“LA DESLEGITIMACIÓN DEL DERECHO A LA PROTESTA”
Zenair
Brito Caballero
Las múltiples declaraciones de diversos
sectores tanto privados como gubernamentales frente a los distintos movimientos
de inconformidad que se están presentando en el país, como el de los profesores,
empleados administrativos, obreros y estudiantes universitarios, los ferromineros
de Guayana, los maestros y profesores de primaria y media por aumentos
salariales, entre otros, apuntan a que están siendo “utilizados”, “forzados”,
“infiltrados”, “manipulados”, en fin, presionados por fuerzas ajenas y extrañas
a la esencia misma de las organizaciones que han roto su silencio ante lo que
consideran desatención y abandono gubernamental.
La deslegitimación del derecho a la
protesta, consagrado en la Constitución Nacional de 1999, no sólo coloca en
riesgo a las personas que se atreven a levantar su voz para reclamar por
aquello que consideran vulneración a sus derechos y abandono estatal, sino que
les asigna disfunción cognitiva, ya que al señalarles como marionetas e idiotas
útiles, les están castrando de su capacidad para pensar por sí mismos y
organizarse como instancia para hacer valer lo que conciben como sus legítimos
derechos, independientemente de los intereses de extraños, que por supuesto los
hay y tratan de incidir.
La intolerancia y satanización a la protesta,
el rechazo al disenso y en general la consideración de ilegítima la expresión
de la inconformidad, no contribuye a alcanzar mayores y mejores niveles de
bienestar, de justicia social y desarrollo con equidad, por el contrario,
potencializa mucho más la polarización y el uso de la violencia como método
para zanjar las diferencias y resolver las distintas problemáticas en sus
diversos grados.
El país requiere amplitud de
pensamiento para reconocer las diferencias, escuchar y tener en cuenta al otro como
interlocutor válido, visibilizado, respetado y sobre todo, dignificado en su
condición de persona, cualquiera sea su condición.
Así que, corresponde a todos hacer un esfuerzo consciente de resignificación de las palabras y acciones con las cuales se invalida y anula al otro, lo cual es un patrón arraigado en la población, en especial en aquellas personas que por diversas circunstancias se han empotrado y se mantienen en el poder, o aquellas que temporalmente lo han alcanzado en algún grado.
Así que, corresponde a todos hacer un esfuerzo consciente de resignificación de las palabras y acciones con las cuales se invalida y anula al otro, lo cual es un patrón arraigado en la población, en especial en aquellas personas que por diversas circunstancias se han empotrado y se mantienen en el poder, o aquellas que temporalmente lo han alcanzado en algún grado.
Esas conductas descalificadoras, son un
catalizador más que aúpa y refuerza la violencia como herramienta de solución a
las diferencias, las cuales son lógicas y naturales dentro de las relaciones
entre seres humanos obligados a establecer algún vínculo, propio de la
interdependencia humana y del medio que le rodea.
Pareciera que la protesta y la reivindicación de los derechos por parte de organizaciones y en general de aquellos que se sienten lesionados en sus intereses, se constituyera en una amenaza para los demás, como si estuvieran sumidos en el miedo y la paranoia de perder cuando el otro reclama. Por eso entonces, aparece la descalificación y el estigma como recurso para deslegitimar al otro y así librarse de lo que considera una amenaza por acción ajena.
Cuidado, mientras se tenga miedo por lo que el otro hace de manera legítima y en derecho, se perpetúa el estado de postración de la mayoría que luego se extenderá a todos en nuestro país.
Pareciera que la protesta y la reivindicación de los derechos por parte de organizaciones y en general de aquellos que se sienten lesionados en sus intereses, se constituyera en una amenaza para los demás, como si estuvieran sumidos en el miedo y la paranoia de perder cuando el otro reclama. Por eso entonces, aparece la descalificación y el estigma como recurso para deslegitimar al otro y así librarse de lo que considera una amenaza por acción ajena.
Cuidado, mientras se tenga miedo por lo que el otro hace de manera legítima y en derecho, se perpetúa el estado de postración de la mayoría que luego se extenderá a todos en nuestro país.
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