LA RESTRICCIÓN DE LAS
LIBERTADES CIUDADANAS
Zenair Brito Caballero
El
contrato social se establece de forma impuesta entre los hombres. El Estado se
hace cargo de la seguridad de los individuos a cambio de suprimir una parte de
la libertad individual. Decía Thomas Hobbes que en el estado de naturaleza los
hombres son malos y la guerra es frecuente, por lo que proponía un Estado
fuerte, al cual no se le puede criticar, puesto que tiene la potestad de
implementar restricciones en pos de mantener la paz en la sociedad.
Por su
parte, John Locke, que consideraba que en el estado de naturaleza el hombre es
libre, ni malo ni bueno, supuso que el contrato social debía establecerse para
salvaguardar los derechos de vida, libertad y propiedad de los individuos. Por
ello, en su contrato social, había que limitar los poderes de los gobernantes.
Lo cierto
es que los estados nacionales se hicieron cada vez más fuertes, más poderosos,
se establecieron no solo repúblicas, sino también imperios. Se realizaron actos
de emancipación, así como de dominación. En nombre de las naciones y países se
libraron guerras y se cometieron actos de genocidio.
En honor
al ideal de paz y seguridad se violaron los derechos básicos de millones de
seres humanos: se persiguió, hostigó, torturó, exilió y masacró a millones de
personas que no comulgaban con líneas oficiales en sus territorios.
El siglo
XXI no es muy diferente, aunque parezca ridículo, los hombres siguen
enfrentados y las guerras continúan existiendo. Las invasiones y el cercenamiento
a las libertades fundamentales continúan a pesar de supuestamente haber logrado
una estabilidad general completa. En algunos países africanos, la hambruna se
impone; en Medio Oriente, el conflicto palestino-israelí no se acaba y en
Asia-Pacífico los conflictos fronterizos no se apagan.
A esto
habría que sumarle el número de dictaduras que continúan fortaleciéndose a
pesar de tener decenas de denuncias en su contra. Todas, incluso, forman parte
de la Organización de Naciones Unidas, que se había formado para mantener la
paz entre los distintos pueblos del planeta.
En
Occidente, sin embargo, los problemas, si bien no se asemejan a los más graves,
también ponen en tela de juicio el papel real que cumplen los estados
contemporáneos.
En
algunos países europeos, y en la mayor parte de los latinoamericanos, se
considera aún que el Estado debe tener mucho poder y que este poder debe
basarse en una moral de la mayoría. Es así como se restringen decenas de
libertades a los ciudadanos.
El
matrimonio entre personas del mismo sexo, la despenalización del aborto, la
legalización de las drogas y la posibilidad de acudir a la eutanasia son
algunos de los tabúes que aún rigen la vida de millones de personas. El
cercenamiento a la libertad individual sigue siendo un mal innecesario para la
buena convivencia de los individuos en una sociedad determinada.
Todas
aquellas acciones no ponen en peligro la vida, libertad o propiedad de
terceros, pero, siguen bloqueadas por las leyes de países teóricamente
democráticos. Las sociedades contemporáneas son complejas y diversas al mismo
tiempo, los individuos tienen gustos distintos, religiones diferentes,
ideologías variopintas y filosofías antiguas o avanzadas.
La moral,
a pesar de todo, sigue siendo individual. La ética, la ciencia que se encarga
de estudiar la moral y los valores, no puede ser oficial. Cuando hay una sola
línea de pensamiento, cuando el Estado obliga a todos a comportarse de la misma
manera únicamente para autoprotegerse, se corre el riesgo de vivir bajo un
sistema autoritario con ropaje democrático. Es lo que sucede en nuestra
sociedad venezolana.
El
contrato social clásico lockeniano no se respeta ni sigue vigente en varias
partes de América y Europa. Los estados quedaron arcaicos y luchan por
mantenerse a pesar de todo. Sin embargo, el combate por la verdadera libertad
individual aún continúa y se impondrá a pesar de los obstáculos oficiales a los
ciudadanos que la reclaman
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