jueves, 9 de agosto de 2012

ZENAIR BRITO CABALLERO, EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA MERITOCRACIA


EL SIGNIFICADO DE LA PALABRA MERITOCRACIA
Zenair Brito Caballero 
(britozenair@gmail.com)
Las palabras tienen vida propia. Cambian de significado caprichosamente. Pueden traicionar incluso a quienes las acuñan. En 1958, el escritor y político británico Michael Young (1870-2033) publicó una novela futurista, en la tradición de Aldous Huxley y George Orwell, titulada “El ascenso de la meritocracia”, Young quiso darle a la palabra 'meritocracia' un sentido negativo, sarcástico, irónico y mordaz.
La novela describe el surgimiento de una sociedad estratificada, desigual, donde el éxito depende del acceso a prestigiosas instituciones educativas y de la posesión de ciertas habilidades mentales (estrechamente definidas). En la sociedad imaginada por Young, el sistema educativo selecciona a los ganadores, no los forma. O dicho de otra manera, descarta a los perdedores, no los redime, no los exime.
Por cuenta de la evolución impredecible del lenguaje, la palabra meritocracia asumió con el tiempo una connotación distinta, opuesta a la originaria; se convirtió en un sinónimo de movilidad social e igualdad de oportunidades. Un 'sistema meritocrático' denota ya no un sistema excluyente, sino todo lo contrario, un sistema abierto, sin roscas, ni privilegios heredados, ni favoritismos odiosos. Recordemos al genial RENNY OTTOLINA
Actualmente algunos políticos democráticos que desean posar de justos e independientes, proclaman su compromiso inquebrantable con la meritocracia, esto es, con el mérito individual como criterio exclusivo para la selección y escogencia de sus colaboradores. En 2001, un año antes de su muerte, Michael Young escribió un largo artículo de prensa en el que lamentaba, en un tono vehemente, el nuevo significado de la palabra meritocracia.
Young invitó a Tony Blair, entonces primer ministro de Inglaterra, a que purgara sus discursos de la palabra en cuestión o a que, al menos, admitiera el lado oscuro de la meritocracia. Una cosa es la asignación de puestos con base en el mérito individual, escribió Young, otra muy distinta la consolidación de una nueva clase social, de una élite inexpugnable y arrogante que considera que merece todos los privilegios. "Contrario a quienes se lucraban del nepotismo, las nuevas élites creen firmemente que la moralidad está de su lado".
Los escrúpulos semánticos de Young son exagerados, pero no irrelevantes. Llaman la atención sobre los peligros que acechan a una sociedad donde el mérito es entendido de manera estrecha y asociado a trayectorias académicas y laborales muy específicas.
Young criticó duramente al gabinete de Blair, conformado por una élite meritocrática, poseedora de unas credenciales impecables, pero, en últimas, un buen ejemplo de las nuevas formas de exclusión. Lo mismo podría decirse sobre el gabinete venezolano o sobre los cuadros directivos de muchas empresas venezolanas del gobierno socialista-comunista.
Lo escribo sin resentimiento, todo lo contrario, con algo de pudor. Al fin y al cabo los egresados de las Universidades venezolanas, donde me formé y he trabajado  en sus aulas de pregrado, de maestría y de doctorado, figuran de manera prominente en el gobierno nacional y en muchos cargos de responsabilidad y privilegio.
En fin, si el mérito se asocia exclusivamente con unas pocas instituciones educativas o con un conjunto estrecho de competencias, la meritocracia es casi indistinguible del nepotismo o el amiguismo. La meritocracia, sugirió Young hace ya más de medio siglo, puede ser un eufemismo conveniente para designar una nueva forma de exclusión. Su sugerencia, sobra decirlo, no ha perdido vigencia.