“DEBIÉRAMOS DEJAR DE ANDAR PREOCUPADOS
Y OCUPARNOS DE SER HUMANOS”
Zenair
Brito Caballero
(britozenair@gmail.com)
Día domingo: momentos de reflexión.
Puede ser que pasemos un tiempo actuando en la vida, hasta que la vida misma
nos sorprenda y nos obligue a ser quien somos. Está más que claro que la gente
que actúa para los demás, jamás logra ser quien es y por ende, jamás llega a
ser feliz, porque vive tratando de caerle bien a los demás, viviendo la vida
que quieren los demás, complaciendo a los demás y viviendo mediocremente.
Cuando uno quiere que los otros no
hablen mal de uno, se termina comportando como ellos quieren que nos
comportemos, y -por suerte- a pesar de los esfuerzos y la exagerada buena
educación que tengamos, siempre hay alguien difamándonos. Digo por suerte,
porque estas personas también son las que nos enseñan que la vida no es un
escenario, y que la forma más plena de vivirla es ser tal cual somos.
No se puede permitir a los demás que
nos manejen como si fuésemos títeres, y hasta algunos como ventrílocuos, que
quieren que digamos lo que ellos desean escuchar. Nuestra voz no puede estar en
silencio, nuestros reclamos no pueden ceder ante el otro, nuestra emotividad no
debe estar subyugada a nuestra racionalidad, nuestra proclama no debe estar
oculta; esa forma que tenemos de
diplomacia exacerbada, cuando hay que hablar de cosas que se sienten, es
el primer síntoma de que padecemos una contaminación en el espíritu.
El poder de comunicación que posee el
ser humano es un arte ilimitado, que nos asigna a través de la palabra un rol
protagónico o nos condena a ser la sombra de alguien en la vida. Tropezamos con
muchos ejemplos día tras día: médicos que están más enfermos que sus pacientes,
ricos infelices, padres que pretenden que sus hijos hagan su vuelo y no les enseñan cómo hacerlo; políticos cuya
sonrisa se conoce sólo cuando se acercan las elecciones; gente que dice no
tener de qué hablar y se reúnen los domingos para quejarse por turnos; gente
que ha hecho de la estupidez, su manera de vivir.
¿Hacia dónde nos dirigimos? Está
claro que esos mecanismos nunca sirvieron y que el camino opuesto sería la
mejor forma de atreverse a vivir. Debiéramos dejar de andar preocupados y
ocuparnos de ser humanos; y con esto digo mucho: ser humano es tener
limitaciones, es equivocarse, es reír cuando se te da la gana y llorar si
realmente es necesario.
Ser humanos es saber que el otro
también tiene imperfecciones y que lo único que realmente- no tiene solución,
es cuando la vida se termina. Los programas educativos no te enseñan ni a
vivir, ni a morir, ni a ser feliz, ni a enfrentar las tristezas que puedan
venir. La vida nos enfrenta con nosotros mismos y nos enseña que nadie puede
vivirla más que nosotros.
Está claro que
cuando se camina por la vida sin amor, la inmunodeficiencia está garantizada y
el corazón pasa a estar en estado de emergencia.