“LA VIOLENCIA EL MIEDO Y EL PODER POLÌTICO”
Zenair Brito Caballero
(britozenair@gmail.com)
La violencia es como una larga e irregular
escalinata que al llegar a la cima, encuentra un barranco profundo y oscuro; no
tiene la forma de una pirámide, que comienza ancha en su base y termina angosta
en la cúspide. Del latín la palabra
“violentus”, violento, viene de “vis”: fuerza, poder, violencia. Del diccionario RAE XXII edición, violentar
es “aplicar medios violentos a cosas o personas para vencer su resistencia”.
Lo
violento “está fuera de su natural estado, situación o modo… que se ejecuta
contra el modo regular o fuerza de razón y justicia…” La violencia es contagiosa, se extiende por
el temor, por el miedo y la incertidumbre, brota del poder en cualquiera de su
multitud de formas y manifestaciones privadas y públicas. Es de carácter viral y endémico, hay que atenderla con prontitud, antes que
inicie el ciclo de su evolución y avance en sus estragos. El rumor genera miedo ante lo desconocido,
ante el mal que se siente y desconoce, es epidemiológico.
La ley de Newton, no es sólo una ley de la
física, es una ley social: “a toda acción corresponde una reacción igual o
mayor”. El odio y el terror, se engendran mutuamente. Ejerce la violencia el empleador que no
cumple sus obligaciones laborales contra el trabajador quien necesita el
salario y se acomoda a las condiciones denigrantes que le impone; el
presidente venezolano
socialista-comunista haciendo su voluntad por encima de la opinión mayoritaria
del pueblo o del grupo a quien dice
“representa”, sin discutir, sin consultar, porque siente en su envestidura el
carácter mesiánico y providencial de su posición, que termina, de tanto
insistir, creyéndosela, busca ansioso la hegemonía, se siente imprescindible,
su voz se alza entre las multitudes o entre las minorías sobre las cuales su
poder ejerce una fuerza que doblega voluntades.
La
historia humana amigos lectores ha sido la historia de la violencia y Venezuela
no es la excepción, Desde el poder, con su “visionaria, alucinada” y comúnmente
centralista interpretación del mundo, desde lo erudito, emotivo y dependiente,
desde la superioridad racial, cultural, material y psíquica, desde la
investidura legítima o ilegítima, se violentan las cosas y las personas para
doblegar su resistencia y someterlas al redil de aquello que quien manda,
decide, controla, dice qué es lo bueno o lo malo, lo que conviene y no
conviene, lo que debe gustar y disgustar.
Esa fuerza, por encima de todo, llámese mercado, partido político,
iglesia, ejército, policía, estado, juez, empresa…
La violencia, aceptémoslo con repugnante
indignación, es producto del conflicto cotidiano que el ejercicio del poder ha
ejercido en la sociedad venezolana en la cual vivimos y seguiremos viviendo,
hasta que no llegue un momento en que, habiendo rebasado sus límites, colapse
nuestra existencia individual y social, porque la violencia en su más visible y
extrema manifestación provoca la confrontación
Violencia amigos, es someter al desempleo, al
analfabetismo, a la ignorancia, a la inseguridad, a la enfermedad, al abandono,
a la orfandad, al olvido, a la denigración,… ¿Puede ser la violencia legítima e
ilegítima, justificada o injustificada? Depende, quien la ejerza y tenga la
capacidad para justificarla, puede hacerla lícita o legítima, si tiene el poder
suficiente para hacerlo desde lo real;
desde lo ético, que no siempre prevalece, sólo es legítima y justificada, aquella que
reacciona para sobrevivir ante la violencia de origen que pretende destruirlo o
someterlo, es un proceso natural,
lógico, humano y físico.
La
violencia engendra violencia, es una trampa de la que no se sale. Desde la
doctrina norteamericana se ha hablado de la “guerra preventiva”. Desde la
historia, en la “guerra santa”, desde católicos, judíos y musulmanes, desde las Cruzadas, en la Conquista se ha
usado el nombre de Dios.
La debilidad es la locura, la fuerza se
desborda y las acciones traspasan lo razonable, esa es la más evidente señal de
su agonía. Una forma de poder muere y
otra surge inmediatamente, alguien que
lo representa deja de existir y una nueva figura se levanta de las cenizas del
otro, reniega del antecesor, promete ser distinto, pero poco a poco, a medida
que acumula en sus articulaciones la energía de esa fuerza invisible y
necesaria, se va pareciendo mas y mas a
eso de quien antes renegó.
Así es la historia señores, un drama, una
comedia, un juego de ajedrez. Solamente
el poder, cuando es pequeño, puede ser más ampliamente compartido; cuando
crece, se concentra, precisamente eso lo hace crecer hasta un punto
determinado, después evoluciona, muta y muda, se diluye una forma y figura, y
surge creativamente en otra que a fin de cuentas no deja de ser la misma en
otra época y circunstancia, más sutil o burda.
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