jueves, 28 de noviembre de 2013

SI LA JUSTICIA SE HA VUELTO INJUSTICIA ¿CON QUÉ SE PODRÁ HACER JUSTICIA?

SI LA JUSTICIA SE HA VUELTO INJUSTICIA ¿CON QUÉ SE PODRÁ HACER JUSTICIA?
Zenair Brito Caballero
La violencia es y siempre ha sido, en cualquier parte del mundo, una manifestación de poder; y es desencadenada por el deseo egoísta de “ser/tener/poder”.
La cuestión es que ésta se manifiesta de todas formas y en todos los ámbitos sociales. En nuestro caso venezolano, sin equivocarnos, podemos afirmar que ya existe una “cultura de la violencia”.

Y eso es fatal para el país,  pues una cultura no se puede erradicar sin transformarla y una cultura no se transforma de la noche a la mañana. Pero ¿cómo hacerlo?  En este sentido, la pregunta crucial es: ¿quién sufre las consecuencias de esta violencia?
Pues todos los que conformamos la sociedad venezolana, nosotros, pero es  principalmente “los de a pie”, los desposeídos del  pueblo, los que más la sufren, puesto que son ellos quienes, la mayoría de veces, en este entorno, los que viven también una cultura de la dependencia: de su familia, su lugar de origen, su trabajo, sus deudas y quién sabe qué más.
Es ese sector social el que tampoco tiene opciones de seleccionar, de tomar decisiones para salir de la incertidumbre que siembra la violencia. Esta actitud belicosa  no se ejercita en el vacío, sino sobre un “otro” y sus cosas. Es la violencia inicial la que rompe el equilibrio de las relaciones justas y normales de la sociedad, desde la familia hasta el Estado.
Esta conducta es perversa por cuanto genera injusticias, por un lado, y respuestas violentas y destructivas por el otro.  Entonces es cuando se origina una especie de círculo vicioso que cada vez requiere respuestas más violentas; dígase, por ejemplo, tomar  la justicia en propias manos.
No estamos en una sociedad del “salvase quien pueda”, pero la realidad demuestra que así es. Es como que este país es el Oeste desalmado de las películas vaqueras donde se impone la ley del más fuerte, hecho que el “tipo” —ya sea el alguacil o “sheriff”,  o el indignado héroe— a balazos con su par de pistolas quiere detener.
¡Qué pena! ¿Por qué sucede esto? Naturalmente, por la ausencia de inacción de las  autoridades policiales,  por esas leyes que parecieran amañadas, que defienden a los delincuentes y hunden a los inocentes.
¿Y dónde está la verdadera ley, pues? Es increíble que ahora tengan que buscarse los delincuentes a través de las redes sociales; lo que tampoco es sano, ya que cualquiera puede manipular esos medios —los “mass media”, como los llaman hoy—, con todas las consecuencias perversas y negativas del caso.
Todo esto, al paso que vamos, puede llegar a desencadenar un terrible accionar en contra de cualquiera; y al final seríamos víctimas usted o yo. Pero, es más,  desvirtuarían la presencia de policías como autoridad constituida, lo que sería un desastre  para la ya angustiada sociedad venezolana.
Sabido es que el poder orientado a proteger al débil previene la violencia,  pero cuando este poder como en el caso venezolano se manipula, generando injusticias, desprotección, impunidad y muchas otras cosas más, en desventaja para la sociedad, surge otra violencia que es la respuesta natural de defensa y rechazo.
Y peor es cuando el poder es “absoluto” como ocurre en nuestra Venezuela, pues corrompe absolutamente —parafraseando el adagio—. Aquella se engendra en el egoísmo, está en el amor o al menos en el derecho de justa defensa. Pero tampoco es bueno. 
Hay, en efecto, en toda sociedad, leyes que regulan las prácticas sociales para prevenir la primera violencia; para asegurar las relaciones justas, el bien de la comunidad. Pero la realidad es otra, no siempre expresa su cumplimiento: la primera violencia, aquella que es producto de la “desmesura del poder”, engendra estados de injusticia, de desorden en las relaciones sociales. Y en este sentido nuestro país no es la excepción. 
Dada la presente situación, hay también otras leyes que sirven para restablecer la justicia (castigos, multas, indemnizaciones, etc.). El resultado buscado es el retorno al estado normal de derecho en  las relaciones sociales de nuestra  comunidad. Con ello, vemos que hay una reacción en el sentido, que los civiles no creen ya en las leyes, sobre todo cuando hay posiciones encontradas entre los que ejecutan las detenciones y los que penalizan (Policía-Fiscalía).
En casi todos  los casos se siente, como clamor popular,  el  reclamo de la buena y plena aplicación de las leyes. Es alarmante constatarlo, por el hecho, que eso tampoco es la solución y eso de aplicar la ley del talión: “Ojo por ojo y diente por diente”. Esta no es la solución al problema;  pero la gente así lo manifiesta.
Aquí es donde la función justiciera del poder se pone a prueba. Ahora bien, si eso es así, como sucede en cualquier parte del mundo “civilizado”, estamos a la espera, que los magistrados del “honorable Tribunal Supremo de Justicia” ejerzan el papel para el cual son elegidos.
El problema es que, ante toda una situación de injusticia en lo referente a la aplicación de la ley en la que hemos vivido en estos 15 años, es imposible aceptar de la noche a la mañana un dictamen justo. Es fácil que dicha función se degenere, se haga opresora, protegiendo a los gestores de la injusticia primera, en vez de hacerlo respecto de los débiles y oprimidos.
Esta es una segunda violencia, que apoya a la primera y deja al oprimido completamente indefenso. ¿Contemplan las sociedades esta situación, creando leyes que castiguen a los que no practican la justicia? Este problema es muy serio. Por eso, si la justicia se vuelve injusticia ¿con qué se podrá hacer justicia?

LA ESENCIA DE LA DEMOCRACIA ES LA LEGITIMIDAD DE LOS REPRESENTANTES

LA ESENCIA DE LA DEMOCRACIA ES LA LEGITIMIDAD DE LOS REPRESENTANTES
Zenair Brito Caballero
Estamos en el periodo electoral para nombrar o elegir Alcaldes y concejales, y ya empieza la maquinaria gubernamental del dinero a funcionar en busca del voto ciudadano.

Desde los tiempos pasados, este método antiético y deshonesto, ha elegido a nuestros malos gobernantes. En Venezuela, un país  rico en petróleo, pero con más miseria y pobreza en estos 15 años de socialismo-comunismo a la cubana, donde en las ciudades, sus habitantes sufren paro y desigualdad,  el hambre, el desempleo y la miseria son y han sido, un arma de poder. A más miseria, más facilidad de corromper al elector. 
Cuando uno vota, elige un modo de vida, un modelo de sociedad; el precio del combustible, su seguridad social, el manejo del dinero público, la defensa de la vida y la naturaleza. Cuando uno vota por otro, se está eligiendo a sí mismo, lo más íntimo y puro del ser es su posibilidad de elegir, por eso, el peor de todos los actos, fuera del asesinato, es vender el voto. 
Dicho lo anterior, puedo afirmar que en Venezuela hay una democracia ilegítima. La esencia de la democracia, es la legitimidad de los representantes. Un representante que coacciona al elector a través de empleos, dinero o especies, es un representante ilegítimo.
Venezuela ha reducido la democracia, al poder económico del aspirante, y esto es una de sus degradaciones, la otra es la utilización del poder para el beneficio propio, por esta degradación es que en nuestro país y en nuestra región, las cifras de miseria y desigualdad social son más altas que en cualquier otra parte del continente.
Viendo los métodos utilizados por los candidatos a ser Alcaldes, comprar el voto en todas sus formas, no tengo necesidad de ser adivina para predecir que nos esperan otros años más de miseria, abandono y corrupción. No más cantos de sirena de los candidatos a Alcaldías. Nuestro voto vale más que un bulto de cemento, el ofrecimiento de una vivienda o una bolsa de Mercal o PDVAL.
Cuando decidamos por quién votar, pensemos en un modelo de ciudad, de un municipio, en un modelo de sociedad, en un modo de vida, producto de la escogencia de candidatos que representen la ética y la honestidad y no la corrupción y la mentira. 
Las dádivas que se dan por el voto, se gastan en un día, y por ello seguiremos el cuatrienio siguiente, pagando con miseria, la crueldad de haber vendido nuestro voto. Decidamos un gobierno para todos, decidamos unas leyes, un Plan de Desarrollo orientados a disminuir la miseria de nuestro pueblo. Ese es nuestro deber ciudadano, pero eso solo nos lo garantizan, nuestra ética y nuestra honestidad a la hora de elegir, y la ética y la honestidad probada de quien merezca nuestro voto. 

Clamo al Todopoderoso, al Dios de los cielos, al Cristo de la Misericordia, que aparezcan en nuestro horizonte, unos candidatos de una ética y unos nombres reconocidos, en los cuales podamos quienes queremos una patria mejor, depositar en ellos, nuestro voto de esperanza. britozenair@gmail.com