendo a tantos inútiles y acomodados socialistas-comunistas que no
hacen nada (o hacen lo que no deben) y cobran suculentos sueldos.
Aquí lo que debería hacerse es poner mano
blanda para ayudar a los indigentes, pero ayudarlos en serio, y poner mano dura
para los que delinquen y también hacerlo en serio. Si los hijos de Fulano
roban, dañan o matan, Fulano debería cumplir la pena por el delito cometido por
sus hijos, pero no con un simple descaro judicial, sino que asuman una
verdadera responsabilidad penal.
Si las cárceles venezolanas son una
vergüenza, ¿no estarían mejor los presos en predios donde pudieran trabajar
(sí, aplicarles trabajos obligatorios) y que al mismo tiempo hagan algo para
retribuir a la sociedad por los daños causados y para contribuir a su sustento?
Esto permitiría además mejorar su autoestima y hacer más posible su
rehabilitación. ¿No lo cree usted apreciado lector que estamos sometidos por la
inseguridad y la violencia social? Por ello hay que votar por la justicia, la
solidaridad, la unidad y el progreso de los venezolanos, el próximo 14 de abril
por Henrique Capriles Radonski. ¡De su voto depende o comunismo cubano o
democracia con plenas libertades!
britozenair@hotmail.com