miércoles, 4 de septiembre de 2013

VENEZUELA EN LA IV O EN LA V REPÚBLICA

VENEZUELA EN LA IV O EN LA V REPÚBLICA
Zenair Brito Caballero
Venezuela en la llamada IV República había sido llamado el país de las misses, de las bellísimas playas y abundante petróleo. Antiguamente era una nación democrática rica de oportunidades, alegre, dicharachera, generosa y solidaria con las democracias emergentes de nuestro continente, la que homenajeó a Nelson Mandela estando aún en prisión y prácticamente desconocido para la mayor parte del mundo.
La Venezuela que abrió los brazos, fábricas, universidades y empleos a todos aquellos seres humanos que en su momento tuvieron que huir de dictaduras y persecuciones, republicanos de España, políticos y catedráticos de Chile, Argentina, Uruguay, rebeldes, escritores, cantantes y actores de Cuba, Nicaragua, El Salvador,
Errantes judíos apátridas de la persecución nazi, cristianos armenios, de los jóvenes turcos, fugados de la Isla del Diablo de la Guayana francesa como lo fuere Papillón, sin preguntar de donde venían o lo que hacían, porque se les invitaba a quedarse, a trabajar en esta tierra, a fundar familias tropicales, a dejar su esencia, conocimientos y culturas en nuestros llanos, costas y montañas; en ese país donde ahora debe huir su juventud acrisolada de genes sembrados de viejos y nuevos mundos, a veces sin saber a dónde ir ni porque deben salir, se está produciendo un fenómeno apático, indiferente e insensible, que a veces nos cuesta explicar.
¿En esos seres inhumanos, impasibles, indiferentes se han convertido los venezolanos en tan solo 15 años de adoctrinamiento socialista-comunista? Quizá, o tal vez el paulatino ejercicio de la represión, la abierta aplicación del terrorismo judicial, el ajusticiamiento selectivo, el callejero en manos del hampa, la atemorizante presencia de círculos armados hoy pasados formalmente a engrosar la filas de la Milicia popular, el apresurado y conveniente enriquecimiento de propios y extraños, al lado de un desenfrenado, planificado e inducido consumismo, le hayan hecho perder la relación causa y efecto a esa gran masa de venezolanos, alguna vez con aspiración de convertirse en pueblo capaz de razonar, comparar y rebelarse, por relacionar.
Ya casi se llega agradecer al Estado, al régimen socialista-comunista-castrista venezolano, el permitírsele existir con el visto bueno del gobierno, a ejercer derechos elementales como dadivas de un estado que las concede.
Largas y continuas son las colas de seres humanos que madrugan antes de salir el sol, para estar a tiempo de comprar el paquete de harina de maíz, café, leche, arroz, pastas, papel higiénico, toallas sanitarias, pañales desechables, aceite vegetal, carne o pollo que en ese momento el abasto o supermercado tiene en existencia, y permite a cada cliente adquirir una o dos unidades.
Las encuestas señalan que los venezolanos claman por seguridad, prestación adecuada de salud, medicinas, vías de comunicación, transporte, electricidad, pasta de dientes, papel de oficina, cemento, cabillas, pinturas para casas, industrias, para los lienzos del artista y, aún así en una inexplicable ausencia de capacidad de relacionar causa y efecto, siguen una y otra vez votando por los mismos rojos socialistas-comunistas.
Como si el régimen fuera igualmente fruto y víctimas de circunstancias inexplicables y no el origen de la angustia, de las muertes causadas, del enfermo sin medicina, de los alimentos abandonados en los puertos, de la corrupción generalizada, tribunales serviles, policías asaltantes y la represión indiscriminada; acompañado de la ausencia de ecuanimidad de información por el control ejercido sobre los medios de comunicación, a los propietarios o a los propios periodistas, ya sea por adquisición forzosa, confiscación, multas o creación; por la autocensura de sobrevivencia o el cierre por ausencia obligada de insumos, papel, tinta o repuestos, que solo el estado provee.

Que este desgarrador ejemplo de nuestra patria sirva de luz a los hombres de Latinoamérica que, por conveniencia monetaria entregan el futuro de su país y el de sus hijos a la ilusión de la riqueza oportuna proveniente de ALBA Petróleo, UNASUR, la revolución bolivariana o la promesa de una Nueva Mayoría a la chilena, porque no alcanzarán los países donde refugiarse cuando la guerrilla marxista bajada de la montaña mimetizada ahora en inversionistas de alto vuelo, vistiendo trajes Giorgio Armani, Arcadio Díaz, relojes Cartier, corbatas Gucci, zapatos Rossi o Clark, monos Adidas, firmando sus cheques con estilográficas Montblac punta de oro, carcoma las instituciones y la moral de la república, para imponernos un modelo totalitario socialista-comunista, disfrazado de democracia solo porque votamos en elecciones fraudulentas. 

“ANTES DE RECONOCER AL OTRO DEBO RECONOCERME YO”

“ANTES DE RECONOCER AL OTRO DEBO RECONOCERME YO”

Zenair Brito Caballero

En Venezuela estamos viviendo una terrible crisis de moral y de valores; el respeto, la obediencia, el recato, la honestidad y la dignidad, han pasado a un segundo plano, muchas personas ni siquiera se dan cuenta que la convivencia y la tan anhelada paz, debe empezar por cada uno. 
Cuando no somos capaces de mirar hacia adentro de nosotros mismos, corremos el riesgo de pensar que no tenemos nada que ver en los problemas, pero si tomáramos conciencia o seriedad, sería más fácil solucionar las dificultades. La crisis radica cuando hay un problema serio en el país, y pensamos que no nos incumbe y es lo que sucede a muchos venezolanos y venezolanas.
Muchas personas no les dan las soluciones adecuadas a los conflictos y no aprenden de los errores, por eso vuelven a cometerlos. El empezar por nosotros mismos, hace posible la reflexión, la cavilación, la meditación, la sensibilidad y el sentido humano que cada uno debe tener. El camino a la sabiduría empieza cuando somos capaces de comprender lo que sucede a nuestro alrededor.

Está comprobado que quienes tienen la capacidad de meditar sobre sus actos, son más pacíficos y tienen mayor tranquilidad interior, mientras quienes se mantienen llenos de rabia echándole la culpa a los demás de todo, viven sin sosiego y sin quietud.
Nuestra cultura nos ha inculcado a pensar siempre en los demás, pero ¿Quién puede pensar en el otro, si usted no piensa en sí mismo? El autorrespeto, la autoestima o amor propio son indispensables para relacionarse con los demás, cada quién da de lo que tiene.
Antes de reconocer al otro, amigo que me lees, debo reconocerme yo primero. Si desde pequeños nos enseñaran a meditar y a manejar nuestras emociones y nuestra mente, aprenderíamos a querernos, a reflexionar y ante todo, a tener confianza en nosotros mismos, para que todo no sea tan superficial.
En la actualidad la mayoría de la gente no valora la esencia y el sentido humano de las personas, ahora es “cuanto tienes, cuanto vales” y los valores como el respeto, la solidaridad, la amistad, la compasión y la honestidad se desvanecen tanto, que causan depresión, hundimiento emocional y tormento.

La falta de moral y de valores éticos son unas de las miserias humanas más deprimentes, y es una lástima que no podamos rescatarlos rápido en una sociedad tan corrompida y desmoralizada como la venezolana, porque vivimos en una sociedad vana, frívola y superficial, donde muchos piensan que la felicidad es sinónimo de riqueza y está sólo en las cosas materiales. Por ello, hay que aprender a ser sensibles, para no seguir llenos de basura y miseria a nivel interior. 

“TODO POR NUESTRA IRRESPONSABLE FORMA DE EDUCAR”

“TODO POR NUESTRA IRRESPONSABLE FORMA DE EDUCAR”

Zenair Brito Caballero
Con un solo aparato como un Blackberry, un Iphone, un Nokia inteligente o un Samsung último modelo, un adolescente o un joven venezolano tienen acceso a cualquier cosa.
El mundo entero metido en una cajita portátil, donde puede saber que han muerto 1400 personas en Egipto, que las armas químicas matan población civil en Siria, que 300 toneladas de agua radiactiva cayeron al mar desde Fukushima, que el primer ministro británico niega a la prensa, supuestamente libre de ese país, la posibilidad de publicar los secretos de inteligencia filtrados por Snowden. Todo eso deberían saber y mucho más, pero no les importa y ni lo leen.
Bueno, pudiera decirse que son adolescentes o jóvenes, que a esa edad nada es distinta a la popularidad escolar, del liceo o de la universidad, el granito facial de la semana, la nueva noviecita, los videos musicales de sus cantantes favoritos en youtube o el chisme del día en el muro del Facebook o en Twitter les importa.
Mentira; no es que eso sea lo único que les importe, es que es eso lo único que les afecta; y todo por nuestra irresponsable forma de educar.
Hemos convertido la educación en un proceso de blindaje emocional y material respecto al entorno, la creación de una burbuja de saciedad que inhibe el aprendizaje y los desconecta de la realidad de su entorno. Saciados, no afectados, se hacen insensibles, inhumanos y despiadados y desde luego carecen de motivación para aprender y actuar.
Todos percibimos sus escasas habilidades sociales (empatía, solidaridad, conmiseración, humanidad, compasión y piedad) y cómodamente le echamos la culpa a la tecnología.
No, la red, la conectividad, les facilitan el conocimiento, pero padres y educadores no los involucran con la realidad, impiden artificiosamente que los afecte. Mientras puedan ir a la finca de vacaciones, la violencia rural, por ejemplo, queda encerrada en los titulares de los periódicos que nunca leen, como una realidad que existe solo ahí, donde el muchacho cree que nunca estará expuesto a un asalto o a un secuestro.
Algo hizo muy bien la formación en conservación ambiental la IV República; ahí al menos parece haber quedado algo de sensibilización, aunque no haya todavía compromiso real, ni acción.
Si del monstruoso y antiguo sistema político socialista-comunista de la extinta Unión Soviética, ni del Castro-comunismo de Cuba, ni de la China Comunista no hay memoria completa, ni conocimiento amplio, ni siquiera de todos sus actores (no solo de la guerrilla), ni de todas sus causas (no solo la supuesta maldad de unos cuantos), ni de todos sus efectos (no solo la incómoda inseguridad de algunos), ¿cómo esperamos salir del cliché simplista de lo que llaman sus seguidores Socialismo del siglo XXI  o Revolución Bolivariana?

Nuestros adolescentes y jóvenes no conocen las complejidades que fracturan la sociedad venezolana a la que pertenecen (¿sí es que pertenecen?). En materia de paz, muchos son un poco adolescentes o jóvenes, ciegos y sordos a la realidad que vivimos, por ende, desalmados, insensibles, inhumanos, crueles, inclementes y desapercibidamente pegados a las frases de la cartilla socialista-comunista con la que son ideologizados. ¿Hasta cuándo seguiremos?