“TENER
MIEDO A SER LIBRES NO ES LO MISMO QUE TENERLE MIEDO A LA LIBERTAD
Zenair Brito Caballero (britozenair@gmail.com)
En la Venezuela actual –en la que la
propaganda política es tan infalible como las ofertas de liquidación de las
tiendas en los Centros Comerciales- EL
MIEDO ES EL REY, pues, de su graciosa voluntad depende la vida, hasta donde
alcanzan a ver los ojos; el miedo es, al COMANDANTE PARLANTE y a sus seguidores
violentos, al CNE y el que por si aun titubeas, hace el escrutinio final.
Y, así, el verbo se hizo miedo, porque
él es el origen de todo. El miedo es el que nos ata las manos; nos borra la
memoria; nos espanta el sueño; nos hincha los pies; nos tapa la boca para que
no opinemos. El miedo –tengo miedo de decirlo- es la excusa para no cambiar las
cosas desde que aprendimos que más vale ladrón conocido que ladrón ganoso por
conocer; y que en boca cerrada no entran moscas.
El miedo es tan eficaz, como cultura
política, como ideología subyacente, como triple moral, que el mecanismo de defensa
del individuo (da miedo saber que se le tiene miedo a todo) es reproducir la
causa que lo promueve, porque da más miedo (que el miedo mismo) saber: qué se
siente no tener miedo. Pero, tener miedo a ser libres no es lo mismo que
tenerle miedo a la libertad, en tanto ésta es sólo el supuesto que nos faculta
para: elegir dónde viajar; escoger el trabajo que más nos guste; comprar lo que
queremos. Sin embargo, esa libertad, ese supuesto metafísico, desaparece cuando
se mide lo ancho y largo del bolsillo, porque es la que nos impide ser libres.
Esa diferencia, aparentemente baladí, es
la clave para transformar la sociedad venezolana antes de que sea demasiado
tarde, o sea antes que le tengamos miedo a las dos cosas como si fueran una
sola. Esto último lo ha aprendido, muy bien, el pueblo venezolano en 14 años de
socialismo-comunismo; esto último lo ha vivido, muy mal, a fuerza de tanto ser
un damnificado que sólo necesita estirar la mano para comer, o abrir el sobre
para gozar la remesa.
Por eso, surten efecto las amenazas que
le hace en las elecciones: “si votas por los majunches, ya no recibirás más
remesas”, y entonces tiene miedo a ser libre, tiene miedo a dejar de ser
esclavo del dinero ajeno que – ¡Ah, dicha para que fuera eterna!- le permite
ser esclavo del sistema, y del consumo visual, y del conformismo real.
El venezolano, como fiel exponente del latinoamericano sumiso, está siendo sumergido en el pantano del miedo. Le dicen que la delincuencia está peor cada día –según lo atestigua, entre lágrimas, la mamá de uno de los muchos asesinados cada día, quien jura que su hijo no andaba en malos pasos- pero, al mismo tiempo, le aseguran que este país vale la pena por su socialismo revolucionario y que se va a fomentar el turismo, para que medio mundo venga a ver la maravilla de país que somos.
Entonces, surge la incertidumbre, y la
incertidumbre lleva al miedo, y el miedo a la amnesia, y la amnesia a ser
conservadores en política… y ser conservadores nos lleva a la estupidez. No le
tememos a la libertad de expresión (abstracto impersonal que se cree exclusivo
de los medios de comunicación) pero, le tenemos miedo a defender y producir
nuestras propias ideas, porque le tenemos miedo a ser libres de pensar.
No le tememos a la democracia, pero le tenemos miedo a ser democráticos o a elegir gobiernos populares (distinto al populista). No le tememos a la crítica, pero, le tenemos miedo a ser críticos sociales, porque tememos llenarnos de dudas, y... como de lo único que no cabe duda alguna es de quién nos explota, volvemos a votar por él.
Ese miedo a ser libres es una baratija
que nos venden los socialistas-comunistas a través de su partido PSUV. Nos
ofrecen la baratija y los que se lo creen–como el tonto Juan Bimba- la compran sin regateo. El gobierno socialista-comunista
es quien fomenta el miedo que se le debe tener a su tiranía, y por eso inaugura
sus campañas electorales en sus medios gobierneros y en las cadenitis
permanentes. Se inaugura ahí –insinuación macabra de impunidad- para que
entiendan lo que va a significar no votar por ellos –el vivo a señas y el tonto
a balazos-
No le tememos a la injusticia, pero le tenemos miedo a ser justos con nuestros hermanos; no le tememos al futuro, pero, le tenemos miedo a soñar un mundo mejor… le tenemos miedo a la utopía colectiva. No le tememos a la historia, pero le tenemos miedo a escribirla, a hacerla, por lo que nos contentamos con sufrirla. Pero también, cuando siendo funcionario de gobierno, se reproducen los mismos vicios de la izquierda, se está expresando, a gritos, que se le tiene miedo a ser libres. Hay un camino a esa libertad EL DEL PROGRESO.