lunes, 3 de junio de 2013

AVANCES ¿O RETROCESOS?

AVANCES ¿O RETROCESOS?

Zenair Brito Caballero
¿Por qué progresan los pueblos? Seguramente avanzan más rápido aquellos que previamente han invertido en educación, instruyendo a sus habitantes para que juntos o separados pero organizadamente participen de un plan elaborado desde el gobierno.

En plena discusión sobre la pobre calidad de la educación venezolana, es bueno plantearse si este gobierno que se dice socialista-comunista y por lo tanto humanista (y humanizado) tiene claro que los seres humanos que habitan el país serán quienes decidan con sus actos la felicidad o la infelicidad futuras. Nadie puede discutir la enorme diferencia en el trato material hacia los sectores más desposeídos.

Los planes en marcha con las llamadas misiones han permitido que gigantescas masas de habitantes marginados tengan al menos los elementos mínimos de supervivencia. Estas masas han estado y siguen estando ocultas a los ojos de la mayoría. Pero de tanto en tanto algunas puntas se salen del área asignada como territorio e invaden otras áreas a través del delito. Comen y se visten un poco pero no por ello mejoraron su intelecto.

De todos modos hay que convenir en que un trato “socialista y revolucionario” de los sectores necesitados aún no ha permitido salir de cuadros vergonzantes que caracterizaron las décadas pasadas. Si el plan de ayuda a través de las misiones es o no suficiente importa tan poco como que algunos hayan malentendido la ayuda.

Será en todo caso motivo de acumulación de experiencias para la discusión casi eterna ¿qué hacer con los pobres?. Lo que en cambio aterra de verdad es la marcha atrás constante que la educación sigue teniendo en el país combinando bajo rendimiento en escuelas, liceos y universidades con fuertes cambios culturales.

Esta explosiva mezcla hace que los adolescentes y jóvenes de hoy imiten todo lo malo con una facilidad de asombro. Se inclinan por conductas predilectas de los delincuentes, hablan con el estilo de ellos, se pintan el cabello y caravanean en motos y carros con resonadores, como seres que desconocen por completo la ética y la armonía y hacen de la violencia su programa preferido de televisión. Además, el delito aumenta, y la edad para delinquir o prostituirse disminuye. ¡Vaya problema el que tenemos en Venezuela!

Porque si era lógico esperar de un gobierno revolucionario socialista-comunista del siglo XXI que dice ser “humanista” la puesta en marcha de un feroz, agresivo y sedicioso programa de educación, nos hemos topado con la sorpresa que la costumbre de “dejar pasar la historia” no era patrimonio de aquellos gobiernos que se llevaron la acusación de liberales, capitalistas y desalmados.

El dedo acusador ya no sabe a dónde apuntar y lo peor sería concluir que todos los gobiernos son igualmente ineficientes a la hora de las grandes transformaciones, incluso éste socialista-comunista que prometía “hacer temblar las raíces de la República”.

Es increíble concluir que casi 15 años después de puesta en marcha una oportunidad inmejorable para cambiar a Venezuela, no solamente no se haya encarado un programa de transformaciones sino que esté instalada una clara pelea entre la educación oficial que demanda presupuestos y el gobierno socialista-comunista que se hace de rogar, al mismo tiempo que celebra el crecimiento de la recaudación impositiva a niveles nunca antes alcanzados. Son tan pocos los años que separan al niño(a) del adulto que al país se le va todos los días la posibilidad de formar mujeres y hombres transformadores.




LA RESTRICCIÓN DE LAS LIBERTADES CIUDADANAS

LA RESTRICCIÓN  DE  LAS  LIBERTADES CIUDADANAS
Zenair Brito Caballero
El contrato social se establece de forma impuesta entre los hombres. El Estado se hace cargo de la seguridad de los individuos a cambio de suprimir una parte de la libertad individual. Decía Thomas Hobbes que en el estado de naturaleza los hombres son malos y la guerra es frecuente, por lo que proponía un Estado fuerte, al cual no se le puede criticar, puesto que tiene la potestad de implementar restricciones en pos de mantener la paz en la sociedad.
Por su parte, John Locke, que consideraba que en el estado de naturaleza el hombre es libre, ni malo ni bueno, supuso que el contrato social debía establecerse para salvaguardar los derechos de vida, libertad y propiedad de los individuos. Por ello, en su contrato social, había que limitar los poderes de los gobernantes.
Lo cierto es que los estados nacionales se hicieron cada vez más fuertes, más poderosos, se establecieron no solo repúblicas, sino también imperios. Se realizaron actos de emancipación, así como de dominación. En nombre de las naciones y países se libraron guerras y se cometieron actos de genocidio.
En honor al ideal de paz y seguridad se violaron los derechos básicos de millones de seres humanos: se persiguió, hostigó, torturó, exilió y masacró a millones de personas que no comulgaban con líneas oficiales en sus territorios.
El siglo XXI no es muy diferente, aunque parezca ridículo, los hombres siguen enfrentados y las guerras continúan existiendo. Las invasiones y el cercenamiento a las libertades fundamentales continúan a pesar de supuestamente haber logrado una estabilidad general completa. En algunos países africanos, la hambruna se impone; en Medio Oriente, el conflicto palestino-israelí no se acaba y en Asia-Pacífico los conflictos fronterizos no se apagan.
A esto habría que sumarle el número de dictaduras que continúan fortaleciéndose a pesar de tener decenas de denuncias en su contra. Todas, incluso, forman parte de la Organización de Naciones Unidas, que se había formado para mantener la paz entre los distintos pueblos del planeta.
En Occidente, sin embargo, los problemas, si bien no se asemejan a los más graves, también ponen en tela de juicio el papel real que cumplen los estados contemporáneos.
En algunos países europeos, y en la mayor parte de los latinoamericanos, se considera aún que el Estado debe tener mucho poder y que este poder debe basarse en una moral de la mayoría. Es así como se restringen decenas de libertades a los ciudadanos.
El matrimonio entre personas del mismo sexo, la despenalización del aborto, la legalización de las drogas y la posibilidad de acudir a la eutanasia son algunos de los tabúes que aún rigen la vida de millones de personas. El cercenamiento a la libertad individual sigue siendo un mal innecesario para la buena convivencia de los individuos en una sociedad determinada.
Todas aquellas acciones no ponen en peligro la vida, libertad o propiedad de terceros, pero, siguen bloqueadas por las leyes de países teóricamente democráticos. Las sociedades contemporáneas son complejas y diversas al mismo tiempo, los individuos tienen gustos distintos, religiones diferentes, ideologías variopintas y filosofías antiguas o avanzadas.
La moral, a pesar de todo, sigue siendo individual. La ética, la ciencia que se encarga de estudiar la moral y los valores, no puede ser oficial. Cuando hay una sola línea de pensamiento, cuando el Estado obliga a todos a comportarse de la misma manera únicamente para autoprotegerse, se corre el riesgo de vivir bajo un sistema autoritario con ropaje democrático. Es lo que sucede en nuestra sociedad venezolana.
El contrato social clásico lockeniano no se respeta ni sigue vigente en varias partes de América y Europa. Los estados quedaron arcaicos y luchan por mantenerse a pesar de todo. Sin embargo, el combate por la verdadera libertad individual aún continúa y se impondrá a pesar de los obstáculos oficiales a los ciudadanos que la reclaman