viernes, 20 de diciembre de 2013

HASTA CUÁNDO TANTA INSEGURIDAD CIUDADANA

¿HASTA CUÁNDO TANTA INSEGURIDAD CIUDADANA?

Zenair Brito Caballero
  
Sin temor a equivocarme, el padecimiento más grave que sufre en estos tiempos la sociedad venezolana es el que deriva de la inseguridad galopante que se ha desatado de diversas formas en el ambiente.
Lo que más golpea la cotidianidad de la gente es, desde luego, la inseguridad ciudadana, que se manifiesta de múltiples maneras, todas ellas marcadas por los sellos candentes de las actividades antisociales y delincuenciales.
Cuando parecía que el fulano socialismo del siglo XXI  traería una era de paz creciente, los tentáculos del crimen empezaron a expandirse y a ramificarse de tal forma que nadie pudo prever en el momento en que eso se comenzó a dar. Otra hubiera sido la historia si al inicio del año 2000 se hubiesen aplicado los métodos preventivos y las acciones correctivas pertinentes.
Entre el accionar de la delincuencia y la implantación del crimen organizado, la institucionalidad se ve cada vez más atrapada y reducida, sin que hasta la fecha aparezcan señales suficientemente convincentes, que tal situación vaya a entrar en fase de tratamientos re-constructores eficaces y sostenibles.
Pero aunque la inseguridad ciudadana es lo que aparece en la primera línea de las preocupaciones y las angustias de los venezolanos, tal como lo evidencian las mediciones de opinión pública que se vienen sucediendo con más periodicidad en estos tiempos, como en la recién finalizada campaña electoral para elegir Alcaldes y Concejales, lo cierto es que esa no es la única expresión de inseguridad que padecemos en nuestro país.
Están también la inseguridad económica, derivada principalmente de la debilidad de crecimiento que ya se ha vuelto crónica. Si la economía no crece, el Estado tiende a estancarse, y las oportunidades de mejoramiento de las condiciones de vida de la población no hallan dónde encontrar arraigo. Crecen la escasez, el desabastecimiento, la inflación y el alto costo de la vida.
Y a esta inseguridad hay que sumar otras dos, que son realmente cruciales: la inseguridad institucional y la inseguridad jurídica. La institucionalidad parece estar padeciendo una crisis de identidad muy peligrosa, a la luz de los requerimientos de disciplina y de racionalidad que trae consigo el desenvolvimiento democrático; y el imperio de la ley se halla cada vez más asediado por los trastornos políticos y el embate de los intereses sectoriales.
Como si ese panorama no fuera suficientemente estresante, en estos últimos días parece estarse haciendo visible una nueva forma de inseguridad, que tiene directa incidencia en la estabilidad de todo el sistema: y es la que deriva de las decisiones que toma el  Tribunal Supremo de Justicia y los jueces a quienes corresponden las ejecuciones, en el sentido de posponer una Amnistía para los presos políticos del régimen, y la medida humanitaria al Comisario Iván Simonovis, enfermo, inocente y preso solo porque al gobierno le da la gana que esté preso.
Si no se hacen esfuerzos significativos, en todos los órdenes, para lograr que la seguridad gane terreno en el ambiente, ninguna de las iniciativas específicas de modernización producirá los resultados que se requieren para que el país gane estabilidad y credibilidad, que son factores claves para el desarrollo.
Hay que salir del dominio de la improvisación y las ocurrencias de este régimen socialista-comunista, para pasar al plano de la planificación responsable y la proyección efectiva. Y los que hoy dirigen al país con ese fulano socialismo-comunismo trasnochado y obsoleto, tendrían que pronunciarse con claridad y suficiencia sobre este punto. Hasta el momento, ni el difunto Chávez en 14 años de gobierno, ni  Nicolás Maduro con 8 meses en el poder lo han hecho. ¿Para cuándo será eso? ¿Seguiremos esperando que la oposición se renueve?