“LA CORRUPCIÓN UNA EPIDEMIA
CONTAGIOSA”
Zenair Brito Caballero
Todos sabemos, que una epidemia es una
enfermedad contagiosa que se extiende a muchos países y se transmite con gran
facilidad. Como ejemplo de ello tenemos a la peste negra del siglo XIV que ha
sido un ícono histórico en este sentido, y la más reciente fue la temida gripe
H1N1, que al final de cuentas y gracias a Dios, no ha sido tan letal como se
esperaba.
Pues bien, asociándolo al párrafo anterior,
lo que se ha venido a descubrir en las últimas dos décadas es que la corrupción
es toda una epidemia social, económica y política que afecta a la mayoría de
países del mundo.
Este descubrimiento ha sido posible gracias
a entidades que hacen un seguimiento riguroso a este fenómeno en todo el mundo,
siendo Transparencia Internacional la institución más reconocida en el estudio
de este mal y en la elaboración de propuestas y posibles tratamientos.
Cada año Transparencia Internacional
elabora lo que ha llamado "el barómetro mundial sobre corrupción", un
estudio muy completo sobre la percepción que los ciudadanos de todo el mundo
tienen sobre la corrupción.
La versión 2013 de esta encuesta, que leí
en Internet en el día de ayer, realizó
114 mil entrevistas en 107 países, y sus resultados confirmaron ciertas
tendencias: son determinadas regiones del mundo las que más se afectan por este
fenómeno, ciertas entidades públicas son las de peor reputación y existe un
sentimiento casi generalizado respecto a la impotencia de los gobiernos para
luchar contra la corrupción El estudio completo lo podemos leer en : http://www.transparency.org/gcb2013 ).
En Latinoamérica, África y Asia la
corrupción se mueve con total comodidad y hace los mayores estragos. Un ejemplo
reciente de los daños que causa esta enfermedad social está en Bangladesh,
donde murieron 1.127 personas por el colapso de un edificio que albergaba
trabajadores textiles, pues todo indica que los estándares de seguridad
estructural del edificio fueron omitidos debido a actos de corrupción.
En contraste, la mayoría de los países con
menores índices de corrupción están en Europa. Tiene que haber algo que haga
que Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega, Suiza, Países Bajos y Nueva Zelanda
sean los menos corruptos, haciendo que este fenómeno tenga muy poco impacto
social.
Por el contrario que Guatemala, Sri Lanka,
Gambia, México, Venezuela, Egipto, República Dominicana, Senegal, Bolivia,
entre otros, sean los vistos como más corruptos.
Toca indagar solo un poco para ver que la
estructura social, los niveles de equidad y de distribución de activos
intervienen en este sentido. Sociedades más incluyentes y equitativas tienden a
ser menos corruptas y las más inequitativas e injustas las más corruptas.
Sin lugar a dudas, los gobiernos de
izquierda socialista-comunista son el principal blanco de dardos respecto a sus
prácticas corruptas. Y no salen bien librados: el poder político, la policía y
el poder judicial.
Respecto a nuestra Venezuela, la mayoría de
las personas consultadas dijeron que el problema se ha incrementado en los
últimos 14 años, convirtiéndose en algo muy serio; que en buena medida las
instituciones de gobierno socialista-comunista son regentadas por personas con
intereses particulares y que las acciones del Estado para combatir la
corrupción son muy poco eficaces.
El 81% piensa que los políticos del
gobierno son corruptos, el 79% que lo es la Asamblea Nacional, 61% que es la
policía o la guardia nacional, y 38% que son los empresarios, entre otros.
Una tendencia general es que los venezolanos
percibimos nuestras instituciones públicas y privadas como más corruptas que el
promedio mundial y regional. Incluso, organizaciones que no son vistas como
corruptas en la mayoría de los demás países, como las ONG y las fuerzas
militares, en Venezuela no se salvan del dedo acusador.
El saber que el mal es mundial no merma sus
demoledores efectos locales; sin embargo, da indicios para que entendamos que
su abordaje debe ser diferente a meros señalamientos puntuales y coyunturales,
o brotes de indignación.
Hay algo en la sociedad contemporánea que
hace de la corrupción una práctica social extendida, y hay que descubrir ese
factor no tan evidente y que es en últimas el motor que mueve hacia allá y que
desborda órganos de control y sanción.
La inequidad social parece tener una
relación directa con la corrupción, pues como podemos ver, ésta se manifiesta
más vigorosamente en regiones y países reconocidos por ser inequitativos. Sin
embargo, también hay una causa oculta que mueve la corrupción y es toda la
presión social que se va generando sobre las personas para que tengan éxito y
progreso material, y esta presión termina por romper diques éticos y morales.
Lo peor es que esta presión está legitimada
en la sociedad venezolana y es vista como "motor de desarrollo". En
últimas otra epidemia contagiosa, pero no la vemos, o peor, no la queremos ver
ni tratar, y ella es el camino más corto a la corrupción que ya está instalada
y tiene a Venezuela en terapia intensiva
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