sábado, 16 de junio de 2012

EN EL DÍA DEL PADRE DESPIERTEN PAPÁS DESPIERTEN...


EN EL DÍA DEL PADRE DESPIERTEN PAPÁS DESPIERTEN... 
Zenair Brito Caballero (britozenairgmail.com

Hoy en el Día del Padre, quiero referirme en este artículo a lo que debe ser un verdadero papá. Parece que muchos padres están fallando en el proceso de separación, individualidad y ayuda a los hijos a crear su propia independencia. A eso se le podría llamar lo que en Psicología se llama complejo de papá gallina.

Es curioso, lo que pasa es que confundimos lo que es el amor y nos dedicamos a hacer felices a nuestros hijos, a cumplirles sus caprichos, a resolverles la vida y no pensamos en prepararlos para una vida dura, así que nuestros hijos nunca aprenderán a ganarse la vida y a ser autosuficientes. A eso se le llama hacerlos dependientes e inútiles.

Cada día los hijos fingen su ayuda en las labores del hogar alegando que su única responsabilidad es el estudio, pero lo demás depende totalmente de sus padres. A eso se le llama ser mantenido. En aras de una felicidad mal entendida queremos llenarlos de cosas materiales, se les compra la mejor ropa o los tenis mas caros, estudian en las escuelas, liceos y universidades mas caras, dinero para las fiestas, dinero para sus gastos, un carro si es posible, sin mencionar otros “compromisos económicos que ellos hacen”; los cuales no se ganan y lo más grave que ellos piensan que es tu obligación.

A eso se le llama alcahuetería. Te sacrificas en todos los sentidos para que tus hijos tengan lo mejor y nunca les quedas bien y lo que recibes por parte de ellos es: exigencias y egoísmo. Les hemos dado tanto, que se creen Merecedores de todo… No te piden… TE EXIGEN.

Les hemos dado tanta atención que se sienten el centro del universo, y cargados de egoísmo creen que el mundo debe girar a su alrededor y que lo único valioso, importante y primordial, son ellos. No les hacemos conciencia de su papel como individuos responsables.

Si yo como padre cumplo con el compromiso de cubrir sus necesidades personales, de salud y escolares…. Ellos tienen que cumplir con el compromiso de sacar buenas calificaciones y colaborar en el hogar. ¿Qué está pasando con las nuevas generaciones? Si miramos un poco hacia atrás y revisamos los años lejanos o cercanos a nuestra juventud, todo era muy diferente. No teníamos teléfono celular… y no pasaba nada. No teníamos computadora… y escribíamos a mano e en máquina de escribir.

Nos conformábamos con la ropa que nos compraban y no por eso no nos sentíamos diferente ni descalificados por no usar la marca X ó Z. Si nos llamaban la atención, nos negaban un permiso o nos daban con la correa, de ninguna manera le faltábamos el respeto a nuestro papá, ni mucho menos lo amenazábamos.

Si nos íbamos a una fiesta o reunión, nos comprometíamos a regresar a una hora determinada, que teníamos que cumplir te gustara o no, de lo contrario nos castigaban y no había permiso para la siguiente…Y eso no era motivo para emitir gritos, zapatazos y azototes de puerta, chantajes o tener durante una semana sonrisas fingidas o caras molestas…

En ese tiempo existía un valor muy importante que nos enseñaron desde pequeños y se llamaba: RESPETO. Ahora no se conoce, no existe, no sabemos en que lugar estará o detrás de que mueble lo escondimos para que nuestros hijos no lo encuentren y mucho menos lo practiquen

Habían valores que eran preponderantes: uno era el orden, el otro la disciplina y otro la obediencia. Hoy en día, algunos padres no ayudan a la tarea, si no que la hacen completa, y habiendo tanto libro e información a la mano, además te la buscan, lo único que les falta es ir a presentar el examen en el salón de clase.

Y todo este circo para que el hijo no monte en cólera y no sufra una deshidratación a causa de sus lágrimas y lo más triste ….. “para mantener la paz social en el hogar”, donde la solvencia y la autoridad de los padres hace mucho tiempo no existen.

Y qué decimos del hogar, donde para evitar conflictos y discusiones, como ya no funciona aquel estribillo de: a la una, a las 2, a las dos y cuarto como si fuéramos reloj. O el clásico “voy a contar hasta cinco y llevo tres…” Nos convertimos en el cómplice de nuestros hijos.

Eso sí, con la boca callada para no caerles gordos con tanta habladera y no les permitimos a nuestros hijos que se desgasten ni siquiera recogiendo sus propias pertenencias. Total para qué (pensamos), ellos por qué, si no tienen culpa alguna de mis problemas, ellos no pidieron nacer.

A nosotros no nos sobreprotegían, ni nos solucionaban los problemas, teníamos libertad hasta para cometer errores, lo cual nos llevó a desarrollar un sentido de responsabilidad y de identidad…Eso se llama CRECER. Dentro de este proceso de crecimiento no estaban exentos unos correazos, un manotazo o una que otra nalgada bien puesta, y todo esto a nadie le ocasionó ningún trauma, por tratar que obedeciéramos,

En aquellos tiempos la voz de nuestro padre se escuchaba con respeto, las órdenes de papá se acataban sin protestar y los consejos de ellos no eran catalogados como cantaletas, problemas o rollos. Ni le decías a tu papá “ya cállate” o el famoso “si, hombre, si”.

En aquellos tiempos los padres ponían los límites, las reglas y las condiciones y no tenían miedo de que el hijo o la hija les dijeran: es que aquí no me comprenden, no me dejan ser, tú no te metas o el típico “me voy de la casa” ¿Pues adonde íbamos a ir que nos trataran mejor que en nuestra casa? En aquellos tiempos los padres no tenían miedo de llamarte la atención y “que te enojaras”. Total que tenías dos costos enojarte y volverte a contentar; si no querías comer, te quedabas con hambre, porque no te daban dinero para comprar porquerías en una panadería.

Además para qué, si la mamá se levantaba temprano a prepararte el desayuno. En aquellos tiempos tus padres no justificaban tus malas calificaciones, ni tu mal comportamiento en la escuela, ni la falta de respeto a los maestros, ni tu falta de colaboración y apoyo en tu casa. En aquellos tiempos el padre decía no y no, quería decir no.

La figura paterna era muy diferente a la actual, el amor, el respeto y la consideración…no daban cabida a los actuales calificativos: Mi papá está loco, ya está chocho, es un egoísta, está neurótico, es un frustrado, y quien sabe cuántos calificativos más. Mismos que me causan una gran pena, no sé si por quien los emite o por quien los recibe

Enseñémosle a respetar a sus semejantes para que cuando tengan su pareja la sepan cultivar y procurar, (la igualdad entre hombres y mujeres no es faltarse al respeto, ni tener jerarquías ventajosas), a formar su escala de valores que los harán seres humanos de bien, útiles a su familia y a la sociedad.

Hagámosles conciencia que los valores no han pasado de moda ni son piezas de museo, a quererse a sí mismos para que cuando tengan sus hijos, los amen y eduquen. Para que tengan credibilidad en la relación de pareja.

Piensa… ¿Qué vas a querer a cambio de un abrazo? Vamos a ponernos las pilas, hagamos de nuestra escala de valores un estandarte, para que nuestros hijos  aprendan lo que es el respeto, el compromiso, la honestidad, la humildad, la cortesía, la prudencia, la generosidad, el agradecimiento; y la nobleza de corazón… Que los harán unos seres humanos de excelencia…

Después de todo, no es tan difícil, prueba y veras…así que te pido “Hoy en tu día, despierta papá despierta”