“A MAL TIEMPO BUENA CARA”
Zenair Brito Caballero
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domingo, 21 de julio de 2013
A MAL TIEMPO BUENA CARA
viernes, 19 de julio de 2013
LA ESPERANZA ES EL SUEÑO DEL HOMBRE DESPIERTO
“LA ESPERANZA ES EL SUEÑO DEL HOMBRE DESPIERTO”
Zenair
Brito Caballero
Como un
monstruo, el desaliento, el desánimo petrifica corazones y ciega ojos y
entendimiento. Los grandes modelos políticos de la última mitad del siglo XX se
han derrumbado; las utopías políticas y sociales yacen bajo los escombros de
las experiencias fallidas, el socialismo terminó en dictadura y el libre
mercado en una hipócrita y falsa bonanza que ha ensanchado hasta niveles
inconmensurables la brecha entre los ricos y los pobres; el consumismo, ese
dios del postmodernismo, ha contribuido a crear una sociedad desalmada,
en la cual la medida del valor de la persona humana es la posesión de “cosas” y
el olvido del espíritu.
En Venezuela,
lo que se anunció como un paso de “la locura a la esperanza”, se revela hoy
como una esperanza derrotada, porque las causas fundamentales de aquella locura
continúan intactas: la injusticia social, la exclusión, el hambre, la miseria,
la pobreza, el desempleo y la inequidad social y económica no han sido
superadas.
La crueldad
del militarismo, tiene hoy su contrapartida en la violencia social, en la
polarización, la corrupción, el narcotráfico, la delincuencia. El despotismo
militar sustentado por una camarilla voraz, no fue sustituido por un sistema realmente
democrático, sino por un régimen en los que el poder lo ejerce una casta
roja-rojita afincada en partidos electorales socialistas-comunistas cada vez
menos políticos y más institucionales, movidos por los vaivenes de los proveedores
y no por las necesidades de las mayorías.
Es sombría
nuestra realidad venezolana, y el desaliento, la desesperanza parecen ser el
nuevo fantasma que recorre nuestra nación; pero, en lugar de desesperanzarnos
ante tanto conflicto social, debemos comprender que la fuerza para superarlos
radica en la esperanza, en la expectación. Eso sí, en una esperanza activa. No
se trata de esperar que las cosas ocurran y de sentarnos a ver pasar los días y
las semanas confiando en que mañana todo será mejor, sino de actuar para que
nuestra esperanza vuelva realidad lo esperado, ser protagonistas de los
acontecimientos y no objetos pasivos.
Decía
Aristóteles que “La esperanza es el sueño del hombre despierto” por ello titulé
este artículo así. Tener esperanza es estar despierto, pero además es
esforzarnos por hacer que las cosas sucedan, tal como lo expresa el salmista:
“Esforzaos todos vosotros los que esperáis en DIOS, Y tome aliento vuestro
corazón.” (Sal 31:24). Y, tal esfuerzo debe estar acompañado de Fe.
La esperanza,
ya sea individual o colectiva, es un esperar algo que se producirá en el
futuro, algo que no vemos, que acaso nos parece intangible, y porque no lo
vemos tendemos a desesperanzarnos y asumir una posición derrotista, pero la Fe,
como la describe el autor de la Carta a los Hebreos (11:1) es “la certeza de lo
que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Esa certeza y esa convicción
son las que impregnan nuestra esperanza de voluntad y conducen nuestros actos
hacia la consecución de lo que esperamos.
Independientemente
de nuestras creencias, para vivir no podemos renunciar a la esperanza. Un
hombre sin esperanza es sólo un remedo de hombre, un ente sin sueños ni
aspiraciones, un vacío cubierto de piel.
Mas, también
es cierto que nuestra esperanza puede estar basada en razones endebles,
provisorias y equívocas. ¿Cuántas veces hemos puesto nuestra esperanza en los
políticos, en la bondad de los ricos y la cacareada “detención económica”, en
pastores y sacerdotes? Y tantas veces hemos visto derrotadas nuestras
esperanzas.
Es porque
nuestra esperanza ha nacido de los antivalores de una sociedad que promueve el divisionismo
procaz, el egoísmo del “sálvese quien pueda”. Así, más que una verdadera
esperanza activa y amorosa que incluya a nuestro prójimo, hemos cultivado una
falsa esperanza que reproduce los vicios del sistema, en la cual el centro y
los beneficios de lo que esperamos es la satisfacción de los intereses
personales, la consecución de los medios por los cuales adquiero poder sobre
los demás y no el bien común.
Los cristianos
no podemos vanagloriarnos de esa “esperanza”. Al contrario, nuestra esperanza
debe tener como referente el reinado de Dios en la tierra. De allí que nuestra
esperanza irrenunciable es Jesucristo.
Esto no
quiere decir que renunciamos a la esperanza que se deriva de los actos de los
hombres, sino que, por gracia de las enseñanzas del Resucitado, nuestra
esperanza se centra en la reivindicación de todos los hombres y mujeres que
mantienen firme su esperanza contra toda desesperanza y luchan por una mejor
Venezuela.
LA CORRUPCIÓN UNA EPIDEMIA CONTAGIOSA
“LA CORRUPCIÓN UNA EPIDEMIA
CONTAGIOSA”
Zenair Brito Caballero
Todos sabemos, que una epidemia es una
enfermedad contagiosa que se extiende a muchos países y se transmite con gran
facilidad. Como ejemplo de ello tenemos a la peste negra del siglo XIV que ha
sido un ícono histórico en este sentido, y la más reciente fue la temida gripe
H1N1, que al final de cuentas y gracias a Dios, no ha sido tan letal como se
esperaba.
Pues bien, asociándolo al párrafo anterior,
lo que se ha venido a descubrir en las últimas dos décadas es que la corrupción
es toda una epidemia social, económica y política que afecta a la mayoría de
países del mundo.
Este descubrimiento ha sido posible gracias
a entidades que hacen un seguimiento riguroso a este fenómeno en todo el mundo,
siendo Transparencia Internacional la institución más reconocida en el estudio
de este mal y en la elaboración de propuestas y posibles tratamientos.
Cada año Transparencia Internacional
elabora lo que ha llamado "el barómetro mundial sobre corrupción", un
estudio muy completo sobre la percepción que los ciudadanos de todo el mundo
tienen sobre la corrupción.
La versión 2013 de esta encuesta, que leí
en Internet en el día de ayer, realizó
114 mil entrevistas en 107 países, y sus resultados confirmaron ciertas
tendencias: son determinadas regiones del mundo las que más se afectan por este
fenómeno, ciertas entidades públicas son las de peor reputación y existe un
sentimiento casi generalizado respecto a la impotencia de los gobiernos para
luchar contra la corrupción El estudio completo lo podemos leer en : http://www.transparency.org/gcb2013 ).
En Latinoamérica, África y Asia la
corrupción se mueve con total comodidad y hace los mayores estragos. Un ejemplo
reciente de los daños que causa esta enfermedad social está en Bangladesh,
donde murieron 1.127 personas por el colapso de un edificio que albergaba
trabajadores textiles, pues todo indica que los estándares de seguridad
estructural del edificio fueron omitidos debido a actos de corrupción.
En contraste, la mayoría de los países con
menores índices de corrupción están en Europa. Tiene que haber algo que haga
que Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega, Suiza, Países Bajos y Nueva Zelanda
sean los menos corruptos, haciendo que este fenómeno tenga muy poco impacto
social.
Por el contrario que Guatemala, Sri Lanka,
Gambia, México, Venezuela, Egipto, República Dominicana, Senegal, Bolivia,
entre otros, sean los vistos como más corruptos.
Toca indagar solo un poco para ver que la
estructura social, los niveles de equidad y de distribución de activos
intervienen en este sentido. Sociedades más incluyentes y equitativas tienden a
ser menos corruptas y las más inequitativas e injustas las más corruptas.
Sin lugar a dudas, los gobiernos de
izquierda socialista-comunista son el principal blanco de dardos respecto a sus
prácticas corruptas. Y no salen bien librados: el poder político, la policía y
el poder judicial.
Respecto a nuestra Venezuela, la mayoría de
las personas consultadas dijeron que el problema se ha incrementado en los
últimos 14 años, convirtiéndose en algo muy serio; que en buena medida las
instituciones de gobierno socialista-comunista son regentadas por personas con
intereses particulares y que las acciones del Estado para combatir la
corrupción son muy poco eficaces.
El 81% piensa que los políticos del
gobierno son corruptos, el 79% que lo es la Asamblea Nacional, 61% que es la
policía o la guardia nacional, y 38% que son los empresarios, entre otros.
Una tendencia general es que los venezolanos
percibimos nuestras instituciones públicas y privadas como más corruptas que el
promedio mundial y regional. Incluso, organizaciones que no son vistas como
corruptas en la mayoría de los demás países, como las ONG y las fuerzas
militares, en Venezuela no se salvan del dedo acusador.
El saber que el mal es mundial no merma sus
demoledores efectos locales; sin embargo, da indicios para que entendamos que
su abordaje debe ser diferente a meros señalamientos puntuales y coyunturales,
o brotes de indignación.
Hay algo en la sociedad contemporánea que
hace de la corrupción una práctica social extendida, y hay que descubrir ese
factor no tan evidente y que es en últimas el motor que mueve hacia allá y que
desborda órganos de control y sanción.
La inequidad social parece tener una
relación directa con la corrupción, pues como podemos ver, ésta se manifiesta
más vigorosamente en regiones y países reconocidos por ser inequitativos. Sin
embargo, también hay una causa oculta que mueve la corrupción y es toda la
presión social que se va generando sobre las personas para que tengan éxito y
progreso material, y esta presión termina por romper diques éticos y morales.
Lo peor es que esta presión está legitimada
en la sociedad venezolana y es vista como "motor de desarrollo". En
últimas otra epidemia contagiosa, pero no la vemos, o peor, no la queremos ver
ni tratar, y ella es el camino más corto a la corrupción que ya está instalada
y tiene a Venezuela en terapia intensiva
LA DESLEGITIMACIÓN DEL DERECHO A LA PROTESTA
“LA DESLEGITIMACIÓN DEL DERECHO A LA PROTESTA”
Zenair
Brito Caballero
Las múltiples declaraciones de diversos
sectores tanto privados como gubernamentales frente a los distintos movimientos
de inconformidad que se están presentando en el país, como el de los profesores,
empleados administrativos, obreros y estudiantes universitarios, los ferromineros
de Guayana, los maestros y profesores de primaria y media por aumentos
salariales, entre otros, apuntan a que están siendo “utilizados”, “forzados”,
“infiltrados”, “manipulados”, en fin, presionados por fuerzas ajenas y extrañas
a la esencia misma de las organizaciones que han roto su silencio ante lo que
consideran desatención y abandono gubernamental.
La deslegitimación del derecho a la
protesta, consagrado en la Constitución Nacional de 1999, no sólo coloca en
riesgo a las personas que se atreven a levantar su voz para reclamar por
aquello que consideran vulneración a sus derechos y abandono estatal, sino que
les asigna disfunción cognitiva, ya que al señalarles como marionetas e idiotas
útiles, les están castrando de su capacidad para pensar por sí mismos y
organizarse como instancia para hacer valer lo que conciben como sus legítimos
derechos, independientemente de los intereses de extraños, que por supuesto los
hay y tratan de incidir.
La intolerancia y satanización a la protesta,
el rechazo al disenso y en general la consideración de ilegítima la expresión
de la inconformidad, no contribuye a alcanzar mayores y mejores niveles de
bienestar, de justicia social y desarrollo con equidad, por el contrario,
potencializa mucho más la polarización y el uso de la violencia como método
para zanjar las diferencias y resolver las distintas problemáticas en sus
diversos grados.
El país requiere amplitud de
pensamiento para reconocer las diferencias, escuchar y tener en cuenta al otro como
interlocutor válido, visibilizado, respetado y sobre todo, dignificado en su
condición de persona, cualquiera sea su condición.
Así que, corresponde a todos hacer un esfuerzo consciente de resignificación de las palabras y acciones con las cuales se invalida y anula al otro, lo cual es un patrón arraigado en la población, en especial en aquellas personas que por diversas circunstancias se han empotrado y se mantienen en el poder, o aquellas que temporalmente lo han alcanzado en algún grado.
Así que, corresponde a todos hacer un esfuerzo consciente de resignificación de las palabras y acciones con las cuales se invalida y anula al otro, lo cual es un patrón arraigado en la población, en especial en aquellas personas que por diversas circunstancias se han empotrado y se mantienen en el poder, o aquellas que temporalmente lo han alcanzado en algún grado.
Esas conductas descalificadoras, son un
catalizador más que aúpa y refuerza la violencia como herramienta de solución a
las diferencias, las cuales son lógicas y naturales dentro de las relaciones
entre seres humanos obligados a establecer algún vínculo, propio de la
interdependencia humana y del medio que le rodea.
Pareciera que la protesta y la reivindicación de los derechos por parte de organizaciones y en general de aquellos que se sienten lesionados en sus intereses, se constituyera en una amenaza para los demás, como si estuvieran sumidos en el miedo y la paranoia de perder cuando el otro reclama. Por eso entonces, aparece la descalificación y el estigma como recurso para deslegitimar al otro y así librarse de lo que considera una amenaza por acción ajena.
Cuidado, mientras se tenga miedo por lo que el otro hace de manera legítima y en derecho, se perpetúa el estado de postración de la mayoría que luego se extenderá a todos en nuestro país.
Pareciera que la protesta y la reivindicación de los derechos por parte de organizaciones y en general de aquellos que se sienten lesionados en sus intereses, se constituyera en una amenaza para los demás, como si estuvieran sumidos en el miedo y la paranoia de perder cuando el otro reclama. Por eso entonces, aparece la descalificación y el estigma como recurso para deslegitimar al otro y así librarse de lo que considera una amenaza por acción ajena.
Cuidado, mientras se tenga miedo por lo que el otro hace de manera legítima y en derecho, se perpetúa el estado de postración de la mayoría que luego se extenderá a todos en nuestro país.
lunes, 15 de julio de 2013
LA CORRUPCIÓN ES EL CÁNCER TERMINAL DE VENEZUELA
LA
CORRUPCIÓN ES EL CÁNCER TERMINAL DE VENEZUELA
Zenair
Brito Caballero
Es el pan nuestro de cada
día. No hay un solo estrato social que no la comente y los medios también hacen
eco del mismo tema. Son aterradores los informes y los datos sobre la corrupción
en nuestro país. Es tan avasallador el fenómeno que nos está acabando de una
manera alarmante: “se están robando al país y estamos los venezolanos y
venezolanas “en las entrañas del monstruo”.
Los columnistas de opinión
más leídos tanto de los diarios nacionales como regionales, se han vuelto
monotemáticos en torno a la corrupción y es comprensible. En uno de mis
artículos publicados sobre el problema de la corrupción en Venezuela, en mi
habitual estilo directo de llamar las cosas puntualice: “Sospecho cada vez con
más firmeza que la corrupción se chupó a este país, sobre todo ante los
escándalos de los últimos días”.
Y sigo afirmando lo mismo,
pero tomando un término de la medicina aplicado al cáncer: La corrupción en
Venezuela está en fase terminal. El flagelo está carcomiendo no solo el tejido
moral, el tejido político y el tejido social, el tejido y los órganos de la
justicia, el tejido y los órganos parlamentarios, el tejido y los órganos de la
administración pública, el tejido y los órganos de muchas universidades, y
otros sectores de la sociedad, está carcomiendo también el tejido de la
racionalidad y de la lógica e incluso el tejido del sentido común.
Como diría José de Souza
Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998 en su “Ensayo sobre la ceguera”,
nos estamos quedando ciegos. Pero en contra de lo que algunos puedan pensar, lo
plantea el escritor Rafael Lomeña Varo en su libro “El poder y la corrupción:
Un fenómeno social con cáncer terminal”, no debemos buscar sus orígenes
exclusivamente en regímenes totalitarios ni democráticos, capitalistas ni
comunistas, ultra derechistas ni ultra izquierdistas, pues su génesis parece
esconderse en lo más oscuro de la condición humana, apestada por la codicia y
el ansia de poder.
Uno de los pasajes más
impactantes de la película “El silencio de los inocentes”, es cuando el caníbal
Haníbal Lecter le entrega a la aprendiz de detective Clarice Starling la clave
conceptual para resolver el secuestro de la hija de una senadora: “La codicia y
el ansia de poder son los sentimientos que conducen a la irracionalidad”.
El cáncer de la corrupción
nos enceguece hasta el punto de perder los ojos del sentido común y llegar a
hablar del “derecho” de los funcionarios corruptos a apropiarse de los
presupuestos públicos, siempre y cuando ejecuten con las migajas que dejan,
alguna obra para servicio de la comunidad. Lo malo, según esta creencia es
“robar y no hacer”, pero es permisible y hasta necesario “robar y hacer”. Es
frecuente toparse con gente del común lanzando expresiones como esta: “Qué tipo
tan inútil ese, manejó miles de millones de bolívares como funcionario público,
y salió igual de pobre que como entró”.
En Venezuela, lo normal es
que el funcionario público robe, lo anormal y cuestionable es que salga limpio.
Es la cultura de la corrupción que se posó, como cáncer incurable, en el
inconsciente colectivo, y allí se quedó. De allí lo difícil de su erradicación.
Ojalá que el despertar
impulsado por el incesante martillar de un periodismo de opinión cada vez más
valeroso y comprometido con la verdad, la justicia y las buenas costumbres,
tenga el impulso necesario para que los que tienen la obligación de hacerlo
apliquen la terapia necesaria al peor cáncer de la sociedad venezolana: el de
los delincuentes de cuello blanco.
“SE PERDIERON LOS VALORES Y LA CULTURA CIUDADANA”
“SE
PERDIERON LOS VALORES Y LA CULTURA CIUDADANA”
Zenair
Brito Caballero
En los archivos de las Instituciones Educativas Venezolanas ha quedado
en el olvido el Manual de Carreño, relacionado con la urbanidad y las buenas
costumbres. Es una obra literaria que nos brinda herramientas muy útiles en
el comportamiento social del ser humano. Fue escrito por Manuel Antonio
Carreño, como guía de enseñanza a los niños, adolescentes y jóvenes para que
aprendieran desde temprana edad las normas básicas de las relaciones
interpersonales.
Recuerdo que, en nuestra época de estudiante de bachillerato recibimos
la asignatura Formación Social, Moral y Cívica, donde nos enseñaban: Cómo
comportarnos en sociedad, el respeto por el himno nacional, por la bandera de
nuestro país y por todos los símbolos patrios; se hacía igualmente énfasis
sobre la cultura ciudadana, no arrojar basura en la calle, una de las mayores
preocupaciones ambientales que tenemos y que se debe mejorar en nuestro país.
Las normas de urbanidad no pueden considerarse anticuadas, es lo que nos
hace falta a los venezolanos. No entendemos como el Ministerio de Educación haya sacado
hace varios años del pensum académico, esta asignatura que tanto se necesita
hoy en día. El respeto por nuestros semejantes se ha perdido en una sociedad
descompuesta y corrompida como la nuestra, donde el comportamiento individual
se ha invertido.
Hoy vemos como una mujer embarazada o con un niño en brazos, tiene que esperar de
pie en una buseta, mientras el hombre ocupa una silla, un anciano tiene que
cruzar una calle sin la ayuda de otra persona menor. Lo más grave es que
nuestra sociedad no está rigiendo su comportamiento por una escala de valores
humanos, sino por otro tipo de escalas como los estratos sociales; el poder, el
dinero. Esta situación es la que no deja apreciar los valores que podríamos
resaltar en el comportamiento colectivo de una sociedad.
Entendemos que una sociedad no debe ser rígida y acartonada, existen
ciertos límites de respeto que debe tener toda comunidad que se relacione, por
ejemplo, valorar a la mujer como madre, como profesional, como eje principal de
una familia, por lo que merece toda consideración y hay que brindarle todo el
respeto que se merece. Por lo anterior, debería elaborarse una guía de comportamiento,
conservando el espíritu de las enseñanzas de Carreño y que se acomoden a
nuestros tiempos.
domingo, 14 de julio de 2013
EN VENEZUELA URGE ENSEÑAR A CONVIVIR EN CIUDADANÍA
EN
VENEZUELA URGE ENSEÑAR A CONVIVIR EN CIUDADANÍA
Zenair
Brito Caballero
Continuas expresiones de
intolerancia rebosan en el ambiente venezolano que vivimos diariamente. La
situación económica insostenible, la variación del clima, el desempleo, la
crisis de la salud, la contaminación ambiental, la congestión vehicular, y
hasta la aglomeración peatonal son algunas de las razones que generan este
malestar en los ciudadanos. Casi todo el mundo es intolerante. Se vive esto a
flor de piel, y el problema está latente.
Es posible que haya muchas
respuestas y explicaciones a este fenómeno. Probablemente estén escritas muchas
tesis y teorías al respecto, pero me parece que vale la pena que pedagogos,
gobiernos nacional, regional y municipal, Estado, orientadores, psicólogos,
sociólogos y politólogos y, por supuesto, la familia, convinieran espacios para
deliberar y concertar sobre este tipo de problemáticas que aqueja, cada vez
más, a niños, jóvenes y adultos. Es decir, exhortarlos a hablar de ciudadanía y
a construir ciudadanía para generar cambios de actitud y de mentalidad.
Y señalo lo anterior,
porque Venezuela, ha centrado su sistema educativo, en esta materia, en
aspectos como los derechos y los deberes; los mecanismos electorales y la
estructura del Estado; y los fundamentos de la Constitución de 1999;
descuidando temáticas como el respeto por el otro, el valor de la diferencia,
el diálogo, la solidaridad, la concertación, la civilidad, y la resolución
pacífica de conflictos, entre otros.
Leyendo hace varios días
la última obra del psicólogo argentino Carlos Cullen, experto en el tema de los
valores, observé como él sustenta que es
preciso fortalecer, en los niños y jóvenes, la capacidad de resolver conflictos
por la vía del diálogo y de la argumentación de sus ideas.
Es urgente que aprendan a
respetar a los otros, a llegar a consensos o disensos sobre la base de que
todos piensan distinto, y a entender el concepto de participar, ojalá
comenzando por la familia y la escuela.
Es decir, es indispensable,
imprescindible y obligatorio que se aprenda a ser personas y a convivir con
nuestros semejantes en armonía con la naturaleza. En otras palabras, es
propender y apegarse por un modelo que trascienda el hecho de aprenderse la
Carta Magna… solamente.
El Ministerio de Educación
ha realizado alguno que otro trabajo en torno a esta problemática, pues la han
articulado como un aporte a la paz. Es un buen comienzo, pero se necesitan más
actos y gestiones para que esta iniciativa no se quede en el camino como muchas
otras nobles ideas.
Creo que es necesario
establecer una programación que incluya planes, proyectos y propuestas viables
y efectivas. Pero, por supuesto, hay que comenzar ya, y desde cada lugar donde
estemos.
No olvidemos que las
sociedades que no forman en ciudadanía se convierten paulatinamente en focos de
violencia, intolerancia, irrespeto, y delincuencia. No en vano, el “bullyng” se
convirtió en un problema nacional en el ambiente escolar. Y las razones son
muchas y variadas, pero, por ejemplo, sorprende, el hecho que siete de cada
diez maestros o profesores venezolanos
ignoran la pedagogía sobre formación ciudadana, impidiendo que estudiantes y
colegas tengan una cosmovisión de este tema.
Estamos a tiempo amigos
que me leen, de crear y re-crear una sociedad venezolana distinta, más
desarrollada y más humana. Y en ello, es importante tener conciencia de
aspectos más reales y menos simbólicos. Creo que tanto simbolismo y culto a la
bandera, a los himnos y a los próceres socialistas-comunistas de la patria, no
contribuye en nada a crear ciudadanos más sensibles y colaborativos. ¿No lo
cree usted?
LA EDUCACIÓN ES UN HECHO SOCIAL TRASCENDENTE
LA EDUCACIÓN ES UN HECHO SOCIAL TRASCENDENTE
Zenair Brito Caballero
Hay poca memoria en los protagonistas del
conflicto de la educación venezolana. Las escuelas y los liceos terminando el
año escolar, los marchas universitarias colgando
al viento, y los alumnos ya casi de vacaciones, pintan una nueva jornada
lastimosa y desafortunada.
No le sirve a nadie una sucesión de situaciones
en que sabiéndose hondamente responsables, cada parte niega a la otra y le
atribuye culpas. No parece que importe mucho, porque al menos la opinión
pública no se ha dado por enterada del fondo del problema.
El propio gobierno socialista-comunista, a
través de sus principalísimos voceros el Señor Maduro, el Profesor Calzadilla y
otros, sostienen que "es natural" porque "en esta época de
cierre de presupuestos siempre se apuran las exigencias". Una tranquilidad
que debería afligir porque se parece a irresponsabilidad, incapacidad o
ineptitud.
Y además de memorias apáticas: mentiras y más
mentiras. Sostiene la titular del Ministerio de Educación, que los días de paro
serán descontados a los docentes de media que protestan por mejor salario, cuando es costumbre que al final de toda
protesta, se termina canjeando el pago a cambio de alguna punta que quedó sin
atar.
Sostiene el Ministro Calzadilla, que los días
perdidos de clase serán recuperados, pero no explica cómo. El sabe bien que es
imposible alcanzar siquiera los 180 días de clase al año en los niveles de
primaria y secundaria y que las universidades planifican en cada Escuela o
Facultad sus semestres o año escolar. Nadie se hace ilusiones ciertas de que
ello ocurra. Anuncios vacíos, mentirosos y dirigidos a calmar críticas.
Del lado docente el incumplimiento de
compromisos asumidos por el Ministerio, pone en riesgo la credibilidad. El
acuerdo firmado en su momento entre el Ministro Calzadilla y un Sindicato Único
gobiernero socialista-comunista, donde aparecen profesores, empleados
administrativos y obreros universitarios, sin asistencia de FAPUV, puso el
acento en un aumento salarial pírrico que para los años que ya pasaron sin
recibirlo, resulta insuficiente porque es solo de un 75% y pagado en 3 cuotas
del 25%.
Pero como el 2014 está próximo, ahora se busca
trasladar desde septiembre que es
supuestamente el segundo pago, el tercer 25% para enero de 2014, aumento
repitiendo la misma promesa que ya se ha venido incumpliendo. ¿Cómo se podrá
negociar ahora y en el futuro, con partes que se arrepienten de lo que
firmaron? Parece el clásico " mañana se verá" con el que
sistemáticamente se mueven gremios y gobierno.
Quizá si los docentes hubieran captado el
mensaje que el gobierno socialista-comunista trasmitió cuando apostó a una
educación “y que bien pagada”, hoy se podrían habilitar otros diálogos. Pero no
se han exhibido resultados y el gobierno cree entender que se trata de un
círculo vicioso eterno de reclamo de aumentos.
Así lo han dicho los propios jerarcas del
gobierno, varios de los cuales fueron miembros movilizantes de los gremios de
la educación en gobiernos anteriores, y compañeros de lucha política. ¿Por qué,
entonces, si se ha buscado lo mismo, desde una concepción filosófica que pone a
la educación como poste, unos les dicen a los otros que no dieron lo esperado?
¿Y por qué éstos, se atrincheran puertas adentro de los centros de estudio y
acusan a aquellos de traidores?
No parecen ser las ocupaciones y los griteríos,
la manera más útil de demostrar la razón. Y tampoco parece sano hacer anuncios
desde lo alto de la administración gubernamental sólo para manipular a los
profesores de las universidades públicas no gobierneras, con la amenaza de
descuentos de sueldos o de fijación de jornada especiales de clase para
recuperar los del paro.
Se gana poco con actitudes así. Se pierde en
cambio la oportunidad de creer en el otro, de demostrar que la seriedad rige
cada acto, y que formar futuro no es una ciencia improvisada. Creo como docente
titular universitaria de muchos años, que la educación es un hecho social
trascendente por el que un grupo humano trasmite a las generaciones que le suceden
su cultura y sus ideales, y merece por su alto nivel académico un salario justo
según las normas de homologación.
jueves, 11 de julio de 2013
“EL LENGUAJE VIOLENTO AFECTA A LOS VENEZOLANOS”
“EL LENGUAJE VIOLENTO AFECTA A
LOS VENEZOLANOS”
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martes, 9 de julio de 2013
“LA CRISIS DE VALORES EN LA VENEZUELA DE HOY”
“LA CRISIS DE VALORES EN LA VENEZUELA DE HOY”
Zenair
Brito Caballero
En nuestros países del tercer mundo, donde no existe la abundancia de
bienes al alcance de la mayoría, el hablar de crisis económica no es un engaño.
Después de todo, en nuestro país vivimos de crisis en crisis y ya nos hemos
hecho inmunes en este llamado socialismo-comunismo a las privaciones.
Apretarnos el cinturón no es un drama para nosotros, porque en 15 años
de desgobierno socialista-comunista, parece que la gran mayoría de los
venezolanos, ya aprendimos a vivir con algo menos, a conducir un carro viejo o
a tener que trabajar más para ganar menos.
Y digo esto pensando en quienes aún tenemos la suerte o la habilidad o
la ayuda oportuna de poseer algo que nos ayude a ser más felices: un
apartamento decente en una excelente urbanización, lo necesario para nuestra
familia, buena alimentación, y no sufrir la zozobra o la angustia de tener que pensar ¿cómo
conseguir estirar el sueldo, para llegar a fin de quincena?.
Por supuesto que
para los pobres, la crisis financiera no les hace la más mínima mella, ya que
sus problemas son otros y se han acostumbrado siempre a saber vivir y disfrutar lo poco que tienen,
siendo, probablemente, más felices que muchos ricos, que piensan que ya no podrán cambiar de carro nuevo
todos los años, salir a comer al mejor restaurante de la ciudad todos los fines
de semana o alquilar una casa o un apartamento en un balneario de lujo frente
al mar durante el mes de agosto, época de vacaciones escolares.
En realidad, lo que debe preocuparnos antes que la crisis económica o
financiera, es la crisis de valores en la cual se está sumergiendo
precipitadamente nuestra sociedad venezolana. Y esa crisis ya no afecta
solamente a las poblaciones de países desarrollados, sino que está
progresivamente apoderándose de toda la sociedad latinoamericana.
¿Es que ya está llegando el fin de nuestra civilización, como ha llegado
el fin de otras, como la egipcia, la griega, la romana, la feudal? ¿Será que ya
estará cayendo el capitalismo y ya dejarán de funcionar nuestros sistemas de
gobierno?
Si así es, será debido a la crisis de valores, que es mucho más grave
que la financiera o económica, aún en un mundo donde todo o casi todo se mide
con el dinero.
Y es en este punto donde comienzan todos los problemas. “Empezamos por apreciar y desear al becerro
de oro, seguidamente comenzamos a adorarlo y finalmente terminamos por adorar
al oro del becerro”.
Todo lo que comienza siendo bueno con prudencia, termina siendo malo en
los excesos, porque “el dinero no
es un fin, sino sólo un medio para alcanzar cosas más importantes en la vida”, como
decía Aristóteles.
La economía y el capitalismo son instrumentos que generan riqueza y
bienestar, pero no deben confundirse con valores. Los valores y las leyes de
una sociedad democrática deben ser quienes gobiernan a estos instrumentos, de
lo contrario son ellos quienes gobernarán a la sociedad.
Así observamos que hoy muchas naciones, luego de una era de riqueza, de
consumismo y de opulencia, se encuentran desconcertadas ante una crisis
financiera y se tornan violentos, agitadores y insensatos, porque no saben qué
hacer. Ni sus gobernantes tampoco.
Ellos no saben, ni nosotros en absoluto aunque lo intuimos, que la
solución está en fomentar la honradez, la educación y el orgullo por el trabajo
bien hecho, la sobriedad y saber disfrutar de lo bueno que nos da la vida,
aunque sea menos, aunque sea poco. Y todo esto sin excesos para que lo bueno no
se convierta en malo.
Nada en exceso, todo con mesura. Las virtudes que honran al hombre se
convierten en vicios si no tienen medida. Mucho más de lo bueno no siempre es
mejor y puede llegar a ser malo. Como ejemplo podemos tomar la ambición, que
puede ser una virtud para hacernos más trabajadores, más exigentes con nosotros
mismos, más prósperos, pero puede convertirse en codicia al exagerarla.
Y así un sentimiento religioso puede pasar al fanatismo, el poder de
mando o liderazgo convertirse en soberbia o autoritarismo, el sano deporte
competitivo en violencia, muerte y destrucción. Recordemos entonces amigos
lectores, que como decía Aristóteles “El dinero no es un fin, sino un medio para alcanzar cosas más
importantes".
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