¿CUÁL ES EL FUTURO DE LOS VENEZOLANOS?
Zenair Brito Caballero
En Venezuela, nos
estamos adiestrando a que lo anormal y lo corrupto sean lo normal y lo
aceptado. Es tan pobre la formación sociopolítica de los venezolanos, que somos
testigos cotidianos de graves distorsiones de lo político y seguimos como
espectadores pasivos, el lamentable espectáculo de unos procedimientos y
estilos del llamado socialismo-comunismo que confunden política con simple
lucha por el poder.
La política es ciencia y
gestión del bien común. El poder está en el pueblo que es soberano y lo ejerce
por medio del sufragio, eligiendo a quienes considera que van a dedicarse a
trabajar para el bien de toda la ciudadanía.
Hace tiempo que el
gobierno no trabaja para el bien común, sino para el bien de sus partidarios.
Si los jerarcas socialistas-comunistas del poder trabajaran para el bien común
el país no tendría tantos ciudadanos empobrecidos, casi la mitad de la
población, todos los ciudadanos tendrían vivienda, todos recibirían una educación
de calidad y todos tendrían atención para su salud y encontrarían trabajo,
nadie tendría que emigrar. El país cuenta con recursos petroleros y recaudos de
impuestos del SENIAT sobrados para ello. Una justa distribución y participación
en la riqueza lo haría posible.
Si los políticos
rojos-rojitos trabajaran para el bien común, hace tiempo (14 años) que la
mayoría de nuestras rutas estarían asfaltadas, los puentes no se hundirían, las
calles estarían bien pavimentadas y bien iluminadas, los buses o busetas serían
decentes, no explotarían a los pasajeros con pésimos servicios ni largarían
veneno por sus tubos de escape para intoxicar a los ciudadanos, tendríamos
seguridad para salir a la calle a cualquier hora sin temor a ser asaltados,
atracados o asesinados, todos los policías serían honestos y fieles a su
profesión.
Si los políticos
rojos-rojitos que nos gobiernan trabajaran para el bien común el lago de
Maracaibo y el de Valencia estarían vivos y serían transparentes, lugar de
encuentro para el placer de sus playas y el deporte, nuestros arroyos correrían
limpios sembrando vida, fecundando tierras, llenando nuestros ríos.
Si los políticos
rojos-rojitos en situación de gobierno trabajaran para el bien común nuestros
niños, adolescentes y jóvenes no serían acosados por criminales vendedores de
drogas, porque en vez de ser cómplices del narcotráfico y de la producción de
drogas, los políticos chavistas o pesuvistas con poder hace tiempo habrían
extirpado esta lacra mortal de nuestro país.
La pasividad ciudadana
de los venezolanos ante la distorsión y la corrupción política no es un simple
delito de omisión, es también un delito de negligencia e irresponsabilidad
ciudadana. La historia y los nietos nos van a juzgar muy severamente, porque
dejamos que se destruya el país poco a poco, que se desequilibre la sociedad
cada vez más y más y estamos reaccionando como si todo estuviera bien y nada
tuviéramos que hacer personal y socialmente.
El problema no es solo
de los políticos que acceden a poderes de Gobierno. La basura que los vecinos
tiran al arroyo, los buses chatarras que contaminan nuestras calles, las
fábricas que han destruido (el lago de Valencia) no son obras del Gobierno, son
barbaridades de ciudadanos que no respetan los recursos y bienes del país.
Por lo visto todavía
seguimos con estructuras mentales y hábitos culturales propios de los pueblos
nómadas, que conciben la naturaleza como espacio para depredar, en vez de
oportunidad para producir y desarrollar la naturaleza.
La cultura depredatoria
no se manifiesta solamente en la expoliación de la naturaleza, igual se ceba en
el Estado. La mayoría de los ciudadanos venezolanos quiere vivir a costa del
Estado. El fallecido presidente Chávez, como los anteriores, prometió reducir
el número de funcionarios públicos y lo que hizo fue multiplicarlos.
Los candidatos
presidenciales, como los nuevos intendentes y gobernadores, como los ministros
y directores de instituciones del Estado suman y suman sus propios
funcionarios, acrecentando el número de personas que viven a costa de lo que
los ciudadanos aportamos para el desarrollo del país. El sueño de muchos amigos
y seguidores de los presidenciables es recibir un cargo en la administración
pública para vivir del Estado.
Es cierto que la
educación cívica y ética que ofrecemos a los escolares y universitarios es
elemental e insuficiente. Pero aunque fuera perfecta, la verdad es que la
sociedad destruye escandalosamente el trabajo de los educadores. En este
momento no sé cuántas instituciones públicas están defendiendo realmente el
bien común. ¿Cuál es el futuro de los venezolanos? No al socialismo-comunismo y
si a una verdadera democracia honesta y progresista apegada a la verdad y no a
la mentira. britozenair@gmail.com
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