¿CÒMO EL QUE
ESCRIBE PUEDE TOREAR LA ENVIDIA?
Zenair Brito
Caballero (britozenair@gmail.c
Dijo una vez un párroco que el pecado que más acusaban los devotos
católicos es el de la murmuración y el descrédito. Yo creo, más bien, que ese es
un mal que nació con el ser humano, pero que se ha ido agigantando, en lugar de
ser lo contrario. A medida que el mundo crece, basta con fiarse en el mal
llamado periodismo del espectáculo o del corazón, que se ha llegado a extremos grotescos,
porque en él meten hasta a los intelectuales y escritores más eminentes, que
solo viven en la soledad de sus mundos, los que ellos mismos crean.
En nuestras ciudades venezolanas, donde la mayoría nos conocemos,
el chismorreo se aumenta, no sólo en las mujeres, que siempre hemos sido las
señaladas como las “corre ve y dile”, sino también en los hombres que nos
superan en crudeza y mordacidad
.
Pensemos, que mientras menos nos metamos en la vida personal, no
pública, de los demás, seremos mejores seres humanos, la elegancia se hará presente
en nuestro actuar permanente y con la mente sana nos volveremos críticos, pero
de situaciones que valgan la pena, de obras literarias, de calidad y excelencia educativa, de buena política, de
hechos internacionales, siempre con sapiencia o erudición, porque el tiempo que
se utilizó en leer, en escuchar programas interesantes, y no en chismorrear,
nos va llenando de un acervo cultural que nos aleja de cosas tan banales
como pasarnos una hora criticando el vestido de marca de la señora fulana de
tal que fue a tal fiesta, de las jóvenes participantes del concurso Miss
Venezuela, o las relaciones de los
vecinos, o la forma de hablar de alguien y hasta de su delgadez o gordura.
Me ha llamado mucho la atención, con cada publicación en mis
blogs, que algunas personas que no me conocen, pero viven enviándome
correos comentan en ellos: Doctora, usted tiene un excelente trabajo de
investigación. Me pregunto: ¿por qué no aceptan el acervo cultural que se ha
ido acumulando año tras año en quienes escribimos por afición?, es muy bueno
investigar cuando no se conoce de un tema, pero es también irresponsable el que
escriba un articulo o una columna de opinión
y hable de un tema sin que sepa de él, sin que le guste, sin que le apasione
¡Eso pienso yo!
Todos los temas que trato en mis artículos de autoayuda, de
psicología, de educación y de política los quiero, los he ido madurando en
noches de lectura de buenos libros y de extraordinarios autores, viendo
programas televisivos de opinión, en charlas con políticos de altura, que ya no
están, en entrevistas que me concedieron durante mis más de treinta años de
profesora titular universitaria de pregrado y de postgrado, a ello acudo para
escribir y a la memoria que Dios me ha dado.
Investigar es excelente, es maravilloso, yo admiro a los
investigadores y como profesora universitaria de postgrado he sido una de ellos,
pero mis columnas y artículos, hasta ahora, no requieren de un trabajo intenso
de investigación, porque son escritos desde mis adentros, desde mis conocimientos,
desde mis recuerdos
Con este tema quiero llegar a los jóvenes que se inician en la
escritura para que no se asusten con las críticas y se defiendan con altura
cuando los ataquen sin sentido; para que toreen la envidia, esa es la palabra y
no hay que andar con eufemismos; ¿cómo se torea la envidia? Alzándose de
hombros y pensando que si lo envidian es porque está haciendo las cosas requete
bien.
Pero piensen también, jóvenes escribidores, que van a encontrar en
número superior a lo que he mencionado, la generosidad de la gente que los lee,
esa misma que lo despierta temprano para decirles, por un mensaje de texto, me
gustó tu columna de hoy, o en un correo electrónico no me gustó esto, pero aquello
sí, o quizás un artículo, un comentario en un periódico, eso supera todo lo
otro, que manejan los que no hacen nada en la vida.
Esta labor es como todas: como la del albañil, o el del señor que
cambia los cauchos de un carro; ellos también reciben críticas o satisfacciones
por su labor; es la vida amigos lectores, es la condición humana.
Sólo que hay que aclarar o protestar cuando es necesario, pero no
diga nombres porque da importancia a los que lo molestaron, usted siga adelante
y cuando lo ataquen solo diga: yo escribo porque me gusta, se hacerlo y punto.