miércoles, 30 de mayo de 2012

¿POR QUÈ VENEZUELA TIENE UNA DE LAS PEORES EDUCACIONES DEL MUNDO?


¿POR QUÈ VENEZUELA TIENE UNA DE LAS PEORES EDUCACIONES DEL MUNDO?
Zenair Brito Caballero* (britozenair@gmail.com)
La información aparecida en los medios impresos y en los noticieros televisivos, que la Asamblea Nacional ha venido recortando sustancialmente el presupuesto de las universidades públicas no genuflexas al gobierno socialista-comunista es verdaderamente indignante y los gremios de docentes, empleados administrativos y obreros han tenido que ir a paros durante esta semana.
Recuerdo hace varios meses,  en una de mis columnas de opinión haber elogiado el programa de donaciones a las escuelas básicas de “computadoras Canaimitas” como una necesidad imperiosa para la educación y para cerrar la brecha entre quienes pueden y quienes no pueden pagarse un ordenador o computador personal. 
Tal parece que en este país todo proyecto positivo, constructivo y digno de elogios termina por ser condenado al “oparei” por la falta de interés, la necedad o la mala voluntad de algún sector decisivo. Confirman estos hechos lo que he venido escribiendo en muchos artículos de opinión: “…el mantenimiento de niveles de pobreza mucho más altos de lo que justifican las limitaciones de la economía del país y la persistencia de las miserias de nuestro catastrófico sistema educativo no son una casualidad, sino a la vez causa y consecuencia de la necesidad de los corruptos de unos “consumidores” que les permita sostenerse en los puestos de decisión y responsabilidad a través del clientelismo político”. 
Entretanto, en el último estudio internacional sobre educación en la región, Venezuela aparece entre los últimos países en todos los niveles de enseñanza y en todos los aspectos analizados; la Asamblea Nacional, que infló irresponsablemente la gran mayoría de los rubros, incluyendo los ingresos a la Fuerza Armada y a los gastos presidenciales, en cambio recorta drásticamente el dinero destinado a las universidades públicas no afectas a su ideología, para lograr que no se apliquen las normas de homologación, que los estudiantes universitarios no tengan acceso a la investigación, a la extensión, a buena comida en los comedores y al menos aumentar las pírricas becas estudiantiles.
Es realmente indignante y pinta de cuerpo entero a nuestros legisladores en particular y a nuestra clase política en general. Casos como este ya no se pueden adjudicar a la falta de ética o a la indiferencia social, sino que se trata de abierta y descarada mala fe. 
Siempre he defendido la institucionalidad del Estado de derecho y creo firmemente que la peor democracia con el peor de los parlamentos posibles es en todos los casos mucho mejor que cualquier autoritarismo, sea de la tendencia que sea(de izquierda, de centro o de derecha). Pero hay que reconocer que nuestros legisladores –varios de ellos honorables de título, pero deshonrosos de acciones– se especializan en dar argumentos valederos a cuanto aventurero propone “que es lo que se debe hacer en el Parlamento”. 
Un estudiante que sale de una universidad sin saber manejar bien una computadora y utilizar internet  para ser un investigador, es un candidato seguro a una vida adulta, en el mejor de los casos, de trabajos manuales mal remunerados y, más probablemente aún, de marginalidad y desempleo, cuando no de delincuencia.  
Cuesta creer que se esté boicoteando a propósito la educación pública universitaria que tiene rectores opositores, pero ¿Qué otra explicación cabe de medidas definitivamente destinadas a obstruir cualquier intento de mejora educativa?
Ante casos de pasividad y de desinterés se podría argumentar que simplemente no entienden la esencial interrelación entre educación y progreso económico y social que siempre ha sido muy íntima, pero que hoy por hoy es la clave de cualquier crecimiento económico y cualquier desarrollo social sostenible. 
Un país que es lo suficientemente rico para incrementar los ingresos de los legisladores, para comprar armamentos y para regalar a otros países de igual ideología no puede ser al mismo tiempo tan pobre para carecer de recursos que invertir en la educación universitaria del sistema educativo formal.
Pero evidentemente, la educación superior no solo no es una prioridad, sino que es una molestia, es una piedrita en el zapato de los que gobiernan para el modelo de acción política  socialista-comunista que hoy se ha pretendido imponer en el país. Cuanto mayor nivel educativo tienen las personas, menos probable es que vendan cédulas o que voten al color de un pañuelo rojo-rojito en lugar de a la calidad o moralidad de un candidato.
Cuanto mayor es el nivel de formación y mejor la oportunidad de conseguir buenos trabajos de una persona, menor es su dependencia del clientelismo. Cuanto mayor es el acceso a información y conocimiento –y en eso internet es una fuente inagotable– más difícil resulta basar la acción electoral en publicidades engañosas y promesas imposibles de cumplir.
¿Qué la falta de educación también empobrece al país? Eso no preocupa mucho a los que pueden subirse el sueldo a sí mismos o regatear con tráfico de influencias. ¿Qué en un ambiente de educación catastrófica es imposible generar un desarrollo social sostenible? Eso no tiene importancia para quienes se benefician del clientelismo político basado en la injusticia social.  
En resumidas cuentas: no creo que sea casual la miseria educativa del país. Es el resultado de una clase dirigente y que socialista-comunista, que prefiere una ciudadanía pobre, con poca educación y ninguna cultura cívica para continuar perpetuándose en el poder.

“LA VIOLENCIA EL MIEDO Y EL PODER POLÌTICO”


“LA VIOLENCIA EL MIEDO Y EL PODER POLÌTICO”
Zenair Brito Caballero (britozenair@gmail.com)
La violencia es como una larga e irregular escalinata que al llegar a la cima, encuentra un barranco profundo y oscuro; no tiene la forma de una pirámide, que comienza ancha en su base y termina angosta en la cúspide.  Del latín la palabra “violentus”, violento, viene de “vis”: fuerza, poder, violencia.  Del diccionario RAE XXII edición, violentar es “aplicar medios violentos a cosas o personas para vencer su resistencia”. 
Lo violento “está fuera de su natural estado, situación o modo… que se ejecuta contra el modo regular o fuerza de razón y justicia…”  La violencia es contagiosa, se extiende por el temor, por el miedo y la incertidumbre, brota del poder en cualquiera de su multitud de formas y manifestaciones privadas y públicas.  Es de carácter viral y endémico,  hay que atenderla con prontitud, antes que inicie el ciclo de su evolución y avance en sus estragos.  El rumor genera miedo ante lo desconocido, ante el mal que se siente y desconoce, es epidemiológico. 
La ley de Newton, no es sólo una ley de la física, es una ley social: “a toda acción corresponde una reacción igual o mayor”. El odio y el terror, se engendran mutuamente.  Ejerce la violencia el empleador que no cumple sus obligaciones laborales contra el trabajador quien necesita el salario y se acomoda a las condiciones denigrantes que le impone; el presidente  venezolano socialista-comunista haciendo su voluntad por encima de la opinión mayoritaria del pueblo  o del grupo a quien dice “representa”, sin discutir, sin consultar, porque siente en su envestidura el carácter mesiánico y providencial de su posición, que termina, de tanto insistir, creyéndosela, busca ansioso la hegemonía, se siente imprescindible, su voz se alza entre las multitudes o entre las minorías sobre las cuales su poder ejerce una fuerza que doblega voluntades.
 La historia humana amigos lectores ha sido la historia de la violencia y Venezuela no es la excepción, Desde el poder, con su “visionaria, alucinada” y comúnmente centralista interpretación del mundo, desde lo erudito, emotivo y dependiente, desde la superioridad racial, cultural, material y psíquica, desde la investidura legítima o ilegítima, se violentan las cosas y las personas para doblegar su resistencia y someterlas al redil de aquello que quien manda, decide, controla, dice qué es lo bueno o lo malo, lo que conviene y no conviene, lo que debe gustar y disgustar.  Esa fuerza, por encima de todo, llámese mercado, partido político, iglesia, ejército, policía, estado, juez, empresa… 
La violencia, aceptémoslo con repugnante indignación, es producto del conflicto cotidiano que el ejercicio del poder ha ejercido en la sociedad venezolana en la cual vivimos y seguiremos viviendo, hasta que no llegue un momento en que, habiendo rebasado sus límites, colapse nuestra existencia individual y social, porque la violencia en su más visible y extrema manifestación provoca la confrontación
Violencia amigos, es someter al desempleo, al analfabetismo, a la ignorancia, a la inseguridad, a la enfermedad, al abandono, a la orfandad, al olvido, a la denigración,… ¿Puede ser la violencia legítima e ilegítima, justificada o injustificada? Depende, quien la ejerza y tenga la capacidad para justificarla, puede hacerla lícita o legítima, si tiene el poder suficiente para hacerlo desde lo real;  desde lo ético, que no siempre prevalece,  sólo es legítima y justificada, aquella que reacciona para sobrevivir ante la violencia de origen que pretende destruirlo o someterlo,  es un proceso natural, lógico, humano y físico.
 La violencia engendra violencia, es una trampa de la que no se sale. Desde la doctrina norteamericana se ha hablado de la “guerra preventiva”. Desde la historia, en la “guerra santa”, desde católicos, judíos y musulmanes,  desde las Cruzadas, en la Conquista se ha usado el nombre de Dios.
La debilidad es la locura, la fuerza se desborda y las acciones traspasan lo razonable, esa es la más evidente señal de su agonía.  Una forma de poder muere y otra surge inmediatamente,  alguien que lo representa deja de existir y una nueva figura se levanta de las cenizas del otro, reniega del antecesor, promete ser distinto, pero poco a poco, a medida que acumula en sus articulaciones la energía de esa fuerza invisible y necesaria,  se va pareciendo mas y mas a eso de quien antes renegó. 
Así es la historia señores, un drama, una comedia,  un juego de ajedrez. Solamente el poder, cuando es pequeño, puede ser más ampliamente compartido; cuando crece, se concentra, precisamente eso lo hace crecer hasta un punto determinado, después evoluciona, muta y muda, se diluye una forma y figura, y surge creativamente en otra que a fin de cuentas no deja de ser la misma en otra época y circunstancia, más sutil o burda.   

“LA VIOLENCIA EL MIEDO Y EL PODER POLÌTICO”


“LA VIOLENCIA EL MIEDO Y EL PODER POLÌTICO”
Zenair Brito Caballero (britozenair@gmail.com)
La violencia es como una larga e irregular escalinata que al llegar a la cima, encuentra un barranco profundo y oscuro; no tiene la forma de una pirámide, que comienza ancha en su base y termina angosta en la cúspide.  Del latín la palabra “violentus”, violento, viene de “vis”: fuerza, poder, violencia.  Del diccionario RAE XXII edición, violentar es “aplicar medios violentos a cosas o personas para vencer su resistencia”.
Lo violento “está fuera de su natural estado, situación o modo… que se ejecuta contra el modo regular o fuerza de razón y justicia…”  La violencia es contagiosa, se extiende por el temor, por el miedo y la incertidumbre, brota del poder en cualquiera de su multitud de formas y manifestaciones privadas y públicas.  Es de carácter viral y endémico,  hay que atenderla con prontitud, antes que inicie el ciclo de su evolución y avance en sus estragos.  El rumor genera miedo ante lo desconocido, ante el mal que se siente y desconoce, es epidemiológico.
La ley de Newton, no es sólo una ley de la física, es una ley social: “a toda acción corresponde una reacción igual o mayor”. El odio y el terror, se engendran mutuamente.  Ejerce la violencia el empleador que no cumple sus obligaciones laborales contra el trabajador quien necesita el salario y se acomoda a las condiciones denigrantes que le impone; el presidente  venezolano socialista-comunista haciendo su voluntad por encima de la opinión mayoritaria del pueblo  o del grupo a quien dice “representa”, sin discutir, sin consultar, porque siente en su envestidura el carácter mesiánico y providencial de su posición, que termina, de tanto insistir, creyéndosela, busca ansioso la hegemonía, se siente imprescindible, su voz se alza entre las multitudes o entre las minorías sobre las cuales su poder ejerce una fuerza que doblega voluntades.
 La historia humana amigos lectores ha sido la historia de la violencia y Venezuela no es la excepción, Desde el poder, con su “visionaria, alucinada” y comúnmente centralista interpretación del mundo, desde lo erudito, emotivo y dependiente, desde la superioridad racial, cultural, material y psíquica, desde la investidura legítima o ilegítima, se violentan las cosas y las personas para doblegar su resistencia y someterlas al redil de aquello que quien manda, decide, controla, dice qué es lo bueno o lo malo, lo que conviene y no conviene, lo que debe gustar y disgustar.  Esa fuerza, por encima de todo, llámese mercado, partido político, iglesia, ejército, policía, estado, juez, empresa… 
La violencia, aceptémoslo con repugnante indignación, es producto del conflicto cotidiano que el ejercicio del poder ha ejercido en la sociedad venezolana en la cual vivimos y seguiremos viviendo, hasta que no llegue un momento en que, habiendo rebasado sus límites, colapse nuestra existencia individual y social, porque la violencia en su más visible y extrema manifestación provoca la confrontación
Violencia amigos, es someter al desempleo, al analfabetismo, a la ignorancia, a la inseguridad, a la enfermedad, al abandono, a la orfandad, al olvido, a la denigración,… ¿Puede ser la violencia legítima e ilegítima, justificada o injustificada? Depende, quien la ejerza y tenga la capacidad para justificarla, puede hacerla lícita o legítima, si tiene el poder suficiente para hacerlo desde lo real;  desde lo ético, que no siempre prevalece,  sólo es legítima y justificada, aquella que reacciona para sobrevivir ante la violencia de origen que pretende destruirlo o someterlo,  es un proceso natural, lógico, humano y físico.
 La violencia engendra violencia, es una trampa de la que no se sale. Desde la doctrina norteamericana se ha hablado de la “guerra preventiva”. Desde la historia, en la “guerra santa”, desde católicos, judíos y musulmanes,  desde las Cruzadas, en la Conquista se ha usado el nombre de Dios.
La debilidad es la locura, la fuerza se desborda y las acciones traspasan lo razonable, esa es la más evidente señal de su agonía.  Una forma de poder muere y otra surge inmediatamente,  alguien que lo representa deja de existir y una nueva figura se levanta de las cenizas del otro, reniega del antecesor, promete ser distinto, pero poco a poco, a medida que acumula en sus articulaciones la energía de esa fuerza invisible y necesaria,  se va pareciendo mas y mas a eso de quien antes renegó. 
Así es la historia señores, un drama, una comedia,  un juego de ajedrez. Solamente el poder, cuando es pequeño, puede ser más ampliamente compartido; cuando crece, se concentra, precisamente eso lo hace crecer hasta un punto determinado, después evoluciona, muta y muda, se diluye una forma y figura, y surge creativamente en otra que a fin de cuentas no deja de ser la misma en otra época y circunstancia, más sutil o burda.