¿DÓNDE
HA QUEDADO LA AUTOESTIMA?
Zenair
Brito Caballero
Décadas atrás nadie hablaba de cómo se
sentía, más que le ponía pecho a la vida y hacía lo que tenía que hacer. Hoy
aumentan los suicidios y mucho tiene que ver la falta de autovaloración.
Autores de la talla de Dale Carnegie nos preparaban desde hace décadas para
enfrentar esta maratón competitiva.
Antes la depresión era pereza,
tristeza, quizá mal carácter, con el tiempo la ciencia fue investigando más
sobre las emociones, sentimientos, trastornos y enfermedades. Pero a grado tan
tremendo hemos llegado que cada vez hay más niños deprimidos.
Varios son los factores que causan los
bajones, ya que las exigencias socioeconómicas se tornan implacables a la hora
del descarte, de esta selección de “los mejores”, según los parámetros actuales
de la producción.
Tenemos que llevar en equilibrio dos
realidades: la interior y la exterior. En la última, la conclusión que
“mientras no le haga daño a nadie, cada uno hace de su vida lo que quiere” es
falsa, porque los comportamientos individuales recaen en la sociedad, y en el
50% o más, será la comunidad la que tendrá que hacerse cargo de aquel que
supone que no le debe explicaciones a nadie.
Charlando con personas mayores, mucho
mejor si es con la familia, podemos aprender cómo ellos manejaron los tiempos
difíciles. Esa experiencia de vida debería ser rescatada por hijos, nietos y
bisnietos. “La verdad, antes no había tiempo para deprimirse, uno hacía lo que
podía y lo que no, se aguantaba. Tampoco sufríamos como hoy por lo que no
podíamos tener” me comentó un Señor de
85 años.
Hoy estamos llenos de maneras de
comunicar lo que nos pasa, abundan los cursos, los libros, folletos, las
terapias. “Hice todo bien, me casé enamorada, tuve mis hijos, tengo mi casa…
pero siempre siento que algo me falta. Estuve muy mal anímicamente… ahora tomo
pastillas y estoy mejor” me respondió a mi pregunta una joven Señora de 52
años.
Para la mayoría de las personas, el
dinero es igual a felicidad. Modelos de esta deducción adoctrinan a través de
los medios masivos todo el tiempo. Cristina Onassis quiso, sin embargo, dejar
un legado cuando dijo: “Soy tan pobre que solo tengo dinero”.
La autoestima, como la palabra lo
dice, es el valor que nos damos a nosotros mismos, la forma en que nos cuidamos
y alentamos. Leí hace poco en un artículo que las palabras “meta” y “objetivo”
nos conducen mentalmente a pensar en una carrera de alto nivel, en la cual
quizás no decidimos participar, pero nos vemos obligados por la presión
externa.
Cuantos pasaron por entrevistas
laborales y personalmente son indagados: “¿Cuáles son sus metas y objetivos?”,
es una pregunta bastante incómoda para responder si somos conscientes que no
tenemos ninguna gran respuesta para dar, salvo la de contar que somos
sencillos, de ir descubriendo lo que la vida tiene reservado para nosotros. Con
esto, probablemente no quedaríamos seleccionados.
Esta política empresarial que fuerza a
las personas a pensar en ciertos conceptos de éxito, alegría, entusiasmo
incluso riesgo, se está tornando medio invasiva para el tiempo y la
tranquilidad que requiere el mantenimiento de la autoestima.
Cuánto nos estimamos nace con el amor
de mamá y papá, con acompañar al hijo en sus tiempos de transición. Ya
conocemos casos terribles de acoso escolar, también de acoso laboral.
La felicidad, dicen los psicólogos,
tiene que ver con los genes, valores y experiencias, es decir, todo lo que nos
arma humanamente. La autoestima tiene que reforzarse diariamente, nutriendo
nuestras cuatro dimensiones: física, mental, emocional, espiritual.
Como una joya hemos de llevarla con
mesura, porque tener menos es paralizante y, tener de más, es como seguir
hablando cuando el auditorio hace rato quedó vacío. britozenair@gmail.com
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