“LA JUSTICIA DEBE SER EXPEDITA Y LIMPIA”
Zenair Brito Caballero (britozenair@gmail.com)
El juego de la balanza entre izquierda y derecha,
permite a los países; por un lado mantener la estructura de instituciones que
protegen la estabilidad y por otro poner en cuestión y enfrentar la inmovilidad
que dichas instituciones pueden presentar. Ambas alas del pensamiento juegan un
contrapeso que permite el equilibrio y ambas son legítimas e igualmente
importantes, reflexionaba conmigo en una conversación reciente el Dr. Antonio
Laghouati amigo y compañero de los seminarios de ampliación postdoctoral que
hicimos hace ya varios años en (CIPOST) en la UCV.
.
Pienso al oír estas palabras de mi amigo en las
contiendas electorales. La legitimidad de cada grupo político reside en un
ánimo pacífico, ¡sí apasionado, vehemente, impulsivo,! pero nunca provocador, sedicioso,
irrespetuoso, irreverente o iracundo, todo lo contrario a lo que observamos en los
personeros gubernamentales rojos-rojitos.
Las personas que nos identificamos con un pensamiento democrático;
en defensa de los derechos humanos, de igualdad, de fraternidad, de
solidaridad, debemos entender la importancia que tiene nuestra convicción y
nuestros actos frente a quienes prefieren resguardarse en la certidumbre y la
comodidad de una mirada vigilante y el uso del miedo para controlar, manipular
y mantenerse en el poder.
La «Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano» (DDHC) sabemos que surgió de las ideas de la ilustración, de un grupo de demócratas que pensó un mundo más igualitario, para acabar con los privilegios de los nobles, llevando a la sociedad a un país democrático (con sus deficiencias ya que en 1979 había aún muchas taras discriminatorias y el derecho avanza lentamente).
Hemos visto en ésta misma historia, que la sangre sólo
lleva a más sangre y que, por otro lado, los ideales de dignidad y cambio han
ganado en casi todos los terrenos, y eso hace aún más interesante ver como
ahora, la izquierda se adjudica, se confiere, se asigna estos principios
humanistas, y la iglesia intenta apropiárselos a su manera. Si la inserción de
una mirada agitadora, como fue la de dicha DDHC ha sabido permear al interior
del pensamiento moderado, podemos reconocer que el trabajo de los distintos
pensadores históricos ha sido enorme. Gracias a los ideales democráticos evolucionamos.
Quiero pensar, que lo mismo pasará con los principios jurídicos que han sido planteados desde las Naciones Unidas en materia de igualdad, y que se han expuesto como condición sin equanon para la sobrevivencia de un mundo justo.
Tengo la esperanza que instrumentos jurídicos como la
«Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Contra
la Mujer>> terminarán por ser entendidos por los cautelosos e incluso por
aquellos y aquellas que diciéndose demócratas, siguen negando la desigualdad de
las mujeres frente a los hombres en nuestro país.
Estas ignoran la obligación que tiene el Estado de
equilibrar la balanza, a través de políticas con perspectiva de género y de acciones
afirmativas. Luchar por un bienestar general, significa establecer medidas que
pongan a todos los individuos al mismo nivel frente a la ley, tanto en derechos
como en obligaciones.
Esa misma esperanza tengo, en el urgente reconocimiento y la toma de decisiones para curar el hostigamiento sexual; enfermedad de ésta cultura falogocéntrica, que cobra a las mujeres «su derecho a trabajar decentemente», permitiendo en muchos casos (miles de casos de hostigamiento sexual, incluso al interior de aquellas instituciones cuya vocación es la de defender los Derechos Humanos de las Mujeres.
Esa misma esperanza tengo, en el urgente reconocimiento y la toma de decisiones para curar el hostigamiento sexual; enfermedad de ésta cultura falogocéntrica, que cobra a las mujeres «su derecho a trabajar decentemente», permitiendo en muchos casos (miles de casos de hostigamiento sexual, incluso al interior de aquellas instituciones cuya vocación es la de defender los Derechos Humanos de las Mujeres.
Aterra imaginar que la misma CNDH termine por
reproducir prácticas discriminatorias con sus empleadas. Y se me viene de golpe
la frase de Edmund Burke que dice: «Todo lo que es necesario para el triunfo
del mal, es que los hombres de bien no hagan nada». Es aquí donde entra nuestra
responsabilidad, la necesidad de nuestra acción y nuestra vocación de rectitud,
para ejercer el equilibrio: ¡Hay que hacer, particularmente en casos como éste,
que la justicia sea expedita! Y no inmoral y sucia a conveniencia. ¿Y usted que
piensa?
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