LA NECESIDAD DE UNA FAMILIA UNIDA
Zenair Brito Caballero (britozenair@gmail.com)
Hoy no voy a hablar de política, sino sobre un tema que es vital en nuestra
sociedad venezolana: La familia. Ese núcleo donde se satisfacen las cuatro
necesidades psicológicas básicas con las que todos venimos al mundo: el afecto, el reconocimiento, la pertenencia
y la autonomía, requisitos imprescindibles para el desarrollo de
una personalidad completa. La unión de los miembros familiares, antes que la
inclinación o preferencia por amigos ajenos al grupo familiar, son la fortaleza
del vínculo familiar.
Es necesario en estos
momentos de desvalorización, conseguir la armonía familiar, la permanencia, el
entendimiento entre los miembros de un hogar que se expresan en un estado de ánimo
armónico y dialogante, ya que es en el seno familiar donde establecemos
nuestras relaciones más estrechas y es allí donde aprendemos los valores que
nos convierten en personas humanas y que nos acompañaran toda la vida.
En la familia se nutren los afectos, porque nacemos con la necesidad de ser
aceptados y sobre todo queridos por ser quienes somos. Ese amor nos da
seguridad, confianza, paz y armonía. Funciona como antídoto para muchos males y
es el mayor aliado del equilibrio y la convivencia.
Todo ser humano necesita que se valore su trabajo, su esfuerzo, su caricia…
Necesitamos sentirnos valorados en un primer momento para alcanzar nuestro
sentimiento íntimo de valía. Todos, hombres y mujeres, aun los más pequeños,
necesitan su autonomía personal, saber que tienen espacios de responsabilidad.
Es importante que nos sepamos fiar de ellos, dejarles equivocarse, por ser un derecho de todos.
Necesitamos vivir en pertenencia. Hay familias que se pierden en la macro
familia y no se encuentran solos sin la televisión y el blackberry como aliados
de la falta de comunicación. Los hijos de nuestro tiempo sienten que pertenecen
más a sus amigos y a las redes sociales que a sus padres, que suelen pertenecer
a su trabajo más que a nadie.
En un primer momento, son nuestros padres los que nos cuidan y nos
transmiten su modo de ver, interpretar y reaccionar ante la vida. Después somos
nosotros los encargados de ponerlo en juego en la vida y los que los
transmitimos a nuestros hijos.
Los cambios sociales generan estilos de vida diferentes. Promueven cambios
en la estructura familiar. Así predominan los hogares unipersonales,
constituidos por la creciente elección de las personas a vivir solas, las
familias mono parentales, donde un solo progenitor generalmente la mujer soltera o abandonada,
separada o viuda, convive con sus hijos, o las llamadas "familias
ensambladas". En cualquiera de los casos, los adultos deben crear un
vínculo personal para facilitar la convivencia.
El principal valor de una familia unida y
armónica es la presencia. Estar presentes lleva consigo estar
disponibles para el diálogo abierto y para la convivencia. Presentes para poder
acoger, cuidar o decidir qué intervención es la más conveniente y adecuada en
función de las necesidades de la persona o la familia.
Las relaciones personales, la estabilidad familiar y la confianza mutua son
los fundamentos de la libertad, la seguridad y la fraternidad. En las familias
armónicas, prima la libertad de todos sus miembros porque creen y confían
firmemente en las capacidades de cada uno.
La actitud generosa abre el corazón, tanto del que da su tiempo, como del
que lo recibe. La alegría es la consecuencia de esa apertura generosa que
facilita que los miembros de la familia se ayuden unos a otros en sus
necesidades.
El respeto es otro valor fundamental de la familia. Respeto a la
individualidad de cada uno, a sus opiniones y sentimientos. La lealtad (opuesta a la falsedad y la
mentira), es el resultado del reconocimiento y la aceptación de los
vínculos que nos unen unos a otros, permite mantener y proteger esos vínculos y
los valores que representan.
Nunca hay suficiente tiempo para compartir la vida, por eso es importante
poner atención en el tiempo de calidad, para expresar nuestros sentimientos de
forma transparente y abierta. Si como adultos no somos capaces de expresar lo
que sentimos a nuestros hijos, ellos tampoco aprenderán a hacerlo. Los
sentimientos positivos son una fuente inagotable de energía que revitaliza las
relaciones y promueve el bienestar.
Si perdemos de vista lo esencial de nuestra presencia, estamos permitiendo
que "las cosas" se interpongan en nuestras relaciones más
importantes. Reír juntos, recordar momentos agradables, buscar actividades para
compartir, disfrutar de la compañía, reservar espacios para la intimidad y las
confidencias, son, entre otras cosas, formas de potenciar y fortalecer los
lazos familiares y regalar a los nuestros, el equilibrio y la armonía que todos
necesitamos para ser felices.
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