domingo, 21 de julio de 2013

A MAL TIEMPO BUENA CARA

“A MAL TIEMPO BUENA CARA”

Zenair Brito Caballero

Hoy voy a dejar por unos minutos a la insana política venezolana, para referirme a un tópico psicológico que observo constantemente, por ser la psicología mi especialidad. A veces los días transcurren apáticos, fríos, y faltos de motivación para las personas. Y las gentes se hunden en una suerte de decaimiento, si no abismo. Pero, pienso que debemos tratar de estar alegres.

 Observamos que la sociedad, la esencia del ambiente en el que nos desenvolvemos, con sus terribles condiciones y sus abstractos, nos llama a estar contentos a pesar de toda la crisis política, económica y moral que vivimos los venezolanos. Sí. Felices. Aún a costa del mal carácter que debemos ir puliendo, con sabiduría, con perseverancia.

Es una imposición de la razón buscar el lado positivo de las cosas que se desplazan, que fluyen, en nuestro entorno. Contentos debemos estar a pesar que a veces la salud nos falla en algún sitio del cuerpo. Es bien sabido que la maquinaria que es nuestro organismo ha de ir desgastándose con el transcurrir del tiempo.

Debemos apostar -entonces- a nuestra salud espiritual, a aquellas flores expectantes y hermosas como las rosas, que se abren en nuestra alma para darnos luz y reposo. Cantando alguna estrofa pegadiza de una canción de nuestro cantante favorito, trabajando en lo que debemos trabajar, levantándonos temprano para ganarle la partida al sol, es como muchos hombres y mujeres encontramos alegría y ganas de celebrar la existencia.
Es cierto; a veces no podemos estar alegres. Pero estamos conformes con la situación del día, porque sabemos, porque estamos enterados de nuestra capacidad para revertir un momento de crisis económica o anímica en una oportuna ocasión para saldar cuentas y apuntar a mejores faenas.

Debemos ser los grandes transformadores de nosotros mismos. Que atrás se queden las personas desalentadas, gruñonas y ásperas y que tanto daño hacen a familiares, amigos y compañeros de trabajo. En último caso, que sean menos gruñones, menos buscadores de razones, motivos y causas para señalar con el dedo a los demás y para dar por torcidas las esperanzas. 

Busquemos estar menos disconformes con el entorno. Eso sí tiene real sentido. El trabajo es nuestra herramienta de sostén y de triunfo. Nuestra mente está sujeta a una enramada de células. Cuántas enfermedades solemos inventar con nuestra mente.

Si aprendiéramos a tener más control sobre nuestras emociones y entendiéramos que la dicha está a nuestro alcance cuando nuestra actitud ante la vida y ante las demás personas mejora, otro sería nuestro cantar. Un individuo quejoso es en sí mismo una mala noticia. Espantamos su nombre. Sus quejas tienen el poder de soplar un viento malo sobre nuestras cabezas.

Nuestra salud progresa considerablemente si decimos que sí, que estamos bien. Pero usted ya sabe... están los eternos enfermos. Los que parecieran deleitarse quejándose de sus juanetes,  de la rinitis, del dolor de cabeza, de aquella gripe contraída sin saber cómo, de esa reuma que está manifestándose.

Y luego están los otros, los descontentos crónicos. Y también aquellos que convierten su boca en un basural hablando negativamente de los demás. Ah... Entrar en razón. Entender que somos artífices de nuestro propio destino. Superarnos a nosotros mismos. Pelear siempre la buena batalla. No darnos nunca por vencidos, porque con Dios y Jesús en nuestro corazón siempre somos VENCEDORES.



viernes, 19 de julio de 2013

LA ESPERANZA ES EL SUEÑO DEL HOMBRE DESPIERTO

“LA ESPERANZA ES EL SUEÑO DEL HOMBRE DESPIERTO”

Zenair Brito Caballero

Como un monstruo, el desaliento, el desánimo petrifica corazones y ciega ojos y entendimiento. Los grandes modelos políticos de la última mitad del siglo XX se han derrumbado; las utopías políticas y sociales yacen bajo los escombros de las experiencias fallidas, el socialismo terminó en dictadura y el libre mercado en una hipócrita y falsa bonanza que ha ensanchado hasta niveles inconmensurables la brecha entre los ricos y los pobres; el consumismo, ese dios del postmodernismo, ha contribuido a  crear una sociedad desalmada, en la cual la medida del valor de la persona humana es la posesión de “cosas” y el olvido del espíritu.
En Venezuela, lo que se anunció como un paso de “la locura a la esperanza”, se revela hoy como una esperanza derrotada, porque las causas fundamentales de aquella locura continúan intactas: la injusticia social, la exclusión, el hambre, la miseria, la pobreza, el desempleo y la inequidad social y económica no han sido superadas.
La crueldad del militarismo, tiene hoy su contrapartida en la violencia social, en la polarización, la corrupción, el narcotráfico, la delincuencia. El despotismo militar sustentado por una camarilla voraz, no fue sustituido por un sistema realmente democrático, sino por un régimen en los que el poder lo ejerce una casta roja-rojita afincada en partidos electorales socialistas-comunistas cada vez menos políticos y más institucionales, movidos por los vaivenes de los proveedores y no por las necesidades de las mayorías.
Es sombría nuestra realidad venezolana, y el desaliento, la desesperanza parecen ser el nuevo fantasma que recorre nuestra nación; pero, en lugar de desesperanzarnos ante tanto conflicto social, debemos comprender que la fuerza para superarlos radica en la esperanza, en la expectación. Eso sí, en una esperanza activa. No se trata de esperar que las cosas ocurran y de sentarnos a ver pasar los días y las semanas confiando en que mañana todo será mejor, sino de actuar para que nuestra esperanza vuelva realidad lo esperado, ser protagonistas de los acontecimientos y no objetos pasivos.
Decía Aristóteles que “La esperanza es el sueño del hombre despierto” por ello titulé este artículo así. Tener esperanza es estar despierto, pero además es esforzarnos por hacer que las cosas sucedan, tal como lo expresa el salmista: “Esforzaos todos vosotros los que esperáis en DIOS, Y tome aliento vuestro corazón.” (Sal 31:24). Y, tal esfuerzo debe estar acompañado de Fe.
La esperanza, ya sea individual o colectiva, es un esperar algo que se producirá en el futuro, algo que no vemos, que acaso nos parece intangible, y porque no lo vemos tendemos a desesperanzarnos y asumir una posición derrotista, pero la Fe, como la describe el autor de la Carta a los Hebreos (11:1) es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Esa certeza y esa convicción son las que impregnan nuestra esperanza de voluntad y conducen nuestros actos hacia la consecución de lo que esperamos.
Independientemente de nuestras creencias, para vivir no podemos renunciar a la esperanza. Un hombre sin esperanza es sólo un remedo de hombre, un ente sin sueños ni aspiraciones, un vacío cubierto de piel.
Mas, también es cierto que nuestra esperanza puede estar basada en razones endebles, provisorias y equívocas. ¿Cuántas veces hemos puesto nuestra esperanza en los políticos, en la bondad de los ricos y la cacareada “detención económica”, en pastores y sacerdotes? Y tantas veces hemos visto derrotadas nuestras esperanzas.
Es porque nuestra esperanza ha nacido de los antivalores de una sociedad que promueve el divisionismo procaz, el egoísmo del “sálvese quien pueda”. Así, más que una verdadera esperanza activa y amorosa que incluya a nuestro prójimo, hemos cultivado una falsa esperanza que reproduce los vicios del sistema, en la cual el centro y los beneficios de lo que esperamos es la satisfacción de los intereses personales, la consecución de los medios por los cuales adquiero poder sobre los demás y no el bien común.
Los cristianos no podemos vanagloriarnos de esa “esperanza”. Al contrario, nuestra esperanza debe tener como referente el reinado de Dios en la tierra. De allí que nuestra esperanza irrenunciable es Jesucristo.
Esto no quiere decir que renunciamos a la esperanza que se deriva de los actos de los hombres, sino que, por gracia de las enseñanzas del Resucitado, nuestra esperanza se centra en la reivindicación de todos los hombres y mujeres que mantienen firme su esperanza contra toda desesperanza y luchan por una mejor Venezuela. 



LA CORRUPCIÓN UNA EPIDEMIA CONTAGIOSA

“LA CORRUPCIÓN UNA EPIDEMIA CONTAGIOSA”

Zenair Brito Caballero

Todos sabemos, que una epidemia es una enfermedad contagiosa que se extiende a muchos países y se transmite con gran facilidad. Como ejemplo de ello tenemos a la peste negra del siglo XIV que ha sido un ícono histórico en este sentido, y la más reciente fue la temida gripe H1N1, que al final de cuentas y gracias a Dios, no ha sido tan letal como se esperaba.
Pues bien, asociándolo al párrafo anterior, lo que se ha venido a descubrir en las últimas dos décadas es que la corrupción es toda una epidemia social, económica y política que afecta a la mayoría de países del mundo.
Este descubrimiento ha sido posible gracias a entidades que hacen un seguimiento riguroso a este fenómeno en todo el mundo, siendo Transparencia Internacional la institución más reconocida en el estudio de este mal y en la elaboración de propuestas y posibles tratamientos.
Cada año Transparencia Internacional elabora lo que ha llamado "el barómetro mundial sobre corrupción", un estudio muy completo sobre la percepción que los ciudadanos de todo el mundo tienen sobre la corrupción.
La versión 2013 de esta encuesta, que leí en Internet en el día de ayer,  realizó 114 mil entrevistas en 107 países, y sus resultados confirmaron ciertas tendencias: son determinadas regiones del mundo las que más se afectan por este fenómeno, ciertas entidades públicas son las de peor reputación y existe un sentimiento casi generalizado respecto a la impotencia de los gobiernos para luchar contra la corrupción El estudio completo lo podemos leer en : http://www.transparency.org/gcb2013 ).
En Latinoamérica, África y Asia la corrupción se mueve con total comodidad y hace los mayores estragos. Un ejemplo reciente de los daños que causa esta enfermedad social está en Bangladesh, donde murieron 1.127 personas por el colapso de un edificio que albergaba trabajadores textiles, pues todo indica que los estándares de seguridad estructural del edificio fueron omitidos debido a actos de corrupción.
En contraste, la mayoría de los países con menores índices de corrupción están en Europa. Tiene que haber algo que haga que Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega, Suiza, Países Bajos y Nueva Zelanda sean los menos corruptos, haciendo que este fenómeno tenga muy poco impacto social.
Por el contrario que Guatemala, Sri Lanka, Gambia, México, Venezuela, Egipto, República Dominicana, Senegal, Bolivia, entre otros, sean los vistos como más corruptos.
Toca indagar solo un poco para ver que la estructura social, los niveles de equidad y de distribución de activos intervienen en este sentido. Sociedades más incluyentes y equitativas tienden a ser menos corruptas y las más inequitativas e injustas las más corruptas.
Sin lugar a dudas, los gobiernos de izquierda socialista-comunista son el principal blanco de dardos respecto a sus prácticas corruptas. Y no salen bien librados: el poder político, la policía y el poder judicial.
Respecto a nuestra Venezuela, la mayoría de las personas consultadas dijeron que el problema se ha incrementado en los últimos 14 años, convirtiéndose en algo muy serio; que en buena medida las instituciones de gobierno socialista-comunista son regentadas por personas con intereses particulares y que las acciones del Estado para combatir la corrupción son muy poco eficaces.
El 81% piensa que los políticos del gobierno son corruptos, el 79% que lo es la Asamblea Nacional, 61% que es la policía o la guardia nacional, y 38% que son los empresarios, entre otros.
Una tendencia general es que los venezolanos percibimos nuestras instituciones públicas y privadas como más corruptas que el promedio mundial y regional. Incluso, organizaciones que no son vistas como corruptas en la mayoría de los demás países, como las ONG y las fuerzas militares, en Venezuela no se salvan del dedo acusador.
El saber que el mal es mundial no merma sus demoledores efectos locales; sin embargo, da indicios para que entendamos que su abordaje debe ser diferente a meros señalamientos puntuales y coyunturales, o brotes de indignación.
Hay algo en la sociedad contemporánea que hace de la corrupción una práctica social extendida, y hay que descubrir ese factor no tan evidente y que es en últimas el motor que mueve hacia allá y que desborda órganos de control y sanción.
La inequidad social parece tener una relación directa con la corrupción, pues como podemos ver, ésta se manifiesta más vigorosamente en regiones y países reconocidos por ser inequitativos. Sin embargo, también hay una causa oculta que mueve la corrupción y es toda la presión social que se va generando sobre las personas para que tengan éxito y progreso material, y esta presión termina por romper diques éticos y morales.
Lo peor es que esta presión está legitimada en la sociedad venezolana y es vista como "motor de desarrollo". En últimas otra epidemia contagiosa, pero no la vemos, o peor, no la queremos ver ni tratar, y ella es el camino más corto a la corrupción que ya está instalada y  tiene a Venezuela en terapia intensiva

LA DESLEGITIMACIÓN DEL DERECHO A LA PROTESTA

“LA DESLEGITIMACIÓN DEL DERECHO A LA PROTESTA”

Zenair Brito Caballero

Las múltiples declaraciones de diversos sectores tanto privados como gubernamentales frente a los distintos movimientos de inconformidad que se están presentando en el país, como el de los profesores, empleados administrativos, obreros y estudiantes universitarios, los ferromineros de Guayana, los maestros y profesores de primaria y media por aumentos salariales, entre otros, apuntan a que están siendo “utilizados”, “forzados”, “infiltrados”, “manipulados”, en fin, presionados por fuerzas ajenas y extrañas a la esencia misma de las organizaciones que han roto su silencio ante lo que consideran desatención y abandono gubernamental. 

La deslegitimación del derecho a la protesta, consagrado en la Constitución Nacional de 1999, no sólo coloca en riesgo a las personas que se atreven a levantar su voz para reclamar por aquello que consideran vulneración a sus derechos y abandono estatal, sino que les asigna disfunción cognitiva, ya que al señalarles como marionetas e idiotas útiles, les están castrando de su capacidad para pensar por sí mismos y organizarse como instancia para hacer valer lo que conciben como sus legítimos derechos, independientemente de los intereses de extraños, que por supuesto los hay y tratan de incidir.

La intolerancia y satanización a la protesta, el rechazo al disenso y en general la consideración de ilegítima la expresión de la inconformidad, no contribuye a alcanzar mayores y mejores niveles de bienestar, de justicia social y desarrollo con equidad, por el contrario, potencializa mucho más la polarización y el uso de la violencia como método para zanjar las diferencias y resolver las distintas problemáticas en sus diversos grados.

El país requiere amplitud de pensamiento para reconocer las diferencias, escuchar y tener en cuenta al otro como interlocutor válido, visibilizado, respetado y sobre todo, dignificado en su condición de persona, cualquiera sea su condición.

Así que, corresponde a todos hacer un esfuerzo consciente de resignificación de las palabras y acciones con las cuales se invalida y anula al otro, lo cual es un patrón arraigado en la población, en especial en aquellas personas que por diversas circunstancias se han empotrado y se mantienen en el poder, o aquellas que temporalmente lo han alcanzado en algún grado.
Esas conductas descalificadoras, son un catalizador más que aúpa y refuerza la violencia como herramienta de solución a las diferencias, las cuales son lógicas y naturales dentro de las relaciones entre seres humanos obligados a establecer algún vínculo, propio de la interdependencia humana y del medio que le rodea.

Pareciera que la protesta y la reivindicación de los derechos por parte de organizaciones y en general de aquellos que se sienten lesionados en sus intereses, se constituyera en una amenaza para los demás, como si estuvieran sumidos en el miedo y la paranoia de perder cuando el otro reclama. Por eso entonces, aparece la descalificación y el estigma como recurso para deslegitimar al otro y así librarse de lo que considera una amenaza por acción ajena.

Cuidado, mientras se tenga miedo por lo que el otro hace de manera legítima y en derecho, se perpetúa el estado de postración de la mayoría que luego se extenderá a todos en nuestro país.   




lunes, 15 de julio de 2013

LA CORRUPCIÓN ES EL CÁNCER TERMINAL DE VENEZUELA

LA CORRUPCIÓN ES EL CÁNCER TERMINAL DE VENEZUELA

Zenair Brito Caballero
Es el pan nuestro de cada día. No hay un solo estrato social que no la comente y los medios también hacen eco del mismo tema. Son aterradores los informes y los datos sobre la corrupción en nuestro país. Es tan avasallador el fenómeno que nos está acabando de una manera alarmante: “se están robando al país y estamos los venezolanos y venezolanas “en las entrañas del monstruo”.
Los columnistas de opinión más leídos tanto de los diarios nacionales como regionales, se han vuelto monotemáticos en torno a la corrupción y es comprensible. En uno de mis artículos publicados sobre el problema de la corrupción en Venezuela, en mi habitual estilo directo de llamar las cosas puntualice: “Sospecho cada vez con más firmeza que la corrupción se chupó a este país, sobre todo ante los escándalos de los últimos días”.
Y sigo afirmando lo mismo, pero tomando un término de la medicina aplicado al cáncer: La corrupción en Venezuela está en fase terminal. El flagelo está carcomiendo no solo el tejido moral, el tejido político y el tejido social, el tejido y los órganos de la justicia, el tejido y los órganos parlamentarios, el tejido y los órganos de la administración pública, el tejido y los órganos de muchas universidades, y otros sectores de la sociedad, está carcomiendo también el tejido de la racionalidad y de la lógica e incluso el tejido del sentido común.
Como diría José de Souza Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998 en su “Ensayo sobre la ceguera”, nos estamos quedando ciegos. Pero en contra de lo que algunos puedan pensar, lo plantea el escritor Rafael Lomeña Varo en su libro “El poder y la corrupción: Un fenómeno social con cáncer terminal”, no debemos buscar sus orígenes exclusivamente en regímenes totalitarios ni democráticos, capitalistas ni comunistas, ultra derechistas ni ultra izquierdistas, pues su génesis parece esconderse en lo más oscuro de la condición humana, apestada por la codicia y el ansia de poder.
Uno de los pasajes más impactantes de la película “El silencio de los inocentes”, es cuando el caníbal Haníbal Lecter le entrega a la aprendiz de detective Clarice Starling la clave conceptual para resolver el secuestro de la hija de una senadora: “La codicia y el ansia de poder son los sentimientos que conducen a la irracionalidad”.
El cáncer de la corrupción nos enceguece hasta el punto de perder los ojos del sentido común y llegar a hablar del “derecho” de los funcionarios corruptos a apropiarse de los presupuestos públicos, siempre y cuando ejecuten con las migajas que dejan, alguna obra para servicio de la comunidad. Lo malo, según esta creencia es “robar y no hacer”, pero es permisible y hasta necesario “robar y hacer”. Es frecuente toparse con gente del común lanzando expresiones como esta: “Qué tipo tan inútil ese, manejó miles de millones de bolívares como funcionario público, y salió igual de pobre que como entró”.
En Venezuela, lo normal es que el funcionario público robe, lo anormal y cuestionable es que salga limpio. Es la cultura de la corrupción que se posó, como cáncer incurable, en el inconsciente colectivo, y allí se quedó. De allí lo difícil de su erradicación.
Ojalá que el despertar impulsado por el incesante martillar de un periodismo de opinión cada vez más valeroso y comprometido con la verdad, la justicia y las buenas costumbres, tenga el impulso necesario para que los que tienen la obligación de hacerlo apliquen la terapia necesaria al peor cáncer de la sociedad venezolana: el de los delincuentes de cuello blanco.  

“SE PERDIERON LOS VALORES Y LA CULTURA CIUDADANA”

“SE PERDIERON LOS VALORES Y LA CULTURA CIUDADANA”

Zenair Brito Caballero

En los archivos de las Instituciones Educativas Venezolanas ha quedado en el olvido el Manual de Carreño, relacionado con la urbanidad y las buenas costumbres. Es una obra literaria que nos brinda herramientas muy útiles en el  comportamiento social del ser humano. Fue escrito por Manuel Antonio Carreño, como guía de enseñanza a los niños, adolescentes y jóvenes para que aprendieran desde temprana edad las normas básicas de las relaciones interpersonales.
Recuerdo que, en nuestra época de estudiante de bachillerato recibimos la asignatura Formación Social, Moral y Cívica, donde nos enseñaban: Cómo comportarnos en sociedad, el respeto por el himno nacional, por la bandera de nuestro país y por todos los símbolos patrios; se hacía igualmente énfasis sobre la cultura ciudadana, no arrojar basura en la calle, una de las mayores preocupaciones ambientales que tenemos y que se debe mejorar en nuestro país.
Las normas de urbanidad no pueden considerarse anticuadas, es lo que nos hace falta a los venezolanos. No entendemos como el  Ministerio de Educación   haya sacado hace varios años del pensum académico, esta asignatura que tanto se necesita hoy en día. El respeto por nuestros semejantes se ha perdido en una sociedad descompuesta y corrompida como la nuestra, donde el comportamiento individual se ha invertido.
Hoy vemos como una mujer embarazada  o con un niño en brazos, tiene que esperar de pie en una buseta, mientras el hombre ocupa una silla, un anciano tiene que cruzar una calle sin la ayuda de otra persona menor. Lo más grave es que nuestra sociedad no está rigiendo su comportamiento por una escala de valores humanos, sino por otro tipo de escalas como los estratos sociales; el poder, el dinero. Esta situación es la que no deja apreciar los valores que podríamos resaltar en el comportamiento colectivo de una sociedad.
Entendemos que una sociedad no debe ser rígida y acartonada, existen ciertos límites de respeto que debe tener toda comunidad que se relacione, por ejemplo, valorar a la  mujer como  madre, como profesional, como eje principal de una familia, por lo que merece toda  consideración y hay que brindarle todo el respeto que se merece. Por lo anterior, debería elaborarse una guía de comportamiento, conservando el espíritu de las enseñanzas de Carreño y que se acomoden a nuestros tiempos. 

domingo, 14 de julio de 2013

EN VENEZUELA URGE ENSEÑAR A CONVIVIR EN CIUDADANÍA

EN VENEZUELA URGE ENSEÑAR A CONVIVIR EN CIUDADANÍA

Zenair Brito Caballero

Continuas expresiones de intolerancia rebosan en el ambiente venezolano que vivimos diariamente. La situación económica insostenible, la variación del clima, el desempleo, la crisis de la salud, la contaminación ambiental, la congestión vehicular, y hasta la aglomeración peatonal son algunas de las razones que generan este malestar en los ciudadanos. Casi todo el mundo es intolerante. Se vive esto a flor de piel, y el problema está latente.
Es posible que haya muchas respuestas y explicaciones a este fenómeno. Probablemente estén escritas muchas tesis y teorías al respecto, pero me parece que vale la pena que pedagogos, gobiernos nacional, regional y municipal, Estado, orientadores, psicólogos, sociólogos y politólogos y, por supuesto, la familia, convinieran espacios para deliberar y concertar sobre este tipo de problemáticas que aqueja, cada vez más, a niños, jóvenes y adultos. Es decir, exhortarlos a hablar de ciudadanía y a construir ciudadanía para generar cambios de actitud y de mentalidad.
Y señalo lo anterior, porque Venezuela, ha centrado su sistema educativo, en esta materia, en aspectos como los derechos y los deberes; los mecanismos electorales y la estructura del Estado; y los fundamentos de la Constitución de 1999; descuidando temáticas como el respeto por el otro, el valor de la diferencia, el diálogo, la solidaridad, la concertación, la civilidad, y la resolución pacífica de conflictos, entre otros.
Leyendo hace varios días la última obra del psicólogo argentino Carlos Cullen, experto en el tema de los valores,  observé como él sustenta que es preciso fortalecer, en los niños y jóvenes, la capacidad de resolver conflictos por la vía del diálogo y de la argumentación de sus ideas.
Es urgente que aprendan a respetar a los otros, a llegar a consensos o disensos sobre la base de que todos piensan distinto, y a entender el concepto de participar, ojalá comenzando por la familia y la escuela.
Es decir, es indispensable, imprescindible y obligatorio que se aprenda a ser personas y a convivir con nuestros semejantes en armonía con la naturaleza. En otras palabras, es propender y apegarse por un modelo que trascienda el hecho de aprenderse la Carta Magna… solamente.
El Ministerio de Educación ha realizado alguno que otro trabajo en torno a esta problemática, pues la han articulado como un aporte a la paz. Es un buen comienzo, pero se necesitan más actos y gestiones para que esta iniciativa no se quede en el camino como muchas otras nobles ideas.
Creo que es necesario establecer una programación que incluya planes, proyectos y propuestas viables y efectivas. Pero, por supuesto, hay que comenzar ya, y desde cada lugar donde estemos.
No olvidemos que las sociedades que no forman en ciudadanía se convierten paulatinamente en focos de violencia, intolerancia, irrespeto, y delincuencia. No en vano, el “bullyng” se convirtió en un problema nacional en el ambiente escolar. Y las razones son muchas y variadas, pero, por ejemplo, sorprende, el hecho que siete de cada diez  maestros o profesores venezolanos ignoran la pedagogía sobre formación ciudadana, impidiendo que estudiantes y colegas tengan una cosmovisión de este tema.
Estamos a tiempo amigos que me leen, de crear y re-crear una sociedad venezolana distinta, más desarrollada y más humana. Y en ello, es importante tener conciencia de aspectos más reales y menos simbólicos. Creo que tanto simbolismo y culto a la bandera, a los himnos y a los próceres socialistas-comunistas de la patria, no contribuye en nada a crear ciudadanos más sensibles y colaborativos. ¿No lo cree usted?   



LA EDUCACIÓN ES UN HECHO SOCIAL TRASCENDENTE

LA EDUCACIÓN ES UN HECHO SOCIAL TRASCENDENTE

Zenair Brito Caballero


Hay poca memoria en los protagonistas del conflicto de la educación venezolana. Las escuelas y los liceos terminando el año escolar, los marchas  universitarias colgando al viento, y los alumnos ya casi de vacaciones, pintan una nueva jornada lastimosa y desafortunada.
No le sirve a nadie una sucesión de situaciones en que sabiéndose hondamente responsables, cada parte niega a la otra y le atribuye culpas. No parece que importe mucho, porque al menos la opinión pública no se ha dado por enterada del fondo del problema.

El propio gobierno socialista-comunista, a través de sus principalísimos voceros el Señor Maduro, el Profesor Calzadilla y otros, sostienen que "es natural" porque "en esta época de cierre de presupuestos siempre se apuran las exigencias". Una tranquilidad que debería afligir porque se parece a irresponsabilidad, incapacidad o ineptitud.

Y además de memorias apáticas: mentiras y más mentiras. Sostiene la titular del Ministerio de Educación, que los días de paro serán descontados a los docentes de media que protestan por mejor salario,  cuando es costumbre que al final de toda protesta, se termina canjeando el pago a cambio de alguna punta que quedó sin atar.

Sostiene el Ministro Calzadilla, que los días perdidos de clase serán recuperados, pero no explica cómo. El sabe bien que es imposible alcanzar siquiera los 180 días de clase al año en los niveles de primaria y secundaria y que las universidades planifican en cada Escuela o Facultad sus semestres o año escolar. Nadie se hace ilusiones ciertas de que ello ocurra. Anuncios vacíos, mentirosos y dirigidos a calmar críticas. 

Del lado docente el incumplimiento de compromisos asumidos por el Ministerio, pone en riesgo la credibilidad. El acuerdo firmado en su momento entre el Ministro Calzadilla y un Sindicato Único gobiernero socialista-comunista, donde aparecen profesores, empleados administrativos y obreros universitarios, sin asistencia de FAPUV, puso el acento en un aumento salarial pírrico que para los años que ya pasaron sin recibirlo, resulta insuficiente porque es solo de un 75% y pagado en 3 cuotas del 25%.

Pero como el 2014 está próximo, ahora se busca trasladar  desde septiembre que es supuestamente el segundo pago, el tercer 25% para enero de 2014, aumento repitiendo la misma promesa que ya se ha venido incumpliendo. ¿Cómo se podrá negociar ahora y en el futuro, con partes que se arrepienten de lo que firmaron? Parece el clásico " mañana se verá" con el que sistemáticamente se mueven gremios y gobierno.

Quizá si los docentes hubieran captado el mensaje que el gobierno socialista-comunista trasmitió cuando apostó a una educación “y que bien pagada”, hoy se podrían habilitar otros diálogos. Pero no se han exhibido resultados y el gobierno cree entender que se trata de un círculo vicioso eterno de reclamo de aumentos.

Así lo han dicho los propios jerarcas del gobierno, varios de los cuales fueron miembros movilizantes de los gremios de la educación en gobiernos anteriores, y compañeros de lucha política. ¿Por qué, entonces, si se ha buscado lo mismo, desde una concepción filosófica que pone a la educación como poste, unos les dicen a los otros que no dieron lo esperado? ¿Y por qué éstos, se atrincheran puertas adentro de los centros de estudio y acusan a aquellos de traidores? 

No parecen ser las ocupaciones y los griteríos, la manera más útil de demostrar la razón. Y tampoco parece sano hacer anuncios desde lo alto de la administración gubernamental sólo para manipular a los profesores de las universidades públicas no gobierneras, con la amenaza de descuentos de sueldos o de fijación de jornada especiales de clase para recuperar los del paro.

Se gana poco con actitudes así. Se pierde en cambio la oportunidad de creer en el otro, de demostrar que la seriedad rige cada acto, y que formar futuro no es una ciencia improvisada. Creo como docente titular universitaria de muchos años, que la educación es un hecho social trascendente por el que un grupo humano trasmite a las generaciones que le suceden su cultura y sus ideales, y merece por su alto nivel académico un salario justo según las normas de homologación. 




jueves, 11 de julio de 2013

“EL LENGUAJE VIOLENTO AFECTA A LOS VENEZOLANOS”

“EL LENGUAJE VIOLENTO AFECTA A LOS VENEZOLANOS”
Zenair Brito Caballero

La ciencia de la Psicología nos enseña que al establecer una relación interpersonal, el ser humano mueve todo un proceso de comunicación, que tiene que ver con estructuras neuro cerebrales, activadas en función a estímulos externos e internos, predisponentes a que esa comunicación sea entendida a partir de cómo lo interpretemos de acuerdo a nuestra forma de vida, nuestra historia y por ende nuestra cultura.

Cada sujeto construye imágenes de los demás de una manera que le permite volver estable, predecible y manejable su visión del mundo social, esto quiere decir que si no comulgas con las actitudes y comportamientos del patrón social, corres el riesgo de marginarte y por ende aislarte.

Pero ¨qué nos plantea el entorno nacional donde respiramos, nos relacionamos, compartimos y finalmente vivimos? ¨Acaso el alimento diario de significados y significantes que los medios de comunicación sobre todo los del gobierno revolucionario socialista-comunista emiten a diario en esa hegemonía comunicacional de adoctrinamiento socialista-comunista a quienes les siguen, no es en ellos predominante un lenguaje hostil, descalificador, insultante, burlista hacia quienes se les oponen en su ideología?

¿Son acaso los programas de los canales gubernamentales y sus conductores dignos de ser vistos? porque lo que transmiten es una enseñanza de antivalores morales y éticos a la juventud venezolana.

Por favor, mis amigos lectores…….Es evidente que los venezolanos y las venezolanas estamos sumergidos en una espiral compleja de desencuentros que incide y afecta la psicología del habitante de este vasto territorio nacional, la contrapuesta mirada de lo que debe ser Venezuela, ha influido y afectado profundamente el principio de hermandad entre todos, la lectura del diario vivir esta sobresaturada con insultos, agravios, escarnios, malestares, ultrajes, intolerancias, discriminaciones y otros males que el lenguaje de la violencia condiciona en nuestro actuar.

Estas controversias que anidan odios y resentimientos, lo único que hacen es acentuar las pautas de conducta que transgreden la sana convivencia humana, poniendo en peligro el bienestar de la familia venezolana. Cuando tenemos una interpretación dividida de nuestra patria, el sentimiento de pertenencia y de identificación corre el riesgo de sufrir una incertidumbre, que a la larga puede constituirse en un factor nocivo para la higiene mental.
Es importante reflexionar sin contaminarnos con posiciones extremas que conlleven a un enfrentamiento suicida sin retorno, sobre las señales que el Señor presidente Maduro, los políticos del gobierno revolucionario socialista-comunista y sus medios de comunicación van expresando respecto al presente y futuro de nuestra nación.

Cuando tenemos una compacta idea que globaliza y une a la familia grande (VENEZUELA), es cuando los padres se ponen de acuerdo en cimentar y dotar de herramientas a sus hijos e hijas, con el fin, de que puedan desenvolverse con resolución ante las adversidades.

Lamentablemente, este nivel de comprensión no llega a las esferas de gobernabilidad entre autoridades del gobierno central, estadal o municipal, (padres), representantes del pueblo. Esperemos que este intento de dialogo propiciado por  los Rectores y estudiantes de nuestras universidades públicas con el Profesor Calzadilla, Ministro de la Educación Universitaria, para un mejor presupuesto, para aumento salarial a los profesores, empleados, estudiantes y obreros universitarios, sea el camino de la esperanza, desterrando de una buena vez, el lenguaje de la violencia gubernamental de Nicolás Maduro, de Diosdado Cabello y sus acólitos socialistas-comunistas, el cual perturba, trastorna y desconcierta la psiquis humana de los venezolanos y de las venezolanas a través de sus cadenas y del proselitismo en los medios dependientes del régimen.  

(britozenair@gmail.com)

martes, 9 de julio de 2013

“LA CRISIS DE VALORES EN LA VENEZUELA DE HOY”

“LA CRISIS DE VALORES  EN LA VENEZUELA DE HOY”

Zenair Brito Caballero
En nuestros países del tercer mundo, donde no existe la abundancia de bienes al alcance de la mayoría, el hablar de crisis económica no es un engaño. Después de todo, en nuestro país vivimos de crisis en crisis y ya nos hemos hecho inmunes en este llamado socialismo-comunismo a las privaciones. 
Apretarnos el cinturón no es un drama para nosotros, porque en 15 años de desgobierno socialista-comunista, parece que la gran mayoría de los venezolanos, ya aprendimos a vivir con algo menos, a conducir un carro viejo o a tener que trabajar más para ganar menos.
Y digo esto pensando en quienes aún tenemos la suerte o la habilidad o la ayuda oportuna de poseer algo que nos ayude a ser más felices: un apartamento decente en una excelente urbanización, lo necesario para nuestra familia, buena alimentación, y no sufrir la zozobra  o la angustia de tener que pensar ¿cómo conseguir estirar el sueldo, para llegar a fin de quincena?. 
Por supuesto que para los pobres, la crisis financiera no les hace la más mínima mella, ya que sus problemas son otros y se han acostumbrado siempre a saber vivir y disfrutar lo poco que tienen, siendo, probablemente, más felices que muchos ricos, que piensan que ya no podrán cambiar de carro nuevo todos los años, salir a comer al mejor restaurante de la ciudad todos los fines de semana o alquilar una casa o un apartamento en un balneario de lujo frente al mar durante el mes de agosto, época de vacaciones escolares. 
En realidad, lo que debe preocuparnos antes que la crisis económica o financiera, es la crisis de valores en la cual se está sumergiendo precipitadamente nuestra sociedad venezolana. Y esa crisis ya no afecta solamente a las poblaciones de países desarrollados, sino que está progresivamente apoderándose de toda la sociedad latinoamericana. 
¿Es que ya está llegando el fin de nuestra civilización, como ha llegado el fin de otras, como la egipcia, la griega, la romana, la feudal? ¿Será que ya estará cayendo el capitalismo y ya dejarán de funcionar nuestros sistemas de gobierno? 
Si así es, será debido a la crisis de valores, que es mucho más grave que la financiera o económica, aún en un mundo donde todo o casi todo se mide con el dinero.
Y es en este punto donde comienzan todos los problemas. “Empezamos por apreciar y desear al becerro de oro, seguidamente comenzamos a adorarlo y finalmente terminamos por adorar al oro del becerro”
Todo lo que comienza siendo bueno con prudencia, termina siendo malo en los excesos, porque “el dinero no es un fin, sino sólo un medio para alcanzar cosas más importantes en la vida”, como decía Aristóteles. 
La economía y el capitalismo son instrumentos que generan riqueza y bienestar, pero no deben confundirse con valores. Los valores y las leyes de una sociedad democrática deben ser quienes gobiernan a estos instrumentos, de lo contrario son ellos quienes gobernarán a la sociedad. 
Así observamos que hoy muchas naciones, luego de una era de riqueza, de consumismo y de opulencia, se encuentran desconcertadas ante una crisis financiera y se tornan violentos, agitadores y insensatos, porque no saben qué hacer. Ni sus gobernantes tampoco. 
Ellos no saben, ni nosotros en absoluto aunque lo intuimos, que la solución está en fomentar la honradez, la educación y el orgullo por el trabajo bien hecho, la sobriedad y saber disfrutar de lo bueno que nos da la vida, aunque sea menos, aunque sea poco. Y todo esto sin excesos para que lo bueno no se convierta en malo. 
Nada en exceso, todo con mesura. Las virtudes que honran al hombre se convierten en vicios si no tienen medida. Mucho más de lo bueno no siempre es mejor y puede llegar a ser malo. Como ejemplo podemos tomar la ambición, que puede ser una virtud para hacernos más trabajadores, más exigentes con nosotros mismos, más prósperos, pero puede convertirse en codicia al exagerarla.
Y así un sentimiento religioso puede pasar al fanatismo, el poder de mando o liderazgo convertirse en soberbia o autoritarismo, el sano deporte competitivo en violencia, muerte y destrucción. Recordemos entonces amigos lectores, que como decía Aristóteles “El dinero no es un fin, sino un medio para alcanzar cosas más importantes".