RESCATAR LA FAMILIA ES UNA OBLIGACIÓN
Zenair Brito
Caballero
En medio de esta crisis de valores en
la que los factores de corrupción, violencia, pero sobre todo de indiferencia
hacia lo que afecta a los demás, permean sobre la conciencia colectiva de nuestra
sociedad venezolana, es necesario volver la mirada hacia la familia como
institución social suprema.
Muchos aún no caen en la cuenta de la
necesidad de recuperar la familia y fortalecerla para que haya progreso social,
económico y espiritual, por eso sigue apostándole equivocadamente a la
individualidad. El núcleo familiar ha estado sujeto a variaciones, sin que por
ello se pueda renunciar a su importancia como eje estructurador de identidad.
De la familia tradicional, compuesta
por el hombre y la mujer en la que el primero figuraba y actuaba como cabeza o
representación del hogar, se ha pasado a las familias compuestas por la figura
femenina o matriarcado, quien por la misma dinámica moderna terminó asumiendo
dos roles.
Pero uno de los factores que más ha
contribuido a profundizar la brecha comunicativa familiar es la falta de
control de los padres frente al fenómeno de la modernidad; la televisión, los
videos juegos y la internet entre otros, que han terminado fragmentando más el
concepto de familia, unido a la obsesión por el trabajo de alguno de sus
miembros, lo que ha debilitado más la comunicación, haciendo que sus miembros
reconozcan en estos adelantos tecnológicos mejor compañía que la familiar.
La mesa, lugar de encuentro familiar
alrededor de la comida, ha sido reemplazada por la habitación en el que cada
miembro tiene su televisor y desde allí ha logrado construir la isla que lo
mantiene distraído.
Nuestras sociedades siguen
resquebrajándose sin que asumamos una actitud de resistencia ante la modernidad
que nos asiste. Una buena manera sería recuperar la espiritualidad familiar
para dar herramientas de defensa a los hijos ante las amenazas que la misma
cultura establece.
Regresar al diálogo en la mesa, la
oración en familia, los juegos familiares ayudaría a renovar los tiempos para
compartir y con ello a mejorar la calidad de la relación familiar, para que
vuelva a instituirse desde el hogar, el respeto por Dios, por la vida y por la
familia.
Necesitamos generar nuevos espacios de diálogos, análisis y acción, para
que desde el gobierno, las iglesias, escuelas, universidades y los medios, se
ayude a recuperar el núcleo familiar, el amor entre padres e hijos, tíos,
sobrinos y primos, para asegurar que nuestra sociedad perviva a pesar de la indiferencia
de quienes quieren presentar a la postmodernidad como el efecto de una
humanidad fragmentada, para que el valor humano prime desde una sociedad
fortalecida y preparada para resistir la crisis desde la unión familiar.
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