LLEGÒ LA HORA
DE PENSAR EN EL FUTURO DE VENEZUELA
Zenair Brito
Caballero (britozenair@gmail.com)
Es frecuente leer temas con
importante contenido humanitario, escuchar reflexiones que invitan a la
responsabilidad social e incluso sentir inquietud ante distintos eventos que,
de una u otra forma, tocan las fibras del alma por el dolor que irradian la
indignación que generan o sencillamente el llamado que golpea a la puerta
diciéndole a cada persona que debe ser protagonista y no simple observador.
Es frecuente percibir
interiormente algo que insiste acerca de la importancia que, como un asunto de
conciencia individual, significa despertar del letargo, crónico y absurdo,
cuando la realidad de los acontecimientos se presenta, cada vez más dramática.
Los cambios que impliquen mejorar
o detener procesos lesivos no se producen por sí mismos: hay que hacerlos de
manera proactiva y decidida. Quedarse en el rol de simple espectador, a ver qué
hacen los demás y luego protestar, es una actitud que raya en lo pueril. Tal vez por eso muchos son
chantajeados, extorsionados, asaltados por los politiqueros rojos rojitos que
se aseguran votos bajo el terror que produce perder el puesto.
La generación anterior no cambió
esas mañas y por eso sigue ocurriendo y tal vez los hijos, los niños de hoy,
tendrán que someterse mañana al mismo vejamen pues esta generación, la suya y
la mía, sigue jugando a la inmediatez.
Una comunidad necesita
planeación, visión de futuro, inversión responsable en infraestructura —no como
negocio que lucre a los gestores— salud, educación, vivienda y trabajo, pero
sin condiciones clientelistas porque la necesidad de la gente no puede seguir
siendo el abono para el entronizamiento y enriquecimiento de unos pocos.
Cuando el motivo es el egoísmo el
resultado es la degradación. El que tiene vocación por lo público se debe a su
pueblo y no al revés. El que desea hacer dinero, lo puede hacer desde lo
privado, como tantos buenos empresarios; el que se compromete con servir desde
lo público debe saber que su sueldo no da para volverse millonario y mucho
menos en corto tiempo, asunto que pocos explican y demuestran limpiamente. Y
esos ahí se quedarán hasta que el pueblo reaccione Dios mediante el próximo 7
de octubre, porque la reelección por méritos, admiración y confianza sólo
la merecen muy pocos.
Por eso, por no reaccionar, las
tragedias son más graves, la impunidad es pasmosa, la pobreza aumenta y la
desesperanza paraliza al no existir buenos y comprometidos gobiernos. Fácil
apoltronarse y protegerse en el regazo de una maquinaria, amenazante, que
incluye de todo y está al acecho para impedir cambios que dañen sus intereses.
Pero eso es lo que hay que
combatir y cambiar: apoyar lo realmente sano, rodear al buen líder y desmontar
aquello, que la mayoría identifica como injusto, deshonesto, avasallador y
cínico con su propia gente. Ofrecer y prometer para después burlarse,
rasgándose las vestiduras, es parte de una comedia que es hora de acabar. 2012
debería ser un año para pensar y elegir; tiempo de ser reales protagonistas,
con amor por Venezuela, valor civil y mucha responsabilidad. Hay un camino EL
DEL PROGRESO