Un académico sin práctica y
sin interés en prepararse, que tiene miedo de adaptarse a los cambios de la
ciencia y de la tecnología y a tratar bien a sus estudiantes está destinado
a ser un mal profesor, así mismo un gubernativo sin academia, ni carrera
política, ni preparación ideológica tendrá un destino terrible: ser un
simple politiquero común y corriente.
Tanto las aulas como la
“calle” son fundamentales en el ejercicio de cualquier función profesional,
pero en ninguna tanto como en la política. Una da conocimiento la otra da
experiencia y juntas producen sabiduría, imposible de improvisar, y de ella
surge la intuición como la mayor virtud de los lideres. Sentido Común no
Corriente.
Es frecuente oír que “el
sentido común es el menos común” que utilizan los seres humanos. Frase que
conduce al error, puesto que parte de la interpretación que aquel adjetivo
se da por “default”, herencia o naturaleza biológica, y que por lo tanto
todos lo poseen.
Personalmente pienso que la
denominación que se le da a este sentido, tiene su arraigo en la necesidad
que se desarrolle en todos los individuos con el transcurrir de los tiempos
y por medio de la acumulación de experiencia, para que luego sea utilizado
con frecuencia y en forma masiva, común, en los acuerdos y en la toma de
decisiones.
Pero pensar que es “común”
porque en cualquier “cajón” se encuentra o porque es intrínseco al ser
humano, sí es un error muy corriente, sobre todo en los dedicados a la
política. Haberle llamado sentido común es diametralmente diferente a
llamarle sentido corriente. Ese olfato que tienen los expertos, los
estadistas, los visionarios, y que tanto nos sorprende y provoca
admiración, solamente lo genera el equilibrio entre la espiritualidad, la
educación y la experiencia.
Descifrar los cambios en los
tiempos y reconocer la diversidad en las distintas realidades de cada ser
humano, solo la intuición lo permite. Ella es intangible, puesto que es una
percepción de lo que puede acontecer a futuro de acuerdo a una lectura del
pasado y a la interpretación del presente, es una mezcla de habilidades y
pronósticos cargados de sabiduría.
No necesariamente produce un
ser infalible, pero sí certero y consecuente. Saber “leer” las percepciones
de la sociedad y de la particularidad de los individuos, permite estar
mucho más cerca de decisiones correctas. El artista gobierna.
Gobernar no es sencillo, es
un arte, no en balde 500 años antes de Cristo, Confucio lo comprendió y
creó una escuela de políticos en la cual enseñaba el arte de gobernar.
Partía de la premisa que la clase política está obligada a estar al
servicio de los miembros de la sociedad, apegada a reglas morales.
Además promulgaba desde
aquella época que la educación es el elemento central en la vida de los
seres humanos y que la misma no debe conocer clases sociales, por ser el
único instrumento de ascenso social. Confucio era fiel creyente de la
meritocracia.
Pero pasados más de 2500 años
de sus enseñanzas pareciera que han sido pocos los “graduados” en política,
y menos en gobernabilidad. Gobernar implica responsabilidad con el uso del
poder. Como responsable ante los ciudadanos el gobernante debe actuar con
sabiduría, saber dirigir y estar dotado del olfato de los expertos: la
intuición.
Parece injusto, cruel, pero
solo el tiempo y la historia premian la intuición en los líderes, pues solo
el transcurrir del mismo y el alcanzar los objetivos trazados pondrá en su
verdadera dimensión lo acertado de las decisiones.
La política es la base para
gobernar, aunque muchos “políticos” y “periodistas” -a lo interno y a lo
externo de ella- intentan desprestigiarla y destruirla. No se dan cuenta
que con ello golpean a la herramienta que pone orden en el pluralismo y la
variedad de las sociedades. Puesto que si existiese un consenso absoluto,
no tendría sentido el gobierno.
Lord Chesterfield enunciaba
que “la cultura se adquiere leyendo libros; pero el conocimiento del mundo,
que es mucho más necesario, sólo se alcanza leyendo a ,los hombres y
estudiando las diversas ediciones que de ellos existen”, eso solo lo
permite la política.
Por tanto, la mayor cantidad
de intuición política se saca del libro de la vida. Empero, igual que en
las librerías, existen hombres y mujeres que por sus vidas son grandiosas
enciclopedias, otros son libros, algunos llegan a revistas, varios son
apenas cartas difusas, y otros tantos ni siquiera han empezado a
escribirse.
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