sábado, 23 de febrero de 2013

PERTURBACIONES MENTALES


LAS PERTURBACIONES MENTALES EN NUESTRAS SOCIEDADES
Zenair Brito Caballero 
(britozenair@gmail.com)

Latinoamérica y el Caribe no tienen unas políticas rigurosas de prevención y atención de las perturbaciones mentales en sus habitantes, y eso contribuye al atraso psicológico y socioeconómico. La prevalencia de estos problemas es alarmante en la región, ocupando el primer lugar los asuntos derivados del alcoholismo y la drogadicción.
Hay que entender que la enfermedad mental trasciende los estados psicopatológicos puros y engloba diferentes perturbaciones en las que el comportamiento desempeña un papel fundamental. Es decir, que el tema del trastorno mental va más allá de la locura como tal, de la depresión y la ansiedad, de los disturbios bipolares y del abuso o la dependencia de drogas. 
Cada vez es más claro que la enfermedad mental obedece a un funcionamiento cerebral alterado, a factores hereditarios o a secuelas de enfermedades del sistema nervioso central. El problema mental de origen estrictamente psicológico es improbable, de tal suerte que la tendencia es a considerar que siempre hay algún substrato orgánico que determina los cambios en el pensamiento, el humor o la conducta. Diversas infecciones, de hecho, se relacionan con múltiples manifestaciones neuropsiquiátricas, al igual que muchas enfermedades sistémicas que, de pasada, involucran al cerebro.
Hagamos una descripción esquemática y simplificada de las características negativas personales o sociopáticas que, atribuidas injustamente al carácter ibérico de nuestros antepasados, sobresalen en el concierto de las anomalías del comportamiento latinoamericano.
Violencia: No sólo se la ha pretendido justificar ideológicamente, sino que se le ha dado carta de ciudadanía en razón de que existe la pobreza. América Latina es una de las regiones más violenta del mundo y una de las más atrasadas. Muchas investigaciones sociales han demostrado, sin embargo, que los pobres no son más violentos que los ricos, de modo que ese argumento es deleznable. En ninguna parte el progreso, en términos intelectuales y materiales, se ha obtenido con actos de terror ni de sometimiento de la libertad, así que la quimera de la redención a través de la pólvora, el secuestro y el asesinato, no es más que eso: una vana utopía sangrienta. 
Corrupción: Se instala donde no hay ética personal ni mecanismos de control, donde no hay conciencia del bien común ni Justicia. Junto con la violencia, porta la mayor responsabilidad en el subdesarrollo local. En Venezuela el problema es endémico. El nicho de los viejos políticos dignos lo llenaron los contratistas y funcionarios indelicados con su imposición de un socialismo-comunismo; el de los empresarios decentes lo ocuparon las sabandijas rojas-rojitas de la especulación y el favoritismo; y todo eso revuelto con el narcotráfico, que sólo trasluce el afán desmedido de riquezas y extravagancias, compone el cuadro patético de nuestra descomposición moral.
Psicopatía: Para ostentar y defender las condiciones anteriores se necesita ser un poco psicópata: no tener vergüenza, no conocer el arrepentimiento e imaginarse que uno lo merece todo. Violencia justificada y corrupción en aras de que "todo el mundo hace lo mismo", son el sumun de la desfachatez y el cinismo en muchos venezolanos.
La violencia en busca de un hombre nuevo (otra vana utopía), que encierra a sus congéneres en jaulas, o que mata sólo por dinero, puede ser perfectamente considerada como un trastorno mental. El fanatismo ideológico de un marxismo comunista trasnochado, obsoleto y fracasado, letrado o ignorante, y la codicia enfermiza de los miembros del gobierno que expone la vida sin ninguna gloria, más que actitudes temerarias o propias de valientes, son enfermedades de villanos y de cobardes.    
Viveza: Aquí ha hecho carrera que el aprovechamiento de las oportunidades es un acto de inteligencia, que eso es saber vivir, que "así es como es la cosa", porque hay que rebuscarse. Propio de psicópatas también es la manipulación y la capacidad de enredar. Esos son expertos en tirar la piedra y esconder la mano. Son habilísimos para coger por el atajo y atribuirle sus triunfos a las virtudes de sus artes rastreras. Sus maniobras las preparan con delectación, saboreándose. Cuando se aprovechan de algo o de alguien lo celebran como una genialidad, y piensan de la víctima como de un tontarrón. La psicopatía de estos vividores gira alrededor de su yo hipertrofiado. Son pequeños megalómanos. 
Sé como psicóloga, que no conviene psiquiatrizar la conducta de las comunidades, pero cuando una sociedad alberga miles de violentos, de corruptos y avivatos, no queda más remedio que buscar la causa en las patologías del alma colectiva, que no derivan de la esquizofrenia, la depresión ni las crisis de la adolescencia, sino de la falta de seriedad en la política y los negocios, en la ausencia de una conciencia democrática predominante, pero especialmente en la falta de sanción social y de Justicia. 
El tratamiento de violentos y corruptos, aun a sabiendas de que tienen algo de psicópatas, no es la compasión ni la solidaridad que merecen todos los enfermos: es la persecución y la cárcel.     

No hay comentarios:

Publicar un comentario