¡LLEGO LA
HORA DE DECIR! ¿HASTA CUÀNDO?
Zenair Brito
Caballero (britozenair@gmail.com)
Esta Venezuela de esperanza, de sempiternos
verdes, ríos, mar, montañas, esteros, llanos, médanos y cantos remangados se
escurre entre el rojo y el negro frente al dolor lastimoso y desgarrador de
la gente que es víctima de la violencia, la delincuencia y la intimidación.
Continúa y seguirá persistiendo
también la persecución descarnada a los disidentes honestos como los dueños y
periodistas de Globovisión, descalificándoles e inventándoles acusaciones,
pruebas para enredarlos y la amenaza de confiscarles los equipos y quitarles la
concesión, y de una vez por todas suspender al único canal de noticias que nos
queda a todos los venezolanos y venezolanas que informa la verdad de todo lo
que ocurre en el país, como ya lo hicieron con RCTV, con 34 emisoras de radio,
varios canales de televisión regional y el acoso a diarios Regionales, y sacar de
una vez por todas de los zapatos del gobierno socialista comunista la piedra
fastidiosa que no los deja caminar con tranquilidad.
Todavía en esta época de tanto
discurso sobre derechos humanos, de tanta invitación a la reconciliación y a la
reparación de daños, causa asombro la insistencia de algunos
descontextualizados que no salen de la época de barbarie, sustentando con sus
insultos y amenazas, su arrogancia, su prepotencia o en su silencio
indiferente, pretendiendo desestimar lo que legítimamente ha venido
constituyéndose como una posibilidad de avanzar desde la decencia en una nueva
conciencia de época.
Es imperativo rechazar estos
esquemas que quieren reaparecer frente a Globovisiòn y que sólo con la
cooperación ciudadana podremos cerrarle el paso a toda esa recua de desadaptados,
cobardes e indolentes, que vienen jugando con la moral y la decencia de una
ciudadanía que tiene derecho a ser feliz. Los de actitudes belicosas a pesar de
los errores cometidos, se niegan a reconocer un espacio de cambio.
Ellos son los que viven esperando
tener todo el poder y sembrarse de odio,
para materializar todo lo que piensan y sienten cuando está ponderado. Quienes
pudieran ayudar al cambio insisten en vivir como en el viejo oeste, en actitud
típica de bandidos, haciendo amenazas y descargas al aire e irrespetando la
tranquilidad y la vida de los ciudadanos, bajo el amparo de un falso derecho a
creerse los dueños de todas las ciudades y de los pueblos venezolanos e imponer
sus conductas violentas sobre la salida lúcida y moderna del diálogo,
especialmente en vísperas de una campaña electoral.
Ellos, desde su intimidación
expresan una resistencia al cambio, convertida en una marca profunda, arraigada
al devenir histórico de las regiones, en la medida en que las mismas
irregularidades del proceso socio histórico se explican por el modo como la
razón en su forma ilustrada e instrumental se mezcló con esquemas religiosos y
pre modernos que sentaron los primeros gérmenes de la intolerancia, la discriminación
y la corrupción.
La indiferencia de la que tanto se
ha hablado, surge del hecho de que las instituciones y los procesos sociales de
las ciudades hayan marginado los valores ilustrados, dando pie a prácticas
corruptas, injustas y de exclusión, pero que en contrasentido, se empieza a
suscitar la respuesta de sectores que ya no resisten más la ignominia con la
que se actúa sin ponderación alguna, pues ya es tiempo de vencer los miedos y
atrevernos a protestar, a decidir el cambio y a proponer la vida como único
fundamento de lo social.
Para esto se necesita solidaridad
social y moral, ética para rodear a quienes encaran una posición de ruptura
frente a los esquemas tradicionales de gobierno democrático y convivencia
ciudadana. Deberá insistirse en protestar públicamente contra cualquier asomo de
violencia o irrespeto; salir a los medios o a las calles a protestar a favor de
la decencia para que cada grito de paz que se una, lo haga con la convicción de
estar haciendo lo correcto, como un querer general de los venezolanos (as)
cansados de tantos abusos por parte de los fanáticos socialistas-comunistas,
quienes desde su soberbia justifican sus acciones, injustificables desde
cualquier mente sana.
Aún así, ante tanta miseria humana,
nuestra respuesta debe seguir siendo el vivir, el soñar una Venezuela mejor,
progresista, democrática, con el respeto y la libertad fundando la vida,
brillando sobre el caos, con un verde esperanza que supere los árboles, los
ríos, el viento y la muerte, con un canto de triunfo vuelto grito más fuerte,
melodía al viento, a los corazones y a las conciencias, para que más allá de
las confabulaciones y los ardidos intolerantes que se ocultan tras las amenazas
para sentirse fuertes y valientes, aún nos quede la posibilidad de perdón y
reconciliación vuelta canción y gozo por la libertad y el respeto hacia los
demás. Hay un camino para lograrlo EL DEL PROGRESO