domingo, 28 de octubre de 2012

“EN VENEZUELA SE DESCONOCE LA PALABRA TOLERANCIA”


“EN VENEZUELA SE DESCONOCE LA PALABRA TOLERANCIA”
Zenair Brito Caballero 

La tolerancia como virtud cívica y como valor ético sigue extraviada en el ambiente político venezolano. Parece imposible lograr ese consenso mínimo, indispensable para que la democracia funcione civilizadamente; la convivencia pacífica, en medio de las diferencias,  sigue siendo una materia pendiente porque históricamente ha prevalecido la intolerancia como práctica política nociva.

De ahí han surgido los radicalismos y la larga  confrontación en estos catorce años de gobierno socialista-comunista. El diálogo constructivo entre contrarios no ha sido posible y parece que no bastan los cientos de miles de muertes y asesinatos para entender y aceptar que el único camino hacia la paz pasa por la tolerancia y el debate civilizado. La cultura de la paz sólo es posible en una sociedad tolerante, caracterizada por la diversidad ideológica y cultural.

Tolerar es aceptar la pluralidad en todos sus campos y expresiones. Es respetar las ideas, visiones, credos y prácticas de los demás, aunque difieran de los propios, siempre y cuando todas se ajusten a los principios, valores e instituciones sobre los cuales se sustenta una verdadera democracia.

La tolerancia, junto a la justicia, la libertad, la igualdad ante la ley, la participación ciudadana y la soberanía popular  son pilares sobre los que debe sostenerse todo régimen democrático pero no uno socialista-comunista como se dice es el nuestro

Obviamente no hay que confundir la tolerancia con la indiferencia ni con la permisividad ante posiciones o prácticas socialmente perjudiciales. La diversidad, la heterogeneidad, las diferencias y la pluralidad, son, desde todo punto de vista, enriquecedores y vitales porque generan interacciones, cambios, transformaciones y dinamizan los procesos sociales.

La homogeneidad absoluta no es posible y sería un freno al desarrollo. La tolerancia debe ser un compromiso de todos los venezolanos, de los ciudadanos afectos al régimen y los disidentes a él, de las comunidades y desde luego del Estado. Venezuela es un país pluricultural, diverso y variado. Costeños, andinos, larenses, maracuchos, centrales, llaneros, guayaneses, orientales, margariteños, tenemos distintas maneras de actuar y de expresarnos y dentro de esa diversidad se dan también las diferentes visiones del mundo y de las cosas y a partir de ahí surgen las ideologías contrarias como algo consustancial a la verdadera democracia.

Es así en todo el mundo. Ninguna sociedad es homogénea. En Suecia por ejemplo, conviven en paz y armonía 8.5 millones de suecos nativos y un millón de exiliados e inmigrantes provenientes de los más variados países. Existen siete partidos políticos sólidamente establecidos, soportados en una amplísima gama ideológica que va desde la izquierda ortodoxa hasta la ultraderecha xenófoba. En los procesos electorales cada debate televisivo es una cátedra de tolerancia y de democracia.

En Venezuela, por desgracia, el gobierno socialista-comunista a los contrarios no les reconoce como adversarios políticos sino como enemigos irreconciliables y cada uno señala al otro como único responsable del problema. No se permite el disenso, la obstinación y el sectarismo es eliminar al contrario a costa de lo que sea.

La hostilidad se exacerba permanentemente y copa todos los escenarios donde deberían reinar el diálogo y la conversación constructiva. El insulto, el agravio y la ofensa marcan un estilo practicado desde siempre y afianzado por el verbo incendiario, burlesco, jocoso y permanente del Comandante.

La discriminación se ha disparado también. Todas las censuras comienzan con expresiones descalificadoras a los disidentes al régimen; las críticas contra cualquier desempeño han estado siempre marcadas por el odio, la rabia, la envidia y hasta el color de piel. En un país cargado de rico mestizaje hay quienes se creen arios o caucásicos.

Tanta intolerancia atenta contra el derecho a la vida,  crispa los ánimos y acentúa la confrontación; las amenazas contra líderes populares, políticos, sindicalistas, periodistas son intensas. Muchos hombres y mujeres disidentes al socialismo-comunismo corren, en serio, el riesgo de ser liquidados por bandas criminales de ultraizquierda que, con nuevos nombres, anuncian que “tienen la orden de encarcelar” a dirigentes contrarios y a miembros de organizaciones de mujeres y de defensores de derechos humanos; a todos los acusan de manejar un discurso de derecha y de criticar la  confiscación de tierras.

Mientras tanto, nosotros, usted y yo amigo lector los que no somos violentos, unamos voces de paz y de reconciliación y soñemos con una Venezuela donde quepamos todos y donde prevalezcan la convivencia, la unidad, la paz, la solidaridad, la tolerancia y la justicia social.AMÉN.