“HIPOCONDRÌA ESPIRITUAL O
DERROTA PERMANENTE”
Zenair
Brito Caballero
(britozenair@gmail.com)
¿Está enfermo
por la crisis? ¿Se la pasa lamentándose de la suerte que tiene y protesta por
todo?: porque no hay plata, porque llueve, porque la novia lo dejó, porque no
se halla, en fin…Por cualquier tontería llora, la comida le cae mal, no duerme,
se vuelve irascible y piensa cosas sin sentido. Asume el más detestable de
todos los roles: el de ‘pobrecito yo’. Es el ‘quejón’, el amargado, el
aburrido, ese que jamás le encuentra el rumbo a su mundo. ¿Conoce a alguien
así?
Es fácil de
identificar: se le ve triste, desanimado, casi depresivo. Vive cansado, no se
concentra en nada y hasta piensa en morir. Lo peor es que en ese afán de buscar
consuelo, el ‘pobre ser humano’ termina refugiado en la lástima que le ofrecen
los demás.
Es más, se
atreve a decir que Dios lo abandonó y, por supuesto, le vive echando la culpa a
Él de todo lo que le sucede. De alguna forma y en esta época en la que el mundo
entero habla de crisis, todos podríamos llegar a ser unos “pacientes
espirituales”.
Los problemas de
plata, el desamor, los quebrantos de salud y las angustias del día a día
terminan enfermándonos el alma. Si eso le ocurre, usted puede estar sujeto a
dos salidas viables. Primera: ir al médico de tal forma que pueda recibir un
diagnóstico y un tratamiento. ¡No! no es que esté loco; es que necesita ayuda
profesional.
Segunda:
descansar en Dios. Porque debe saber que no está solo. Sí, sin siquiera
notarlo, cuenta con la intervención de alguien que desde arriba lo acompaña,
cualquiera sea el momento por el que esté atravesando. Usted puede sentirse
hundido y hasta creer que no vale nada. Pero no es así. Por muy oscura que sea
la noche, al fin amanece y de todas formas, en las tinieblas o en la claridad,
Dios escucha al que padece.
Además de tener
fe, si estamos depresivos y buscamos a Dios, finalmente evitamos un mal muy
común en estas épocas, que hemos decidido bautizar así: “hipocondría
espiritual”. Ojo: experimentar esa sensación no es que sea un delito, ni mucho
menos un pecado. ¡Ni más faltaba! Lo grave es no hacer nada para salir de esa
situación de derrota permanente.
Mejor dicho: no
pierda tiempo, deje de protestar por su vida y póngase a trabajar ya. ¡Actuar
siempre será bueno! De ahora en adelante, cuando crea que usted es un
‘pobrecito’, lo mejor será buscar la mejor cápsula y la más efectiva receta que
doctor alguno le podrá recomendar: ¡Dios!
LISTA de
Consejos espirituales: le conviene dejar de aburrirse por todo lo que le
ocurre. Lamentarse no resuelve su situación. Además, si usted asume el papel de
“quejador”, las personas que lo rodean se fastidiarán y terminará
aburriéndolas.
Siga las
siguientes recomendaciones para que el mundo no le parezca tan “desabrido”: 1.
No envidie a nadie. 2. Vaya a su trabajo con entusiasmo. 3. Evite pensar en
cosas desagradables. 4. Si encuentra alguien en su camino, salúdelo siempre
sonriendo. 5. Jamás juzgue a una persona por su aspecto. 6. No comente sus
problemas con extraños. 7. No les demuestre a los demás lo que usted no es en
realidad. ¿Para qué aparentar? 8. Enfrente las situaciones que le ponga la vida
con fuerza y valentía. 9. Realícese en su hogar y disfrútelo. 10. Agradezca
siempre a Dios por lo que tiene.
¡Decídase! Desde
hace mucho tiempo usted está postergando la solución de su problema. Es hora de
“tomar el toro por los cachos”. Use de manera racional su buen sentido para
resolver su problema, pero sin precipitación alguna. Permanezca en silencio y
pida ayuda divina. Una voz muy clara y límpida le señalará el camino a seguir.
Aprenda a
escuchar la voz que existe en su interior. Ella tiene las soluciones para todos
sus problemas. Y una vez decidido, siga el rumbo aconsejable: ¡camine hacia
adelante! Lo siguiente fue dicho alguna vez por Albert Einstein: “No
pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la
mejor bendición que puede sucedernos porque la crisis trae progresos. La
creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura”.
Es en la crisis
que nace la inventiva. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado. Quien atribuye a la crisis sus fracasos
y sus penurias, violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a
las soluciones. La verdadera crisis es la “crisis de la incompetencia”. Es en
la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque en crisis todo viento es
caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el
conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la crisis
amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla
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