“POR UN PERIODISMO CON LIBERTAD”
Zenair Brito Caballero (britozenair@hotmail.com)
El 3 de mayo, cuando se celebra
El Día Mundial de la Libertad de Expresión he decidido escribir este artículo por
lo que sobre este aspecto se observa en Venezuela. La mayoría de los
periodistas y colaboradores de los
periódicos venezolanos somos accesorios del medio donde unos ejercen la
profesión, y otros profesionales universitarios como en mi caso, tenemos años
colaborando porque nos gusta y sabemos hacerlo sin ninguna remuneración
monetaria.
Pocos son los profesionales dueños
de sus propios espacios de difusión con la potestad de hablar de todo sin tener
sobre ellos la espada de Damocles, pendiente de una única crin de caballo,
susceptible de soltarse ante un infortunado comentario, acción errónea,
bochornosa ignorancia o simple torpeza.
Los periodistas opositores al
gobierno socialista-comunista viven preguntándose ¿Rodará mi cabeza?; ¿Perderé el sustento?;
¿Qué pasará con mi familia?; ¿Moriré? ¡Oh censura!, ¡oh impotencia!, ¡aleja tus
pérfidas dagas lejos de mí!, ¡te ruego no me hieras más!
Muchos periodistas de la oposición
también sufren esta situación, le dan término al tormento y como consecuencia
lo pierden todo, menos la dignidad, aunque les cueste la vida. “Los admiro”.
Suelen ser citados, recordados, son mártires. Pero admiro más a quienes luchan
por sus convicciones sin llegar al extremo en que peligren sus cuerpos y
espíritus, porque deciden ceder batallas con un claro objetivo: ganar la
guerra.
La mayoría de los periodistas
conocen su ambiente laboral y aceptan no involucrarse en temas que podrían
afectar a la empresa de comunicación en su imagen, en su economía o
generar el disgusto del jefe de redacción; “quien lo niegue es hipócrita”. La
premisa que se practica es razonable y coherente hasta que no estén en juego la
verdad o los derechos del trabajador de la comunicación. En el último caso la censura a los
colaboradores espontáneos de las columnas de opinión.
Últimamente se viene observando la
no publicación de los artículos de muchos colaboradores habituales en muchos
diarios regionales, aun cuando varios de ellos tengan años acompañando a los
diarios con sus columnas de opinión. No se sabe la razón: ¿será que cambió la
línea editorial del periódico?, ¿será que no gustan los artículos al jefe de
redacción?, ¿será que no le gustan los temas? ¿Será que la escritura no tiene
buen estilo literario, sintaxis lógica o no se adapta a los 3000 caracteres que
pide el diario o a las dos cuartillas máximas.
Quien esto escribe, tampoco
recordó las falencias de algunos diarios para quienes colabora, cuando estaba
todo bien con ella, solo las apuntó y las hizo público cuando empezó a sentirse
fuera. No es un reproche, es el ejemplo de nuestra naturaleza y nuestro grado de
compromiso mientras no vemos peligro o una posible invasión a nuestra
preciada y amada zona cómoda.
Pero, ¿qué es lo más ético?:
escribir al diario y recibir por educación una respuesta; rasgarse las
vestiduras ante una injusticia y luego seguir enviando los artículos que sabes
no te van a publicar; agachar la cabeza y cerrar los ojos ante lo que está mal.
Les aseguro que todas estas opciones atentan contra la ética profesional.
Denunciar y renunciar a seguir escribiendo es rendirse; no involucrarse es miserable. Muchos errores y muchas injusticias se pueden reparar a través del diálogo y el consenso, elevando una voz inteligente apartada de enfrentamientos vacíos. Para eso estudiamos y bastante, para comunicarnos, para hablar y escuchar, para dejar hablar y ser escuchados. No hay peor necio que el que se cree dueño de la verdad.
Denunciar y renunciar a seguir escribiendo es rendirse; no involucrarse es miserable. Muchos errores y muchas injusticias se pueden reparar a través del diálogo y el consenso, elevando una voz inteligente apartada de enfrentamientos vacíos. Para eso estudiamos y bastante, para comunicarnos, para hablar y escuchar, para dejar hablar y ser escuchados. No hay peor necio que el que se cree dueño de la verdad.
Cuando una empresa de comunicación
es seria, responde; si no lo es, tarde o temprano perecerá consumida por sus
desaciertos. Los periodistas venezolanos tienen mucho por aprender y mucho por
lo que luchar. La mayoría tiene a su disposición un canal de comunicación
sólido, con trayectoria, y qué mejor escaparate para expresarnos con
estandartes bien definidos, donde la responsabilidad debe marcar las pautas
a nuestras libertades.
Es muy necesario, en estos tiempos
en que nos avasallan las redes sociales, blogs y los comentarios instantáneos,
tomarse el tiempo para estudiar nuestras ideas y pulir nuestros
pensamientos, para conseguir comunicarnos con claridad, directa y sin rodeos.
La ética debe ser nuestra corona y
el coraje la fuerza para blandir la espada más temida: la pluma prestada
por ese genio que fue Miguel de Cervantes.
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