"LA ESCLAVITUD MÁS
DENIGRANTE ES LA DE SER ESCLAVO DE UNO MISMO".
Zenair Brito Caballero
Hoy,
después de varias semanas sin escribir, desmotivada por todo lo que ocurre en
nuestro país, tomo nuevamente prestada la pluma de Cervantes para garabatear desde
mi imperfección.
Muchos
dicen "Las palabras pueden con todo". Sí, pero el corazón dicta
verdades irrefutables sobre la naturaleza humana, y aunque las sabemos, solemos
resbalar en el primer obstáculo que encontramos; no por eso la verdad se
convierte en mentira, ni la persona en embustera. Es solo un ser humano
luchando con sus fortalezas contra sus debilidades con el beneficio de la
conciencia despierta.
Todos
cargamos sin que nos percatemos con cadenas heredadas de generaciones pasadas,
que muy pocos se atreven a romper aunque logren darse cuenta de sus efectos
destructores. Vemos el ejemplo de personas mitómanas y manipuladoras que
en su niñez fueron motivadas por adultos que les sirvieron de ejemplo, al
utilizar esos métodos con desparpajo para lograr subsistir.
Otras
andan cargadas de falsos orgullos, linajes y aristocracias rancias donde con el
paso del tiempo desapareció el motivo que estimulaba tal sentimiento, pero no
se murió la viciosa presunción. También encontramos las herencias racistas
donde se recuerda con beneplácito al abuelo de descendencia europea, blanco y
de ojos azules, y se desdice del color oscuro aunque lo lleven los miembros
actuales de la familia plasmados en su cuerpo y en su sangre.
Y qué
decir del temperamento enojoso y criticón, siempre irritado, de mal genio, que
todo lo repele, donde nada está bien. Y aquella actitud de suficiencia y
soberbia que humilla y rechaza cualquier posición que difiera de la personal,
utilizando palabras peyorativas, desdeñosas e insultantes para mostrar su
desacuerdo; los tonos de voz aplastantes, denigrantes e hirientes.
Peor aún
la herencia del miedo a la vida, saturada de culpas y temores agobiantes,
agravada por la inseguridad y el negativismo, con trazas de autocompasión. Y
mucho más grave llevar a cuestas sentimientos sombríos, lujuriosos, de
maldad, de odio y crueldad arrastrados como cadenas desde épocas desconocidas.
Todas las
anteriores y muchas más formas de herencias generacionales comportamentales
impiden avanzar en la vida, mirar de frente los problemas pero también las
soluciones.
De esta
manera es casi imposible sostener una convivencia en paz con uno mismo y con
los demás. Conviene entonces ser lo suficientemente honesto para darse cuenta que
es obligatorio un juicio íntimo, privado y responsable donde nos atrevamos a
mirarnos con sentido autofiscalizador, donde seamos capaces de hacernos
preguntas y de responderlas en forma sincera y justa, utilizando gran capacidad
de discernimiento y sensatez, que nos permitan reconocer que somos
transportadores inconscientes, mecanizados e involuntarios de legados absurdos,
pesados e innecesarios.
¿Qué
sentido tiene estar repitiendo una actitud espantosa y demoledora de la
felicidad, de generación en generación? Si la bisabuela o el abuelo fueron de X
o Y manera, esas actitudes debieron morir con ellos.
En esta
tarea es imprescindible la presencia del maestro oculto en nuestro corazón, el
sabio Interior, ese ser superior que nos lleva de la mano y nos ayuda a superar
obstáculos. Quienes son obstinados en creer que solos pueden superar los
conflictos particulares están desaprovechando la sabiduría del mundo espiritual
que los habita, les da vida y se ofrece sin condicionamientos. Solo debe
imperar la buena intención, una actitud humilde, el deseo de cambio y una
confianza absoluta en que podemos lograrlo en compañía de seres de luz.
Escribió
Séneca: "La esclavitud más denigrante es la de ser esclavo de uno
mismo" y por ello es el nombre de mi artículo de hoy.