“LA
VERGÜENZA CARCELARIA VENEZOLANA”
Zenair
Brito Caballero
(britozenairgmail.com)
Afirmó
Fedor Dostoievski que “El grado de
civilización en una sociedad se juzga visitando sus cárceles”- En las
sociedades más sensibles los castigos crueles no son necesarios, la tortura es
repudiada y la crueldad como sanción ha sido abolida.
Una
Institución Penitenciaria antes que un sitio de castigo es un lugar para la
reeducación y la reinserción social. En Venezuela hay un régimen penitenciario
incompatible con un mínimo de dignidad humana. La población carcelaria es
elevadísima y el hacinamiento vergonzoso.
Según
datos que leí por Internet en un trabajo realizado por unos abogados
especialistas en esta área, hay casi 200.000 personas privadas de la libertad,
de éstas, unas 110.500 están en los centros de reclusión (con capacidad para
acoger unos 75.000), 25.000 en detención domiciliaria; 1700 en cárceles
distritales y 1200 en penales de la Fuerza Pública.
Unos
40.000 son presos sin juicio; 800 son enfermos terminales que siguen recluidos
y 400 son lisiados. Detrás de tantos delitos y tragedias humanas hay una
sociedad inequitativa e injusta, manejada por una plutocracia, por un
predominio que desde “arriba, desde las alturas del poder” lo dispone todo
según los intereses de una camarilla que desde siempre ha condenado a la
pobreza a la inmensa mayoría de los habitantes venezolanos, aunque pregonan a
los cuatro vientos ser socialistas-comunistas y humanistas.
En
ese ambiente de marcadas desigualdades la lucha por una vida digna obliga al
rebusque desaforado y las frustraciones impulsan al delito. Un factor adicional
es el consumismo y el afán del dinero fácil, la voracidad por tener y la
corrupción. Es violenta y conflictiva la sociedad venezolana; la vida ha perdido
su valor, el sicariato es un oficio cualquiera, el crimen y la violencia están
a la orden del día.
Por
temibles que sean las cárceles lo que en ellas ocurre no frena, ni ejemplariza
a los potenciales delincuentes. Es absurdo esperar que con el sistema penal se
pueda superar tanta conflictividad. Hay que resolver las causas originales del
problema.
El
Gobierno socialista-comunista tiene que asumir una función social más
comprometida con los problemas de las mayorías. Las cárceles venezolanas son
universidades del delito y escuelas de la delincuencia que agigantan la
capacidad delictiva de muchos condenados e imposibilitan su reinserción
posterior, es decir, en vez de reducir el peligro lo potencian porque aunque
deben ser lugares de disciplina severa no tienen que ser centros de mayores
penurias ni más padecimientos que la negación de la libertad.
El
teólogo Jan De Cock que ha visitado 141 cárceles en 91 países del mundo, dijo: “un
preso es más que su delito, en cada persona hay algo bueno” y es tarea de los
rehabilitadores potenciar lo positivo de cada uno.
La
nueva cultura penitenciaria Venezolana subordina la dignidad y la integridad de
los detenidos a la seguridad, de ahí el poco respeto a los derechos humanos de
los reclusos que se manifiesta en maltratos físicos y psíquicos, tratos crueles
e inhumanos, aislamientos, restricción a las comunicaciones, al servicio
médico, a las visitas y al suministro del agua.
Los
guardias y funcionarios imponen arbitrariamente penas adicionales. Las
dotaciones y las instalaciones de las cárceles son, casi sin excepción,
lamentables. El hacinamiento puede llegar al 300%. Esto genera enfermedades, es
inhumano, indigno e infernal. Hay presos que duermen colgados de los techos.
Muchos
funcionarios y voceros de organizaciones nacionales y extranjeras de derechos
humanos, han advertido que esto constituye una bomba de tiempo y un peligro
inminente. Un caso extremo es la cárcel ‘de Uribana´ de Barquisimeto y la de
Tocuyito en Carabobo, llamadas las Cárceles de Castigo por ser unos lugares
donde el humanismo se refundió en un ambiente de maldad y perversión, de
hambre, fetidez, enfermedades y maltratos.
Los
reclusos temen denunciar por miedo a las represalias y por la impunidad
reinante. Con sobradas razones se adelanta una campaña por el cierre definitivo
de estos Centros de torturas y de malvivir. Sin embargo, el régimen carcelario
hace excepciones, son los privilegios de siempre, se trata de los pabellones de
alta seguridad, cómodos y bien dotados, allí llevan a los condenados por
narcotráfico, parapolítica o corrupción que gozan de prebendas que los presos
del común no conocen.
Mientras
tanto a los presos políticos como el caso de los Comisarios Forero, Vivas y
Simonovis, a la Jueza Affiuni, a los 8 policías metropolitanos se les niega su
condición de tales, no los juzgan por rebelión sino por traidores a la patria para
condenarlos como delincuentes comunes y hasta si les llegara a dar la gana al
gobierno extraditarlos a EEUU. El Minjusticia y la Ministra Valera, han prometido
trabajar por la descongestión carcelaria y construir nuevas mega cárceles para
albergar 25.000 reclusos. Amanecerá y veremos, promesas, promesas y solo
promesas
Es
apremiante resolver el hacinamiento en las cárceles venezolanas, pero es
también imperioso combatir los factores que inducen al delito. La seguridad no
se resuelve con represión ni con más cárceles. Lo verdaderamente urgente es la justicia
social que tanto pregonan quienes se dicen socialistas, comunistas y humanistas.