VENEZUELA
EL PAÍS DE LA ETERNA VIOLENCIA
Zenair
Brito Caballero
Vivimos en un
entorno violento. Hay violencia en la casa, en el vecindario, en la calle, en
el bus, en la escuela, en los medios de comunicación. Tenemos padres, madres e
hijos violentos; vecinos violentos; delincuentes violentos; conductores
violentos, profesores y estudiantes violentos; programas de televisión y cine
violentos; políticos violentos. Hasta las muertes son violentas y brutales.
Somos una
sociedad violenta. Vivimos en una cultura de violencia y hemos generado una
industria basada en la violencia. La violencia la sufrimos y la pagamos todos,
convivimos con ella, la toleramos y hasta la justificamos. Consumimos,
producimos y reproducimos violencia.
Como
individuos también somos violentos. El hombre es violento con la mujer, el
marido es violento con su cónyuge, el padre o madre con el hijo o hija, el hijo
con el padre o madre, el vecino con el vecino, el profesor con el alumno, el
conductor con todos los demás que transiten por la calle, el jefe con el
subordinado, el adulto con el niño, el adulto con el anciano, el pandillero con
la sociedad, el político y funcionario público con la ciudadanía, el que tiene
más con el que tiene menos, el que se cree más con el que cree que es menos.
Hasta con los animalitos somos violentos.
Tenemos
violencia de todo tipo. El gesto agresivo y la mirada hostil, el regaño y la
reprimenda, el grito y el insulto, el reclamo airado y la burla, la amenaza y
el maltrato, el lenguaje agresivo y el discurso ofensivo, la matonería y la
intimidación, el empujón y el forcejeo, la bofetada y la paliza, el toqueteo y
el manoseo, el acoso y la violación sexual, la mutilación y el crimen. Todas
son diferentes manifestaciones de la violencia, desde la más sutil y aparentemente
ingenua o inofensiva –la violencia simbólica de Bourdieu- hasta la violencia
con saña y barbarie.
La violencia
es multicausal, multidimensional y multifacética -tiene múltiples expresiones
como se anotó antes-. La violencia sólo puede entenderse desde la complejidad
de sus factores asociados: políticos, económicos, sociales, históricos,
culturales, psicológicos y educativos. Igualmente importante resulta
desmitificar la pobreza y el desempleo como las causas de la violencia o que
ésta esté determinada por factores genéticos y étnicos.
La violencia
es una manifestación –causa y consecuencia- de descomposición social. Al ser la
violencia un fenómeno social, se refleja en la educación. ¿Es la educación la
responsable de la violencia social? ¿Es la educación la responsable de
solucionar los problemas de violencia en la sociedad? Bueno, la educación es
parte del problema y parte de la solución.
Por tanto las
instituciones y agentes educativos no son ajenos a la violencia y no deben
verse desvinculados de ella. De aquí que los primeros llamados a abordar
y resolver el siempre creciente problema de la violencia son la familia,
la comunidad, la escuela, los medios, las iglesias, el Estado. En la medida que
éstas cumplan con su función educativa están manteniendo, acrecentando o
resolviendo el problema de la violencia
.
Todos los
seres humanos somos el resultado de un proceso formativo educativo. Es
evidente, pues, que si hay tanta violencia es porque ese proceso ha fallado en
algún punto. Si la violencia continúa y se incrementa es porque el proceso
sigue fallando continuamente en mayor proporción. Si entendemos que somos el
resultado de un proceso de aprendizaje, que los niños no nacen aprendidos y que
hay que formarlos, entonces es posible educar para la no violencia.
La solución,
por tanto, al preocupante problema de la violencia pasa por acudir a su origen
y sus causas, y la primera es la familia. Los padres son los primeros
educadores de los hijos. Cuando asumen la responsabilidad de traerlos al mundo,
también asumen la responsabilizar de su formación. Es en el seno de la familia
que los niños aprenden a recibir y dar afecto, la convivencia pacífica, a ser
tolerantes, comprensivos, respetuosos, solidarios y a ser unidos. Los valores
humanos y principios de vida que aprendan en esta etapa les han de conducir el
resto de su existencia.
Es en esta
primera socialización que los niños construyen su imagen e identidad,
internalizan el mundo de sus padres como único mundo posible, se implanta en la
conciencia y perdura en ella indefinidamente. Todo eso lo aprenden de sus
padres, dentro de la familia.
Los niños aprenden por imitación, por eso necesitan entornos positivos,
buenos modelos de conducta, reglas y límites claros de comportamiento, figuras
de autoridad y afecto. El entorno generado dentro del hogar servirá de modelo
de formación y reproducción en su vida adulta. Si los niños son criados en un
ambiente de estabilidad, de cariño, de no violencia vivirán su vida adulta bajo
estas condiciones.
Por el contrario
si los niños crecen con modelos permisivos o represivos en un ambiente hostil,
de intolerancia, resentimiento, abandono, maltrato y odio, podrían reproducir
intolerancia, maltrato y odio. Si la violencia se genera en la familia, el niño
aprenderá a ser violento.
La violencia
se reproduce en la violencia y se convierte en un problema que se transmite de
una generación a otra. La prevención de la violencia y la cultura de paz
comienzan en la familia. Por todo esto la familia es insustituible. Si la
familia entra en crisis, la sociedad entra en crisis; de ahí la imperiosa
necesidad de fortalecer su institucionalidad.
El tema de la
violencia pasa obligadamente por la educación escolar. La escuela no es una
isla. Cualquier cosa que sucede en la sociedad repercute en la escuela. La
escuela es una mini sociedad que refleja toda la problemática social. Escuela y
sociedad se crean y reproducen mutuamente. Por tanto, la violencia no es sólo
un problema de los que están afuera del sistema escolar, ni sólo de los que
están adentro, sino de ambos.
La escuela,
como institución social, tiene funciones sociales-educativas bien definidas.
Una de esas es asegurar la continuidad social. A través de la educación se
transmite todo el patrimonio cultural acumulado por las generaciones
anteriores. La educación es uno de los principales medios para formar
ciudadanos que encajen con los moldes y valores socialmente preestablecidos.
Otro es
adaptar el individuo al mundo social, hacerlo miembro del grupo, lo cual
implica un procesos de socialización a través del cual el individuo refuerzan
su identidad y rol dentro de la sociedad. Pero al mismo tiempo, esa
socialización implica aprender las normas de convivencia y reglas de
comportamiento dentro del grupo social, donde las conductas antisociales son
además prevenidas. Esta es la educación como proceso de enculturación y
socialización. Pero cuidado, la escuela como medio de reproducción social
puede, y de hecho lo hace, reproducir patrones y conductas de violencia.
Desde otro
ángulo, se asume que la escuela parte de un propósito y concepto de educación
basado en la instrucción, en la formación intelectual, orientado al rendimiento
profesional y al éxito económico-social. Lo cual es válido y necesario, pero en
realidad la escuela no debe verse sólo como un cúmulo de asignaturas y
aprendizajes orientados a ese propósito, sino como un cúmulo de oportunidades
de crecimiento personal y humano lleno de experiencias de vida y para la vida,
para una vida sana, productiva, prolongada y plena.
Por eso, el
modelo educativo que una sociedad adopte dentro de su escuela en un momento
dado, se convierte en el modelo de cultura, ciudadanía y convivencia por el que
se está optando. Este modelo de educación debe sentar las bases para el cambio
social a una sociedad más humana y solidaria, que refleja una apuesta educativa
por una escuela entendida como espacio de paz, con aprendizajes dinámicos de
las actitudes, valores y ciudadanía en convivencia de igualdad. Si se logra que
la escuela se oriente hacia una formación integral del ser humano, no solo
académica y tecnológica, sino que educa en valores y forma para la paz desde la
infancia, se habrá dado un paso cualitativo para alcanzar eso que la sociedad
espera de ella.
Pero esta
pequeña reflexión estaría incompleta si no hablamos aunque sea brevemente de
otros dos agentes educativos que inciden grandemente en el abordaje de la
violencia: los medios de comunicación social y la religión. Aunque queda claro
desde un principio que educar no es la función principal de estos agentes, pero
igualmente debe quedar claro que ambas tienen gran incidencia educativa en las
personas y por tanto en la conformación de los valores, prácticas y formas de
vida relacionadas con la violencia.
Los medios de
comunicación tienen gran poder de penetración y socialización, y sirven entre
otras cosas para inculcar valores, generar actitudes y manipular
personas. La incidencia de los medios, que incluso incide más que la escuela,
es incuestionable en el desarrollo de un sistema de valores y en la formación
del comportamiento y lo demuestran en el caso de la violencia.
Numerosos
estudios dan cuenta que la violencia en la televisión tiene efectos en los
niños y adolescentes como el de volverlos inmunes al horror de la violencia,
aceptar la violencia como un medio de resolver problemas, imitar y reproducir
las formas de violencia de la televisión e identificarse con los caracteres, ya
sea como víctimas o agresores. No se trata de satanizar los medios, pero su
gran problema radica en que socializa la violencia -y otros fenómenos sociales
indeseables- pero no proporciona pautas educativas ni formativas para disminuir
su impacto negativo.
La religión
también tiene el poder de motivar y orientar la conducta del individuo. De ahí
que también se espera que las iglesias -de cualquier denominación- contribuyan
al cambio social ejerciendo su capacidad de orientar la acción de la sociedad.
La educación
tiene incidencia directa en la formación de hábitos, actitudes, valores, de
patrones conductuales y ciudadanía, que son necesarios para la convivencia
pacífica y para que cualquier sociedad alcance mayores niveles de realización.
Pero la tarea educativa no es exclusiva de la escuela, por lo que si se
pretende vivir en sociedades de no violencia, con una cultura de paz, se
necesita unificación de criterios y propósitos entre la familia, la escuela y
la comunidad (medios de comunicación, religión, entidades políticas).
Una lucha
frontal contra la violencia requiere un esfuerzo sinérgico de todas las
instituciones y de todos los actores: padres y madres, maestros, líderes
religiosos, líderes de la comunidad y de toda la sociedad en general. britozenair@gmail.com