“A
VOTAR PARA GANAR”
Zenair
Brito Caballero
(britozenairgmail.com)
¿Por qué si los
políticos saben que la gente está
molesta, defraudada y decepcionada del comandante presidente con su
fulana revolución socialista-comunista y los electores están al tanto que ellos
lo saben, otra vez el mismo candidato
presidente los engaña con la “política
de la mentira y la manipulación de las emociones”?
Para los que aun siguen
creyendo en Chávez: la política de la mentira, del embuste, de la falsedad es
el mundo del pleito, la propaganda vacía, la ausencia de ideas nuevas e
innovadoras; el de las bajadas de piso y el coro de seguidores adoctrinados
envuelto todo en una urgencia electorera de mantenerse en el poder. ¿Son
sordos, cínicos o, por el contrario, sabios que conocen muy bien la
idiosincrasia nacional?
Me inclino por esto
último: los políticos revolucionarios del alto gobierno saben lo que hacen. Si
no dan bola a las demandas a favor de una política de altura, es porque navegan
por una realidad muy distinta a la del resto de los mortales. Su supervivencia
depende de su capacidad para manipular a las masas ignorantes e iletradas,
satisfacer clientelas: dirigentes locales, financistas, comunidades necesitadas
que les ayuden a seguir mandando hasta que les dé la gana.
Todo un fuego cruzado de
peticiones, rogativas, petitorias, favores, expectativas e imposiciones sobre
el que creen presidir, pero, en la práctica, es la maraña que los atenaza y
reduce a figuras de proa. No que hagan ascos pues de ahí todo el mundo come,
los grandes figurones, obviamente, más, pero no por ello dejan de ser
prisioneros, a gusto, pero prisioneros al fin de sus propios errores y
resbalones.
Visto así amigos
lectores, la gran política es, hoy, solamente un lujo para intelectuales y
otros despistados que por supuesto no están en el gobierno socialista-comunista.
Debajo del radar de las discusiones nacionales de verdad existe esa otra
política, la de las clientelas locales, a quienes importa tres pepinos para
donde vaya el país, siempre que puedan pegar su garrotazo a esa licitación de
la alcaldía para hacer 500 metros de acera, nombrar un pariente como
maestro policía, chofer del metro, vigilante de un ministerio o asesor de un
ministro, arruinar a las pocas empresas que quedan, repartir viviendas en comodato no con títulos de
propiedad o cualquiera de esos pasatiempos en los que se entretienen quienes
han adoptado el oficio de la política de las “mentiras, de las trampas y de los
fraudes”.
Por eso, el que la “gran
política” de las reformas y desafíos estratégicos esté entrampada, vaciada de
contenido, no significa que nuestra política no se mueva. ¡Claro que se mueve!
Lo que pasa es que discurre por otros canales: cada vez más se asemeja a una
organización corporativa, totalmente ajena a la asamblea ciudadana ilustrada.
Es una política ágil,
con excelentes reflejos para el clientelismo y, en ocasiones, la maquina
corrupta, que parece indolente para las grandes cuestiones nacionales, pero
solo lo parece porque, como hemos visto, lo suyo no es indolencia sino
desinterés absoluto por el país.
Otra pregunta es, por
supuesto, por qué dejamos que la política llegara a redefinirse estrictamente
en estos términos, cuestión que da para mucho, pero que prefiero por ahora
pasar de refilón para terminar con esto: el gran reto de este 7 de octubre es
romper en mil pedazos la política vil y aberrante de este socialismo-comunismo
de 14 años.
El comandante aunque
parezca invencible, no lo es. Otra política honesta, decente y democrática es
posible y necesaria y todos unidos por el camino del Progreso lo lograremos. A
VOTAR PARA GANAR ¡AMEN!