lunes, 15 de julio de 2013

LA CORRUPCIÓN ES EL CÁNCER TERMINAL DE VENEZUELA

LA CORRUPCIÓN ES EL CÁNCER TERMINAL DE VENEZUELA

Zenair Brito Caballero
Es el pan nuestro de cada día. No hay un solo estrato social que no la comente y los medios también hacen eco del mismo tema. Son aterradores los informes y los datos sobre la corrupción en nuestro país. Es tan avasallador el fenómeno que nos está acabando de una manera alarmante: “se están robando al país y estamos los venezolanos y venezolanas “en las entrañas del monstruo”.
Los columnistas de opinión más leídos tanto de los diarios nacionales como regionales, se han vuelto monotemáticos en torno a la corrupción y es comprensible. En uno de mis artículos publicados sobre el problema de la corrupción en Venezuela, en mi habitual estilo directo de llamar las cosas puntualice: “Sospecho cada vez con más firmeza que la corrupción se chupó a este país, sobre todo ante los escándalos de los últimos días”.
Y sigo afirmando lo mismo, pero tomando un término de la medicina aplicado al cáncer: La corrupción en Venezuela está en fase terminal. El flagelo está carcomiendo no solo el tejido moral, el tejido político y el tejido social, el tejido y los órganos de la justicia, el tejido y los órganos parlamentarios, el tejido y los órganos de la administración pública, el tejido y los órganos de muchas universidades, y otros sectores de la sociedad, está carcomiendo también el tejido de la racionalidad y de la lógica e incluso el tejido del sentido común.
Como diría José de Souza Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998 en su “Ensayo sobre la ceguera”, nos estamos quedando ciegos. Pero en contra de lo que algunos puedan pensar, lo plantea el escritor Rafael Lomeña Varo en su libro “El poder y la corrupción: Un fenómeno social con cáncer terminal”, no debemos buscar sus orígenes exclusivamente en regímenes totalitarios ni democráticos, capitalistas ni comunistas, ultra derechistas ni ultra izquierdistas, pues su génesis parece esconderse en lo más oscuro de la condición humana, apestada por la codicia y el ansia de poder.
Uno de los pasajes más impactantes de la película “El silencio de los inocentes”, es cuando el caníbal Haníbal Lecter le entrega a la aprendiz de detective Clarice Starling la clave conceptual para resolver el secuestro de la hija de una senadora: “La codicia y el ansia de poder son los sentimientos que conducen a la irracionalidad”.
El cáncer de la corrupción nos enceguece hasta el punto de perder los ojos del sentido común y llegar a hablar del “derecho” de los funcionarios corruptos a apropiarse de los presupuestos públicos, siempre y cuando ejecuten con las migajas que dejan, alguna obra para servicio de la comunidad. Lo malo, según esta creencia es “robar y no hacer”, pero es permisible y hasta necesario “robar y hacer”. Es frecuente toparse con gente del común lanzando expresiones como esta: “Qué tipo tan inútil ese, manejó miles de millones de bolívares como funcionario público, y salió igual de pobre que como entró”.
En Venezuela, lo normal es que el funcionario público robe, lo anormal y cuestionable es que salga limpio. Es la cultura de la corrupción que se posó, como cáncer incurable, en el inconsciente colectivo, y allí se quedó. De allí lo difícil de su erradicación.
Ojalá que el despertar impulsado por el incesante martillar de un periodismo de opinión cada vez más valeroso y comprometido con la verdad, la justicia y las buenas costumbres, tenga el impulso necesario para que los que tienen la obligación de hacerlo apliquen la terapia necesaria al peor cáncer de la sociedad venezolana: el de los delincuentes de cuello blanco.  

“SE PERDIERON LOS VALORES Y LA CULTURA CIUDADANA”

“SE PERDIERON LOS VALORES Y LA CULTURA CIUDADANA”

Zenair Brito Caballero

En los archivos de las Instituciones Educativas Venezolanas ha quedado en el olvido el Manual de Carreño, relacionado con la urbanidad y las buenas costumbres. Es una obra literaria que nos brinda herramientas muy útiles en el  comportamiento social del ser humano. Fue escrito por Manuel Antonio Carreño, como guía de enseñanza a los niños, adolescentes y jóvenes para que aprendieran desde temprana edad las normas básicas de las relaciones interpersonales.
Recuerdo que, en nuestra época de estudiante de bachillerato recibimos la asignatura Formación Social, Moral y Cívica, donde nos enseñaban: Cómo comportarnos en sociedad, el respeto por el himno nacional, por la bandera de nuestro país y por todos los símbolos patrios; se hacía igualmente énfasis sobre la cultura ciudadana, no arrojar basura en la calle, una de las mayores preocupaciones ambientales que tenemos y que se debe mejorar en nuestro país.
Las normas de urbanidad no pueden considerarse anticuadas, es lo que nos hace falta a los venezolanos. No entendemos como el  Ministerio de Educación   haya sacado hace varios años del pensum académico, esta asignatura que tanto se necesita hoy en día. El respeto por nuestros semejantes se ha perdido en una sociedad descompuesta y corrompida como la nuestra, donde el comportamiento individual se ha invertido.
Hoy vemos como una mujer embarazada  o con un niño en brazos, tiene que esperar de pie en una buseta, mientras el hombre ocupa una silla, un anciano tiene que cruzar una calle sin la ayuda de otra persona menor. Lo más grave es que nuestra sociedad no está rigiendo su comportamiento por una escala de valores humanos, sino por otro tipo de escalas como los estratos sociales; el poder, el dinero. Esta situación es la que no deja apreciar los valores que podríamos resaltar en el comportamiento colectivo de una sociedad.
Entendemos que una sociedad no debe ser rígida y acartonada, existen ciertos límites de respeto que debe tener toda comunidad que se relacione, por ejemplo, valorar a la  mujer como  madre, como profesional, como eje principal de una familia, por lo que merece toda  consideración y hay que brindarle todo el respeto que se merece. Por lo anterior, debería elaborarse una guía de comportamiento, conservando el espíritu de las enseñanzas de Carreño y que se acomoden a nuestros tiempos.