VENEZUELA EN LA IV O EN LA V REPÚBLICA
Zenair Brito Caballero
Venezuela en la llamada IV República
había sido llamado el
país de las misses, de las bellísimas playas y abundante petróleo. Antiguamente
era una nación democrática rica de oportunidades, alegre, dicharachera,
generosa y solidaria con las democracias emergentes de nuestro continente, la
que homenajeó a Nelson Mandela estando aún en prisión y prácticamente
desconocido para la mayor parte del mundo.
La Venezuela que abrió
los brazos, fábricas, universidades y empleos a todos aquellos seres humanos
que en su momento tuvieron que huir de dictaduras y persecuciones, republicanos
de España, políticos y catedráticos de Chile, Argentina, Uruguay, rebeldes,
escritores, cantantes y actores de Cuba, Nicaragua, El Salvador,
Errantes judíos apátridas
de la persecución nazi, cristianos armenios, de los jóvenes turcos,
fugados de la Isla del Diablo de la Guayana francesa como lo fuere Papillón,
sin preguntar de donde venían o lo que hacían, porque se les invitaba a
quedarse, a trabajar en esta tierra, a fundar familias tropicales, a dejar su
esencia, conocimientos y culturas en nuestros llanos, costas y montañas; en ese
país donde ahora debe huir su juventud acrisolada de genes sembrados de viejos
y nuevos mundos, a veces sin saber a dónde ir ni porque deben salir, se está
produciendo un fenómeno apático, indiferente e insensible, que a veces nos
cuesta explicar.
¿En esos seres inhumanos,
impasibles, indiferentes se han convertido los venezolanos en tan solo 15 años
de adoctrinamiento socialista-comunista? Quizá, o tal vez el paulatino
ejercicio de la represión, la abierta aplicación del terrorismo judicial, el
ajusticiamiento selectivo, el callejero en manos del hampa, la
atemorizante presencia de círculos armados hoy pasados formalmente a engrosar
la filas de la Milicia popular, el apresurado y conveniente enriquecimiento de
propios y extraños, al lado de un desenfrenado, planificado e inducido
consumismo, le hayan hecho perder la relación causa y efecto a esa gran masa de
venezolanos, alguna vez con aspiración de convertirse en pueblo capaz de
razonar, comparar y rebelarse, por relacionar.
Ya casi se llega agradecer
al Estado, al régimen socialista-comunista-castrista venezolano, el
permitírsele existir con el visto bueno del gobierno, a ejercer derechos
elementales como dadivas de un estado que las concede.
Largas y continuas son
las colas de seres humanos que madrugan antes de salir el sol, para estar a
tiempo de comprar el paquete de harina de maíz, café, leche, arroz, pastas,
papel higiénico, toallas sanitarias, pañales desechables, aceite vegetal, carne
o pollo que en ese momento el abasto o supermercado tiene en existencia, y
permite a cada cliente adquirir una o dos unidades.
Las encuestas señalan que
los venezolanos claman por seguridad, prestación adecuada de salud, medicinas,
vías de comunicación, transporte, electricidad, pasta de dientes, papel de
oficina, cemento, cabillas, pinturas para casas, industrias, para los lienzos
del artista y, aún así en una inexplicable ausencia de capacidad de relacionar
causa y efecto, siguen una y otra vez votando por los mismos rojos
socialistas-comunistas.
Como si el régimen fuera
igualmente fruto y víctimas de circunstancias inexplicables y no el origen
de la angustia, de las muertes causadas, del enfermo sin medicina, de los
alimentos abandonados en los puertos, de la corrupción generalizada, tribunales
serviles, policías asaltantes y la represión indiscriminada; acompañado de la
ausencia de ecuanimidad de información por el control ejercido sobre los medios
de comunicación, a los propietarios o a los propios periodistas, ya sea por
adquisición forzosa, confiscación, multas o creación; por la autocensura de
sobrevivencia o el cierre por ausencia obligada de insumos, papel, tinta o
repuestos, que solo el estado provee.
Que este desgarrador
ejemplo de nuestra patria sirva de luz a los hombres de Latinoamérica que, por
conveniencia monetaria entregan el futuro de su país y el de sus hijos a la
ilusión de la riqueza oportuna proveniente de ALBA Petróleo, UNASUR, la
revolución bolivariana o la promesa de una Nueva Mayoría a la chilena, porque
no alcanzarán los países donde refugiarse cuando la guerrilla marxista bajada
de la montaña mimetizada ahora en inversionistas de alto vuelo, vistiendo
trajes Giorgio Armani, Arcadio Díaz, relojes Cartier, corbatas Gucci, zapatos
Rossi o Clark, monos Adidas, firmando sus cheques con estilográficas Montblac
punta de oro, carcoma las instituciones y la moral de la república, para
imponernos un modelo totalitario socialista-comunista, disfrazado de democracia
solo porque votamos en elecciones fraudulentas.