lunes, 19 de noviembre de 2012

“LA VERGÜENZA CARCELARIA VENEZOLANA”


“LA VERGÜENZA CARCELARIA VENEZOLANA”
Zenair Brito Caballero 
(britozenairgmail.com)

Afirmó Fedor Dostoievski que  “El grado de civilización en una sociedad se juzga visitando sus cárceles”- En las sociedades más sensibles los castigos crueles no son necesarios, la tortura es repudiada y la crueldad como sanción ha sido abolida.

Una Institución Penitenciaria antes que un sitio de castigo es un lugar para la reeducación y la reinserción social. En Venezuela hay un régimen penitenciario incompatible con un mínimo de dignidad humana. La población carcelaria es elevadísima y el hacinamiento vergonzoso.

Según datos que leí por Internet en un trabajo realizado por unos abogados especialistas en esta área, hay casi 200.000 personas privadas de la libertad, de éstas, unas 110.500 están en los  centros de reclusión (con capacidad para acoger unos 75.000), 25.000 en detención domiciliaria; 1700 en cárceles distritales y 1200 en penales de la Fuerza Pública.

Unos 40.000 son presos sin juicio; 800 son enfermos terminales que siguen recluidos y 400 son lisiados. Detrás de tantos delitos y tragedias humanas hay una sociedad inequitativa e injusta, manejada por una plutocracia, por un predominio que desde “arriba, desde las alturas del poder” lo dispone todo según los intereses de una camarilla que desde siempre ha condenado a la pobreza a la inmensa mayoría de los habitantes venezolanos, aunque pregonan a los cuatro vientos ser socialistas-comunistas y humanistas.

En ese ambiente de marcadas desigualdades la lucha por una vida digna obliga al rebusque desaforado y las frustraciones impulsan al delito. Un factor adicional es el consumismo y el afán del dinero fácil, la voracidad por tener y la corrupción. Es violenta y conflictiva la sociedad venezolana; la vida ha perdido su valor, el sicariato es un oficio cualquiera, el crimen y la violencia están a la orden del día.
Por temibles que sean las cárceles lo que en ellas ocurre no frena, ni ejemplariza a los potenciales delincuentes. Es absurdo esperar que con el sistema penal se pueda superar tanta conflictividad. Hay que resolver las causas originales del problema.

El Gobierno socialista-comunista tiene que asumir una función social más comprometida con los problemas de las mayorías. Las cárceles venezolanas son universidades del delito y escuelas de la delincuencia que agigantan la capacidad delictiva de muchos condenados e imposibilitan su reinserción posterior, es decir, en vez de reducir el peligro lo potencian porque aunque deben ser lugares de disciplina severa no tienen que ser centros de mayores penurias ni más padecimientos que la negación de la libertad.

El teólogo Jan De Cock que ha visitado 141 cárceles en 91 países del mundo, dijo: “un preso es más que su delito, en cada persona hay algo bueno” y es tarea de los rehabilitadores potenciar lo positivo de cada uno.

La nueva cultura penitenciaria Venezolana subordina la dignidad y la integridad de los detenidos a la seguridad, de ahí el poco respeto a los derechos humanos de los reclusos que se manifiesta en maltratos físicos y psíquicos, tratos crueles e inhumanos, aislamientos, restricción a las comunicaciones, al servicio médico, a las visitas y al suministro del agua.

Los guardias y funcionarios imponen arbitrariamente penas adicionales. Las dotaciones y las instalaciones de las cárceles son, casi sin excepción, lamentables. El hacinamiento puede llegar al 300%. Esto genera enfermedades, es inhumano, indigno e infernal. Hay presos que duermen colgados de los techos.

Muchos funcionarios y voceros de organizaciones nacionales y extranjeras de derechos humanos, han advertido que esto constituye una bomba de tiempo y un peligro inminente. Un caso extremo es la cárcel ‘de Uribana´ de Barquisimeto y la de Tocuyito en Carabobo, llamadas las Cárceles de Castigo por ser unos lugares donde el humanismo se refundió en un ambiente de maldad y perversión, de hambre, fetidez, enfermedades y maltratos.

Los reclusos temen denunciar por miedo a las represalias y por la impunidad reinante. Con sobradas razones se adelanta una campaña por el cierre definitivo de estos Centros de torturas y de malvivir. Sin embargo, el régimen carcelario hace excepciones, son los privilegios de siempre, se trata de los pabellones de alta seguridad, cómodos y bien dotados, allí llevan a los condenados por narcotráfico, parapolítica o corrupción que gozan de prebendas que los presos del común no conocen.

Mientras tanto a los presos políticos como el caso de los Comisarios Forero, Vivas y Simonovis, a la Jueza Affiuni, a los 8 policías metropolitanos se les niega su condición de tales, no los juzgan por rebelión sino por traidores a la patria para condenarlos como delincuentes comunes y hasta si les llegara a dar la gana al gobierno extraditarlos a EEUU. El Minjusticia y la Ministra Valera, han prometido trabajar por la descongestión carcelaria y construir nuevas mega cárceles para albergar 25.000 reclusos. Amanecerá y veremos, promesas, promesas y solo promesas

Es apremiante resolver el hacinamiento en las cárceles venezolanas, pero es también imperioso combatir los factores que inducen al delito. La seguridad no se resuelve con represión ni con más cárceles. Lo verdaderamente urgente es la justicia social que tanto pregonan quienes se dicen socialistas, comunistas y humanistas.

¡NIÑOS DE LA CALLE O NIÑOS DE LA PATRIA!


¡NIÑOS DE LA CALLE O NIÑOS DE LA PATRIA!
Zenair Brito Caballero 
(britozenair@gmail.com)

Día tras día, se niega a los niños venezolanos el derecho a ser niños. La sociedad, trata a los niños ricos como si fueran dinero…. trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio…. Que no son ricos ni pobres, los tiene sentados frente del televisor, para que…. Acepten, como destino, la vida prisionera.  Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños.

En estas próximas fiestas de Nochebuena y fin de año, los niños son el centro de atención. Los aguinaldos se reparten en la Nochebuena o en el Día de Reyes, entre los niños privilegiados, esos a los que les es permitido ser niños y vivir una infancia normal aunque afectados por una sociedad que a través de los medios de comunicación incuba en ellos ideas y principios que no siempre se corresponden con sus intereses ni con sus deseos.

Son los niños para los cuales hay derechos, atención familiar, hogar, afecto, cuidados, escuelas y diversiones. En el mundo desarrollado, la inmensa mayoría de los niños goza de una infancia feliz, para ellos hay todas las preferencias, ejercen plenamente sus derechos y hay  protección estatal.

La sociedad es vigilante del bienestar de los niños. La escuela está planeada en función de los alumnos, allí les está garantizada una buena educación, en excelente condiciones, sin distingos de pertenencia social ni económica.  Hay unas únicas escuelas estatales, iguales para todos, nacionales y extranjeros.

Desde la guardería, los niños aprenden a compartir y a convivir en medio de las diferencias, se entrenan en el manejo y solución de los pequeños conflictos de su entorno y de todo eso resultan unos adultos que aprecian la armonía,  valoran la paz  y saben vivir en sociedad. Desafortunadamente, no todos los niños del mundo tienen una infancia aceptable. La pobreza de millones de familias, la falta de educación y ciertos patrones culturales obligan a muchísimos niños a asumir, desde edades muy tempranas, compromisos propios de adultos.

En el mundo hay  215 millones de niños -entre 5 y 17 años-   trabajadores,  y de estos, 115 millones realizan trabajos peligrosos, en la minería, la pesca y actividades ilícitas. En Latinoamérica  hay una población infantil de 145 millones, de los cuales 14 millones son niños trabajadores.

Muchas niñas son servidoras domésticas, el  40% de ellas no reciben salario. En América Central, unos 2 millones de jóvenes trabajan  para atender su propio sustento y/o para ayudar a su familia. Sus jornadas se extienden por 10 y más horas; muchos son vendedores callejeros sin protección alguna, sin salario fijo, sin atención en salud. 

Un 10% de los niños trabajadores son víctimas del comercio sexual e inducidos a la prostitución. Es decir, con el trabajo infantil se conservan y se reproducen muchas formas de esclavitud. En Venezuela, donde el 41.5% de la población es menor de edad,  hay una amplia  población infantil  afectada por múltiples problemas: unos  2.8 millones son niños trabajadores, muchos de ellos sin acceso a la escuela. 

Cada año, cerca de 14 mil niños son víctimas de delitos sexuales, unos 400 mil niños sufren maltratos  en el hogar, en el vecindario y en la escuela; unos 15 mil niños son reclutados por personas de mal vivir; en promedio mueren 6 niños cada día por causas violentas.

En un ambiente así, los niños son aún más vulnerables y presa fácil de delincuentes mayores que los inducen al delito. Cerca de 18 mil adolescentes son denunciados anualmente por cometer delitos penales. Si bien existen instituciones como la LOPNA que se ocupan de la defensa y protección de los niños Y adolescentes,  falta aún muchísimo por atender, pues en la mayoría de los casos los servicios del estado tienden a aliviar los efectos y las consecuencias de las anomalías, más que a eliminar las causas que los provocan.

El país está lejos de resolver el drama de la pobreza que es la primera causa del trabajo infantil. Los recursos estatales, que debieran destinarse a ello, se canalizan hacia la compra de armamento bélico. La paz aún no es prioridad.

La responsabilidad de atención a los niños corresponde en primer lugar a la familia, pero también a la sociedad y al Estado. Existen herramientas legales que definen bien las obligaciones y deberes del Estado con su población infantil. En 1959, la ONU aprobó la Declaración de los Derechos del Niño, y en 1989 se acordó la Convención de los Derechos del Niño que rige actualmente y a la cual Venezuela se adhirió.

Se han firmado además varios Tratados Internacionales.  La Constitución venezolana, ordena la prevalencia de los derechos del niño sobre los demás y establece que  “la familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos. Cualquier persona puede exigir de la autoridad competente su cumplimiento y la sanción de los infractores”.

Hay miles de niños venezolanos que se mueren de hambre o como consecuencias de su malnutrición. Esta realidad debería golpear la conciencia de todos y por supuesto del Gobierno, obligado a proteger y defender a los niños del maltrato, la discriminación, los abusos y todo lo que le impida nacer, crecer y desarrollarse en un ambiente y en unas condiciones normales. Sólo así es posible construir futuro.